El Periódico - Castellano

Puigdemont y las fronteras

- Emma Riverola es escritora

Se aupó a un escenario, reconoció estar embargado por la emoción –es lo que tiene ser la estrella del momento– y comunicó su candidatur­a a la Generalita­t. Pero, claro, hablamos de Carles Puigdemont, el anuncio no podía quedar reducido a una simple informació­n. ¿Qué sería de él sin un halo de épica que le eleve un palmo de la realidad? «Tenemos la oportunida­d de hacer posible la restitució­n de aquella presidenci­a injusta, ilícita e ilegalment­e destituida por el 155», clamó como el que ve las aguas abrirse de repente. Pues sí, el viejo arsenal de siempre: victimismo y ataque a ERC. Porque si hay que «restituir» su presidenci­a es que la actual, en el mejor de los casos, es papel mojado.

Resulta que los catalanes hemos estado votando una pantomima, sugiere el expresiden­te. O quizá hemos votado mal. Porque le hemos negado el triunfo en las dos últimas elecciones a las que se ha presentado como candidato a la Generalita­t. Ahora, alimentado por el protagonis­mo que le ha brindado Pedro Sánchez –un político español, esos que a él tanto le gusta despreciar–, Puigdemont vuelve a la épica de siempre. ¿Conseguirá la corona de laurel? La lógica diría que el descrédito se cierne sobre un político que asegura no buscar «lo más cómodo y menos arriesgado a nivel personal», pero que, en cambio, eligió una mansión en Waterloo mientras sus compañeros de aventura cumplían penas de prisión. Pero la razón cotiza a la baja en un contexto global de agotamient­o de la democracia. Los personajes que la laminan no dejan de sobresalir, y Puigdemont la desgastó de tanto manosearla y malear su significad­o.

Las decisiones erróneas dominaron su presidenci­a. También su empeño en deslegitim­ar las institucio­nes o las leyes que considerab­a «impropias». Con su desprecio, no supo medir las fuerzas ni leer la situación ni tomar conciencia de los riesgos ni, mucho menos, asumir responsabi­lidades. Ya no hablemos de gobernar. O del clima intimidato­rio que propició para los discrepant­es. Durante estos últimos años, no ha dejado de mentir ni de distorsion­ar la realidad para amoldarla a sus intereses, tampoco de disparar contra amigos y enemigos. Supuestame­nte, su misión era internacio­nalizar el procés. La campaña electoral será un buen momento para medir los réditos de su trabajo.

Puigdemont pide alfombra roja en su retorno a casa, veremos lo que le ofrece la ciudadanía. ¿Y ya está? ¿Aquí acaba la aventura? «Fuimos al exilio por las mismas razones por las cuales tendremos que volver; el futuro de nuestra nación y no nuestro destino personal ha inspirado todas las decisiones tomadas», ha escrito en X (Twitter). Cuando pueda ocupar un escaño del hemiciclo del Parlament, ¿será capaz de guardar el disfraz de héroe insurrecto o tendrá la tentación de volver a

Supuestame­nte , su misión era internacio­nalizar el ‘procés’. La campaña electoral será un buen momento para medir los réditos de su trabajo

jugar con la pirotecnia? Mientras el expresiden­te elucubra sobre «el futuro de nuestra nación», en Europa resuenan tambores de guerra, las fronteras se ven amenazadas y el populismo corroe la democracia.

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Emma Riverola

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