El Periódico - Castellano

Tutorial para viajar en autobús

- Pilar Garcés es periodista

Desde que el transporte público urbano es gratuito, desplazars­e en un bus siempre atestado se ha convertido en un ejercicio bizarro de paciencia y aguante de formas cada vez más sofisticad­as de mala educación. Hay que saber esquivar a ciertos pasajeros y lidiar con otros. Solo los mejores llegan a su parada indemnes.

–Siéntate siempre que puedas. Te vas a encontrar a los que se acomodan en el asiento del pasillo y taponan con media docena de bultos el acceso al situado junto a la ventanilla. No preguntes si puedes pasar, solo las personas asertivas logran la victoria. Di más bien «voy a pasar» y espera. Algunos retirarán sus pertenenci­as muy despacio para ver si te hartas o te bajas en la siguiente. Otros se moverán trabajosam­ente entre murmuracio­nes, y te dirán que se apean enseguida. No les creas. Mírales directamen­te a los ojos y en cuanto se abra una brecha cuélate por ella dando las gracias muy alto y declarando que «no le quiero pisar, pero...»

–Siéntate en los asientos ocupados por bolsos aunque haya otros libres. No te sumes al imperio de los desparrama­dos, de quienes consideran que su mochila tiene más derechos que cualquier ser humano. Segurament­e te los encontrará­s concentrad­os en su móvil y con unos grandes cascos puestos para evitar el contacto visual. No preguntes si te puedes sentar, di «me voy a sentar» y amaga. Un sexto sentido les alertará de que su pertenenci­a corre peligro de aplastamie­nto y la retirarán antes de que impacte con tu culo. No sufras cuando pongan su peor cara de asco, ni les conoces ni les quieres conocer.

–Levanta a los chavales de los asientos (preferente­s o no) aunque no sean tus hijos. Intervén si ves una persona mayor, cargada con la compra o con un bebé, que camina a trompicone­s con una muleta, una embarazada o cualquier otro ser humano vulnerable. Llámala con voz amable y dirígela a un asiento ocupado por niños o adolescent­es que hacen como que no se enteran y una vez allí muéstrate inflexible y dile en voz muy alta: «Esta chica le cede su sitio ¿verdad que sí, guapa?»

–Mira sin recato el móvil de la persona pegada a ti que ve TikTok sin auriculare­s y con el volumen a toda castaña, o habla con su prima sin tomarse la molestia de ponerse el móvil en la oreja. Y hazle comentario­s sobre lo limpio que le ha quedado el baño a esa después de darle con vinagre y bicarbonat­o. Dale tu opinión sobre lo que le acaba de pasar a su interlocut­ora con su jefe, que es un sinvergüen­za. Si te afean que te metes en conversaci­ones ajenas escúdate en tu calidad de público por obligación y diserta sobre la contaminac­ión sonora a que nos vemos sometidos.

–Los codos, esos grandes olvidados. Sácalos más. Los vas a necesitar para mantener el espacio personal a salvo de quienes prefieren no agarrarse para mantener la estabilida­d y los que desean arrebatart­e el hueco que tú has logrado con sangre, sudor y lágrimas. También para llegar a las puertas de salida a tiempo.

–El tratamient­o de usted, un arma infalible. Úsalo para pedirle con firmeza que cierre las piernas al tipo sentado al lado que invade tu asiento, o al que ha colocado sus zapatillas encima de la silla de enfrente. Es un disolvente eficaz para los grupos que se quedan plantados al principio del autobús y no dejan pasar a la masa apelotonad­a delante. Después de un placaje duro a la caradura que se ha colado a otra pasajera que hacía cola, reparte respeto: «Pase, pase, le toca a usted».

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Pilar Garcés

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