La herida por los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia sigue abierta
▶ La llamada campaña de la Alianza Atlántica, llevada a cabo en 1999 durante unas 11 semanas, alimentó el discurso nacionalista y sigue provocando división 25 años después de los ataques
En Belgrado, Serbia, está el monumento conocido popularmente como La llama eterna, al que se acude para conmemorar a las víctimas de los bombardeos de la Alianza Atlántica (OTAN) sobre Yugoslavia en el año 1999. El monumento, que mide alrededor de unos treinta metros de altura, es básicamente un obelisco que en los años ha provocado grandes polémicas. Las razones son muchas pero, entre todas ellas, hay una destaca por encima de las demás: el monolito, que es el mayor homenaje arquitectónico a los muertos en ese ataque, fue erigido por voluntad de Mirjana Marković, esposa de Slobodan Milosević, quien gobernaba a los serbios con mano de hierro y era presidente justo cuando ocurrieron los hechos. Tanto así que hace tiempo alguno incluso propuso renombrarlo en memoria de las víctimas del fallecido dictador.
Veinticinco años después del inicio de la campaña de bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia, que se conmemoraron justo ayer, Serbia, entonces el país que luchó contra la desintegración de esa entidad socialista, ha cambiado, pero aún no olvida ni ha sanado por completo esa herida dolorosa como los terribles crímenes cometidos por Milosević en aquellos años de conflicto. Esos recuerdos urbanos de las bombas lanzadas por la OTAN tampoco permiten la amnesia de ese doloroso episodio bélico.
La operación, iniciada por orden del español Javier Solana (que por aquel entonces ejercía de secretario general de la OTAN por esos días) y sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU (cuya reputación después de todo aquello quedó irremediablemente dañada), duró un total de 11 semanas, en las que se lanzaron miles de bombas y murió un número aún hoy desconocido de civiles. Las cifras oscilan aún hoy entre los 500 fallecidos, según calcula la plataforma Human Right Watch, y los 2.500, según estiman las propias autoridades serbias. Por su parte, la OTAN no respondió a una reciente petición de BIRN sobre esta información, según confirmó este medio especializado en investigaciones periodísticas en la región.
Guerra (también) por el relato
La discrepancia alrededor de todos estos datos, así como sobre el número total de víctimas de los bombardeos, sigue siendo, dos décadas y media después, una de las grandes herencias de la controversia. La justificación declarada de la operación era evitar una limpieza étnica de los albanokosovares en la entonces provincia serbia de Kosovo, tras el fracaso de la conferencia de Rambouillet (París).
Pero esta versión, defendida por la Alianza Atlántica y una parte de la política occidental, ha sido reiteradamente cuestionada, también en virtud de testimonios muy recordados en Serbia, como el del exsecretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger. «El texto de Rambouillet, que pedía a Serbia admitir tropas de la OTAN en Yugoslavia, fue una provocación, una excusa para iniciar el bombardeo», dijo Kissinger en una entrevista concedida en junio de 1999 al diario británico The Daily Telegraph en referencia a ese episodio bélico.
Fuera del debate sobre el origen del conflicto, analistas como Miguel Roán han descrito, con el sosiego que permite el paso de los años, lo que la operación militar supuso para la población civil. En Belgrado, «bombardeada con bombas de grafito», la ciudad quedó «sin energía eléctrica durante días» y se vivieron escenas de «dolor» y «estupor». Entre estos episodios, según cita Roán en uno de sus análisis, estuvieron los bombardeos «de un hospital de maternidad» y los proyectiles estadounidenses que cayeron sobre «la Embajada de China, supuestamente por un error de cálculo de las fuerzas atlánticas».
En total, según cálculos periodísticos, se produjeron al menos 11 ataques masivos con víctimas civiles en todo el territorio que entonces aún era Yugoslavia; incluso dos muy graves contra columnas de refugiados albaneses. Por eso también, según investigadores independientes como Francisco Veiga, la campaña de la OTAN nunca cosechó «las simpatías [en la opinión pública europea] que había levantado la guerra de Bosnia». «Hubo de todo: bombardeos de autobuses de línea, centros residenciales de civiles, un convoy de la plataforma internacional Médicos del Mundo, y hasta una cárcel en la que estaban detenidos numerosos nacionalistas albaneses», ha escrito Veiga en el ensayo histórico La fábrica de las fronteras, una de las obras más completas sobre esos hechos.
El número oficial de víctimas del ataque se desconoce, aunque se estima que pudo haber más de 2.500 muertos
Gasolina para el nacionalismo
Bombardeos fruto de errores, o al menos calificados así por la Alianza Atlántica, que pasaron a alimentar la propaganda y el discurso nacionalista serbio en un país en el que ya Milosević reprimía a todo el que se planteara como opositor. Daño colateral de ello: asesinatos como el del periodista Slavko Ćuruvija en abril de 1999, después de ser acusado por un medio progubernamental de apoyar la campaña atlantista. «La deshumanización de los periodistas considerados como incómodos, acusados de traición a la patria, sigue siendo hoy una herramienta usada [por la política en Serbia]», respondía esta semana a EL PERIÓDICO Ivana Stevanović, de la Fundación Ćuruvija.
Eso sí, un resultado del operativo fue la salida de Serbia de Kosovo y la posterior caída en desgracia de Milosević, pero eso no impidió la prolongación el conflicto diplomático entre Belgrado y Prístina, nunca apagado, con sus múltiples consecuencias para la región. El historiador británico Mark Mazower lo resumió así en su obra The Balkans: «Se resolvió un problema, la persecución serbia de los albaneses, creando otros [como] la persecución de los albaneses de los serbios [en Kosovo]», lo que se ha de sumar a la perpetuación de «un fuerte nacionalismo étnico mientras las tradiciones cívicas han permanecido frágiles». La obra, considerada todo un clásico en su género, examina las causas del conflicto étnico en los Balcanes y analiza cómo el encuentro entre diferentes poclaciones acabó generando una profunda división en la sociedad de la región.
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