El Periódico - Castellano

«Los niños deben aprender a dominar el riesgo, lo más difícil de este deporte»

Ganó cuatro títulos mundiales, tres en 80cc y uno en 125cc. Y ha tutelado, explica, los inicios de uno de cada tres pilotos del actual Mundial. El último es David Alonso, un fenómeno de Moto3.

- EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Estamos frente a un ser especial. Muchos consideran que único. Y puede serlo, sí. Jorge Martínez, Aspar (Alzira, Valencia, 29 de agosto de 1962), ha sido cuatro veces campeón del mundo de motociclis­mo con la firma catalana Derbi, tres veces en 80cc (1986, 87 y 88) y una de 125cc (1988).

No contento con eso, Aspar ha sido, es, la persona que más pilotos, muchos de ellos campeones del mundo, ha tenido en sus manos, en su escuela, en sus proyectos, en sus escuderías. Es más, dentro de un par de meses inaugurará en Valencia la academia más impresiona­nte jamás creada, con cinco circuitos y unas instalacio­nes impresiona­ntes.

— Usted no se cansa nunca, sigue trabajando para seguir sacando pilotos de debajo de las piedras. El último, David Alonso, ese madrileño (colombiano) de 17 años que provoca vértigo en Moto3.

— He repasado algunos papeles que tengo, no muchos, y he descubiert­o que el 38% de los pilotos de la actual parrilla de Moto3 ha pasado por mis manos; el 30% de pilotos de Moto2 ha estado conmigo en algún momento de su carrera y el 32% de los pilotos de MotoGP, un año u otro, ha corrido conmigo. Yo mismo me he asustado. Me parece increíble: uno de cada tres pilotos del actual Mundial empezó conmigo.

— ¿Y cómo se consigue algo así?

— Con mucho trabajo, con más paciencia, con una buena organizaci­ón, criterios inamovible­s, fijos, sensatos, profesiona­les y, sobre todo, con un equipo que te ayude, no solo a descubrir el talento, sino mejorarlo, entrenarlo, prepararlo para los momentos más duros. En 2016, junto a Nico Terol, campeón del mundo de 125cc en 2011, creé mi propia escuela, esa que, ahora, se convertirá en academia con niños de 11, 12 y 13 años.

— ¿Cuáles son los primeros pasos, dónde está la magia de ese trabajo?

— Lo primero que miras en un niño de 11 años es su valentía, ese talento fácil que tiene, que le ves, al manejar la moto, derrapar, pilotar, esa determinac­ión, que la tiene y muy acentuada, de caerse, levantarse y seguir corriendo.

— Y, después, ¿qué toca después?

— Lo segundo, ya es más difícil y sorprenden­te. El siguiente paso es hablar con él, teniendo en cuenta, por supuesto, que se trata de un niño, lo que no debes olvidar nunca. En ese instante, todo cambia, pues se sorprender­ía de cómo hablan algunos de ellos, su picardía, su manera de expresarse, su desparpajo.

— Y, por último, siempre hay un momento decisivo, ¿no?

— En efecto, el momento de conocer a su familia. ¡Ojito a los padres! Cómo piensan, qué idea tienen de nuestro deporte y, desde luego, qué proyecto de vida tienen para ese niño que, si ya está en tus manos, es porque algo tiene. Y ese es el punto más delicado porque nuestro deporte es muy caro y comporta un gran riesgo.

— Se trata de decirles a los padres que ese niño ya le pertenece a usted. O casi, casi.

— Algo así, sí, pero a mí jamás me han molestado los padres y eso que los he visto de todo tipo, incluso peligrosos para la vida, la educación y el desarrollo de su hijo. Yo, lo único que intento, es convencerl­es de que su momento ha pasado, pues su hijo entra en un mundo donde mandan los profesiona­les. Si aceptan ese papel, el de ayudar, el de estar sin intervenir, el de reforzar lo que hacemos, por mí encantado de que nos acompañen en la experienci­a, en el aprendizaj­e.

— Usted suele explicar que los pilotos tienen tres fases o edades. ¿Me las cuenta?

— De los 8 a los 20 años, por ejemplo, son todo pasión y riesgo. Es cuando apenas piensas. Cuando apenas reflexiona­s sobre el riesgo, cuando eres o tratas de ser todo velocidad. Luego, de los 20 a los 28, empiezas a cumular experienci­a, a entender tu deporte y el pilotaje, perdiendo parte de esa agresivida­d. Y, finalmente, a partir de los 30, eres todo técnica, menos agresivida­d, y te defiendes o atacas con la técnica.

— ¿Cómo se le dice a un niño que vaya con cuidado antes de empezar una carrera?

— No se le dice. Mire, antes, mucho antes, de meterte en este mundo, sabes que es un deporte de riesgo, que es peligroso, ¡claro que lo sabes!, que puedes hacerte daño, mucho daño. No creo que eso se lo debas a explicar a nadie y, mucho menos, a un padre o a su hijo.

— Entonces, ¿qué les dice? ¿Cómo lo hace?

— Lo que yo suelo decirles es: «¿Te gusta esto? ¿Quieres dedicarte a esto? ¡Disfruta! ¡Pásatelo bien! ¡Busca el riesgo, mide el riesgo, domina el riesgo!». Eso es lo más difícil de este deporte: los niños deben aprender a dominar el riesgo. Eso es lo que ha hecho grande, inmenso, único, campeón a Marc [Márquez]: pilotar siempre sobre la línea del riesgo, bordeando el límite, en la orilla de la caída.

— Suena a placer supremo sobre la moto.

— Lo es, por descontado, sí lo es. Y yo, como piloto, lo he vivido. No hay nada mejor, más placentero, que genere más adrenalina, que lograr dominar la sensación de ir bordeando el límite, tuyo y de la moto. Eso es lo más difícil de aprender, de conquistar, de asumir: dominar el riesgo. Cuando disfrutas tienes muchas posibilida­des de ganar. Todas.

— ¿Cuántos pilotos talentosos ha conocido en su vida?

— Cientos, cientos. Yo he visto cientos de pilotos rápidos, cientos de pilotos con talento, con mucho talento. Pero el talento no lo es todo. ¡Ni hablar! Hay que encontrar el equilibro. La fórmula perfecta es un piloto muy rápido, que piense y que, además, el entorno le acompañe. Usted no se acordará, seguro [no, no me acuerdo], de Ángel Rodríguez. Pues Ángel era de los pilotos más impresiona­ntes que he visto en mi vida, con un talento fuera de serie. Le ganó un campeonato de España a un tal Dani Pedrosa y a un tal Casey Stoner, en 2001. Pero se perdió. Lo perdimos.

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Emilio Pérez de Rozas Aspar y su último descubrimi­ento, David Alonso, ayer en Portugal.
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