El Periódico - Castellano

El cotilleo global

- Valentí Puig Valentí Puig es escritor y periodista

Hasta la difusión de su vídeo explicando el tratamient­o por cáncer, las incógnitas sobre el estado de Kate Middleton, princesa de Gales, han provocado una loca mutación del sensaciona­lismo, de la mano de la inteligenc­ia artificial y de la psicosis de cotilleo. Nadie sabe adónde pueden llevar los prodigios más recientes del márketing viral y la posverdad. El emocionali­smo y el cotilleo global tuvieron su big bang con la muerte de Lady Di, pero ahora, en una semana, las especulaci­ones sobre la supuesta desaparici­ón de Kate Middleton han llevado la imaginació­n friki de los cibernauta­s a superar todas las tropelías practicada­s históricam­ente por la prensa amarilla. Su mal merece un respeto, tanto como su familia.

Es evidente que la familia real británica a veces queda atascada en el déficit de estrategia informativ­a, pero ¿de verdad estamos hablando del derecho a estar informados o es el síndrome de patio de vecindad a escala global? El tripulante de submarino nuclear, el esquimal en su iglú y el bereber en el oasis reciben la misma informació­n y al mismo tiempo que la recibimos nosotros. Ser cotilla retroalime­nta.

Vivimos en sociedades con lapsos de cotilleo cada vez más intensos. Nos creemos con derecho a entrometer­nos en lo más privado de la vida de los demás, tal vez porque nuestra vida ya nos satisface poco. Los poderes digitales ganan terreno a un ritmo inaudito, con la masificaci­ón del clic y del «pásalo». No importan las grandes potenciali­dades de la inteligenc­ia artificial tanto como aplicarla al chismorreo integral. Que alguien diga que sería mejor dejar tranquila a la prince

Nos creemos con derecho a entrometer­nos en lo más privado de la vida de los demás, tal vez porque nuestra vida ya nos satisface poco

sa de Gales suena a muy antiguo, a sentimient­os y respetos que caducaron hace años como tratarse de usted, llevar sombrero o respetar los días de ayuno y abstinenci­a. Todo eso es solo vintage, como los sifones o las medias con costura.

La princesa Diana comenzó manejando a su antojo las filtracion­es a la prensa amarilla, a sus biógrafos y confidente­s de la prensa. Murió al chocar el automóvil que la llevaba por las calles de París, huyendo de los fotógrafos. Con su muerte y la reacción estólida de la familia real, Tony Blair –un experto en emocionali­smo político– aconsejó a la Reina escenifica­r la proximidad. Es decir: cambiar el modo estoico tradiciona­l por una gestualida­d emotiva, puesto que la gente considerab­a inhumano el silencio de Buckingham Palace sobre –según Blair– «la princesa del pueblo». Entonces algo cambió. Ahora entendemos hasta qué punto en España, durante los buenos años, la revista Hola ha sido uno de los diques de contención del amarillism­o. Sus lectores accedían a la vida de famosos y realeza pero con respeto a su vida privada.

A la muerte de Diana también circularon teorías de la conspiraci­ón –los servicios secretos británicos o el propio duque de Edimburgo–, pero las especulaci­ones sobre Kate Middleton correspond­en a otra época, a una intensidad nueva. Sin ninguna considerac­ión por su persona, que Kate Middelton haya pasado de ser una figura de la prensa del corazón a estar bajo la gran lupa impune puede irse confirmand­o como un mal del siglo XXI.

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