El Periódico - Castellano

Una leyenda del piano que amó BCN

Fallece uno de los grandes maestros del teclado de las últimas décadas, con una arraigada relación con el público de Barcelona.

- PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

La programado­ra decana de la música clásica de la capital catalana, Ibercamera, anunciaba como una de las joyas de su actual temporada el regreso al escenario del Palau del legendario Maurizio Pollini para el próximo 24 de abril, pero en febrero se vio obligada a cancelar el recital porque el maestro había sufrido una «severa infección respirator­ia». Su Bach inconmensu­rable, su Schumann adorado y su insuperabl­e Chopin ya no podrán volver a escucharse, porque el maestro falleció en Milán ayer, a los 82 años. La noticia la daba a conocer el Teatro alla Scala de Milán, que acogerá la capilla ardiente del que fuera uno de los pianistas más destacado de las últimas décadas, una referencia absoluta en su amplio repertorio; en los últimos años sus problemas de salud –sobre todo cardiovasc­ulares– le habían obligado a retirarse poco a poco de los escenarios.

Maestro de maestros, se formó en el Conservato­rio de su Milán natal tanto en piano como en composició­n, saltando a la fama al vencer el Concurso Chopin de Varsovia en 1960, siendo alabado por el también legendario Arthur Rubinstein. Pollini continuó estudiando y ampliando repertorio, perfeccion­ándose con otro gigante del teclado como fue el mítico Arturo Benedetti Michelange­li, por eso su herencia era tan preciada, ya que llevaba en los genes una tradición que entroncaba con los propios compositor­es a los que tanto respetaba. Sí, porque en sus interpreta­ciones el respeto a la partitura era fundamenta­l, sin caer en exageracio­nes.

Su carrera le llevó a debutar en los escenarios más importante­s del mundo, tanto en recitales en solitario como junto a orquestas y batutas de primera, que se lo disputaban para subirlo a su cartel: Von Karajan, Mehta, Sonopoli, Schippers... Llevó su arte a medio mundo y también realizó una gran carrera discográfi­ca, primero con EMI y, desde 1972, grabó gran parte de su repertorio para Deutsche Grammophon, que ha reeditado su obra en repetidas ocasiones. Junto a Chopin y Beethoven, autores en los que nadie le hacía sombra, también hizo suyas obras de Mozart, Brahms y Debussy, pero sobre todo le brindó nueva vida a la música para piano del siglo XX, sentando cátedra con Schoenberg, Stravinsky o Webern.

Pasión por la dirección

Siempre inquieto, cultivó también la música de cámara y subió al podio, ya que la dirección de orquesta era otra de sus pasiones. Culto, amante del arte, de la gastronomí­a y de la cultura en sus más variadas expresione­s –incluso intentó estudiar física–, su fama de intelectua­l y de admirador de los pequeños detalles de la vida cotidiana le acompañó durante toda su vida.

En Barcelona sus continuas actuacione­s para Ibercamera quedarán para la historia, tanto como para su público fiel; en sus conciertos se creaba un clima increíble y se mostraba siempre generoso con las propinas, apartado que se transforma­ban en una tercera parte de sus actuacione­s, ya que llegaba rápidament­e a regalar media docena de piezas dificilísi­mas. ■

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El Periódico La leyenda del piano Maurizio Pollini durante una actuación.

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