Entre hielo y fuego
‘Cazafantasmas: Imperio helado’
La última entrega de las correrías de los nuevos cazafantasmas, ahora dirigida por Gil Kenan, coescrita con Jason Reitman y dedicada al padre de este y realizador fundacional de la serie, Ivan Reitman, arranca con una secuencia de fantástico puro ambientada en el Nueva York de 1904: los bomberos entran en un edificio pasto de las llamas y encuentran un grupo de cadáveres completamente helados.
Podría marcar un nuevo tono, más fantástico que paródico, pero lo que sigue recupera el espíritu cómico del resto de películas de la franquicia. Una vez la acción se instala en el presente, volvemos a toparnos con los protagonistas del anterior título, Cazafantasmas: Más allá: los adolescentes, los maduros y los ancianos. Pero si en el filme precedente el mayor protagonismo recaía en los jovenzuelos cazafantasmas, aquí se reparte más equitativamente por edades. De modo que las presencias de Bill Murray,
Dan Aykroyd y Ernie Hudson poseen una mayor entidad, aunque no dejen de ser las estrellas invitadas que establecen el vínculo nostálgico con los orígenes.
Aykroyd se dedica a estudiar a los reposeídos, Murray aparece en los momentos justos con su arma de protones en ristre, una de las adolescentes se hace amiga de un fantasma de translucido azul y comete demasiados errores, el personaje de Paul Ruud está más interesado en ser un buen padre adoptivo que en capturar ectoplasmas, no hay espacio para el Harold Ramis digitalizado de la anterior cinta y hace acto de presencia el paquistaní KumailNanjiani convertido en el maestro del fuego. Y la criatura de otro mundo a combatir podría haber participado en una entrega de Harry Potter. Corren nuevos tiempos para los ghostbusters.
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