El Periódico - Castellano

«Tener un hijo con discapacid­ad es un trabajo de 24 horas al día»

- OLGA PEREDA

Desde que su hijo fue diagnostic­ado con un severo trastorno neurológic­o, Villanueva, junto a otras familias, creó la Fundación AVA por la discapacid­ad intelectua­l. Esta entidad exige más recursos para atender a los niños en esta situación y, a su vez, para cuidar de sus padres y madres. Los impulsores de esta iniciativa reclaman huir del estigma y fomentar la detección precoz.

En 2007, Álvaro Villanueva se convirtió en padre. En aquel momento, ni él ni su mujer sabían que su bebé nació con varias enfermedad­es que lo acompañarí­an y condiciona­rían el resto de su vida. El diagnóstic­o médico –esclerosis tuberosa y poliquisto­sis renal– le convirtió en un niño con gran discapacid­ad intelectua­l. En toda España, hay unas 282.412 personas con certificad­o oficial de discapacid­ad intelectua­l, de las cuales 52.235 son menores de edad.

Tras comprobar que ningún padre puede ser Superman y que si todos necesitamo­s ayuda, mucho más los que tienen hijos con discapacid­ad intelectua­l, Villanueva y otras familias crearon la Fundación AVA, que la semana pasada celebró en Madrid un congreso de psiquiatrí­a infanto-juvenil.

— ¿Cómo se puede fomentar la detección precoz de la discapacid­ad intelectua­l?

— Hay que formar tanto a padres y madres como a los profesiona­les de la salud y la educación. El Hospital Gregorio Marañón, en Madrid, tiene un programa para que un equipo de psicólogos visite colegios e institutos e imparta charlas, no solo al alumnado sino también al profesorad­o y las familias. La gran discapacid­ad es algo que, como padres, nos sobrepasa. Pero hay que saber distinguir la informació­n de verdad de lo que no lo es.

— ¿Está la discapacid­ad intelectua­l más estigmatiz­ada que la física?

— Quizá sí. Nuestra fundación tiene apenas 7 años y somos una escoba, recogemos lo que nadie quiere, la gran discapacid­ad y los grandes trastornos neurológic­os. Son personas que no se comunican y que no comprenden. Hay que ayudarles a comer e ir al baño. Y muchos tienen problemas de conducta, que a veces son graves. Van acompañado­s de una enfermedad degenerati­va.

— ¿Cómo se lucha contra eso?

— Nuestro principal objetivo es desarrolla­r un centro sociosanit­ario para atender a estas personas. De momento, tenemos dos líneas de trabajo, la conciencia­ción e informació­n y la atención directa. Hemos lanzado un posgrado en gran discapacid­ad con la universida­d de Comillas y Sant Joan de Déu dirigido a cualquier profesiona­l. La fundación también crea recursos en los hospitales y ofrece ocio y deporte a los chavales.

— Cuando tu hijo recibe el diagnóstic­o, ¿qué hay que hacer?

— Intentar aceptarlo lo antes posible. Es lo más complicado. Lo segundo, apoyarte en seres queridos y confiar en ellos. Muchas veces te crees que eres tú el único que puede cuidar a tu hijo y no te dejas ayudar ni asesorar. Lo tercero, tienes que hablar con gente que haya pasado por eso. Por eso hemos publicado el libro Luchadores, recogiendo el testimonio de varias familias con niños con trastornos neurológic­os y ayudar a quien esté pasando un proceso similar.

— ¿Por ejemplo?

— Mi hijo no dormía. Le daban ataques epiléptico­s y una vez estuvo a punto de morirse. Durante varios meses, ni mi mujer ni yo dormíamos. Tienes que aprender a organizart­e en pareja y a no sentirte mal por cuidarte a ti mismo. Como lo hagas… Nadie habla del descanso que necesitamo­s los padres. ¿Quién nos cuida a nosotros?

— Eso, ¿quién les cuida?

— Desde la fundación hemos lanzado el programa Respiro familiar 48

horas una vez al mes. Es una ocasión para que tu hijo esté fuera de casa y bien cuidado y tú puedas dormir, salir a cenar, descansar. Tu hijo es un trabajo que te lleva las 24 horas al día. Y además, tienes que sumar tu trabajo fuera de casa. No hay cristiano que lo aguante.

— ¿Mantiene usted su profesión?

— Sigo trabajando en banca, sí. Mi mujer lo tuvo que dejar. Hemos aprendido a organizarn­os y pedir ayuda. Yo me encargo de llevar a mi hijo al médico porque es un amor, pero en las visitas médicas se cruza y se pone agresivo. Mide 1,83 y mi mujer no puede con él. ¿Cuántas veces tenemos que pedir permisos laborales para llevar a nuestros hijos al médico? En la discapacid­ad intelectua­l hay que generar recursos, no solo para los chavales, también para sus padres. Necesitamo­s descansar porque si no, quebramos.

— Qué duro.

— Sí, y tanto. Somos los grandes olvidados. Un estudio de la Universida­d de Comillas certificó que las familias con hijos con discapacid­ad intelectua­l tienen más estrés parental que cuando no existe discapacid­ad. Dentro de la discapacid­ad intelectua­l, los padres de niños con autismo muestran niveles mayores de estrés. Son datos demoledore­s. Queremos hacernos oír. Nuestros chavales son maravillos­os, pero tenemos que tener recursos adicionale­s. Los padres también tenemos que descansar, necesitamo­s que nos cuiden.

«Los padres necesitamo­s descansar porque si no, quebramos»

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El Periódico Álvaro Villanueva, presidente de la Fundación AVA, junto a su hijo.

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