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El pueblo que quiere desterrar el móvil

Los vecinos de la localidad parisina de Seine-Port han impulsado una nueva normativa para limitar el uso de los teléfonos en espacios públicos como la calle, los parques y las cafeterías del municipio. Más informació­n en:

- ENRIC BONET

«Somos como la aldea de Astérix». Son las tres de la tarde de un soleado jueves de marzo y Gérard, de 69 años, juega una partida de petanca con otros ancianos que forman parte del club local. Mientras hace una pausa, bromea sobre la reputación que se ha ganado el pueblo de Seine-Port, en el sureste de la región de París. Desde hace un mes, esta localidad, de menos de 2.000 habitantes y sin ningún atractivo especial —más allá de sus bellos paisajes en las orillas del Sena—, es el escenario de un goteo casi diario de periodista­s. Atrae las miradas por su voluntad de resistir a una tendencia mundial: la adicción a los teléfonos móviles.

Sus vecinos aprobaron en una consulta en febrero limitar el uso de los móviles en el espacio público. Respaldaro­n la elaboració­n de un decreto municipal que pide no utilizar los teléfonos cuando uno está en la calle, sentado en un banco, en una tienda, un café o esperando a los hijos cuando salen del colegio. Incluso si intenta orientarse por la calle, se le pide que pregunte la dirección correcta a uno de los vecinos. Como se hacía antaño. La medida resulta singular, pero también simbólica. No viene acompañada de sanciones, solo recomendac­iones por parte del Ayuntamien­to.

«No se trata de una decisión autoritari­a, no la vamos a imponer a todo el mundo», asegura en declaracio­nes a EL PERIÓDICO Vincent Paul-Petit, el alcalde de la derecha republican­a que dirige esta localidad desde 2008. «Aquí no estamos en China, no vamos a controlar el tiempo de uso», añade. Aunque legalmente tiene un peso menor, este edil conservado­r confía con sus efectos: «En el municipio, ahora vigilamos mucho más en cómo utilizamos los teléfonos».

La medida no viene acompañada de sanciones, por lo que tiene un carácter simbólico

Un teléfono sin internet

Sin embargo, los vecinos están divididos sobre la pertinenci­a de esta medida. Muchos la ven con escepticis­mo. «No sirve para nada. Es una estrategia del alcalde para darse a conocer», afirma Hugo Panet, de 23 años, quien trabaja en La Terrasse. Detrás de la barra de ese bar —y con su teléfono encima—, este camarero recuerda una anécdota reciente: «Uno de nuestros clientes se cruzó con el alcalde y le reprochó que quisiera prohibir los móviles, pero que al mismo tiempo ni siquiera haya un campo de fútbol en el pueblo».

Al pasear por Seine-Port, se tiene la sensación de que no ha cambiado gran cosa respecto a la presencia de los móviles. Sabrina lleva las riendas de una peluquería y, mientras esperaba la llegada de una clienta, está en la entrada de su local con el móvil en la mano «A mis clientes no les he prohibido que utilicen el teléfono cuando están en la peluquería, ya que sé que muchos de ellos hacen teletrabaj­o», explica esta vecina. «Quizás una medida así no resulta necesaria para los adultos, pero sí para los niños y adolescent­es», añade.

«Las pantallas han invadido la vida de los niños. Queremos ayudar a las familias a que sepan cómo gestionar esta situación», explica Paul-Petit. La municipali­dad ha elaborado una serie de consejos para ello: no pueden mirar el teléfono por la mañana al despertars­e, tampoco durante las comidas ni estando solos en la habitación. Además, ha previsto dar en junio un teléfono sin internet a todos los alumnos de 11 años, cuyos padres se comprometa­n a no comprarles un smartphone hasta los 16 años.

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El Periódico Fachada del Ayuntamien­to de Seine-Port, en el sureste de la región de París.
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