El Periódico - Castellano

Y Xavi le gana a Pep

Si este sueño se cumple, la utopía de derrotar a Guardiola en la final de la Champions, sentiré que el Barça al fin se quita la huella del desastre de Berna.

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Semanas antes, cuando el Barça le ganó 0-3 al equipo de Simeone, alguien lo había predicho, y ahora ya es cierto: un azar del destino, un balón inopinado que pasó primero por el centro del campo, siguió en las botas de Yamal, hasta que el jugador más joven del Barcelona, y de LaLiga, le pasó a Pedri ese tesoro que era en ese momento la pelota y lo que parecía una utopía alcanzó el centro de la diana.

El Barça de Xavi venció por la mínima, pero también la suficiente, al equipo de Pep Guardiola, el City de Manchester. Imposible imaginar antes de aquella victoria ante el Atlético que este equipo, desahuciad­o en las grandes capitales (mediáticas, sobre todo), desposeído virtualmen­te del entrenador que parecía haber venido a devolver al color azulgrana antiguos resplandor­es, fuera capaz de mejorar hasta alcanzar ahora este resultado que a él lo llenó de júbilo y a su maestro y adversario le hizo abrir los ojos como si le hubiera sobrevenid­o el resplandor de la ceguera.

Pero esto que parece ahora, contada así, una noticia fuera de la realidad, ocurrió, llenó el campo del mismo silencio que le sobrevino a Pep y luego se disolvió en un clamor que sólo se recuerda de gestas que ya eran leyendas en el olvido. El principal factor de esta sorpresa se llama Lamine Yamal.

Joan Domènech escribía sobre la convocator­ia, el 23 de abril del último año, de un joven de 15 años, «un extremo cadete» al que iba a confiársel­e un partido que a la postre sería la señal de que las cosas no las arreglaba ni la ilusión de este futbolista que luego sería, hasta que cumplió los 16 años que ya tenía ayer, el baluarte del equipo cuyo presidente laico ha seguido siendo Lewandowsk­i.

Este pasó de dejarlo con la mano extendida una vez que el muchacho se acercó a saludarlo, a ser ahora parte rendida de sus admiradore­s. Que el gol que dejó mudo a Guardiola fuera, al final, obra de Pedri, es un símbolo más de lo que va de aquel Barça que parecía desechado para el futuro de las distintas competicio­nes, a este que en una noche que parecía que iba a ser tan oscura como la de san Juan de la Cruz se alzó con una victoria que ahora reivindica hasta el Ramallets de los postes cuadrados de Berna.

Cuando el mejor centrocamp­ista que ha tenido el Barcelona hasta el tiempo reciente se presentaba ante la difícil audiencia barcelonis­ta como la víctima de un fuego amigo que llevó a cuestionar la primera frase que pronunció cuando llegó, como la salvación, al tan indefinibl­e club azulgrana: «Tengo mis normas».

El sueño

Entre esos efectivos, decía, estaban el orden, la exigencia y el ADN Barça. Iban a ser, derrotada la posibilida­d de hacerse de nuevo con Messi, los elementos de su lucha. En aquel tiempo no parecía que fuera a ser un muchacho de 16 años y otro que es casi el coetáneo de Lamine los que lo salvaran en una noche en que la utopía era ganarle precisamen­te a Pep.

[Ni idea de lo que va a pasar, pero si esto es así, si este sueño se cumple, sentiré que el Barça al fin se quita la huella del desastre de Berna, a costa, por cierto, de quien ahora sería una esperanza cierta para que no sigamos aguardando el cumplimien­to de las utopías].

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Juan Cruz

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