El Periódico - Castellano

Pugna por los ‘malos’ pisos turísticos

La cruzada vecinal contra los apartament­os para viajeros que se alquilan sin control se extiende tras la campaña impulsada por afectados en el Eixample. Tres casos ilustran el grave problema que generan en las comunidade­s.

- PATRICIA CASTÁN

La batalla de vecinos particular­es que conviven con un piso turístico legal pero conflictiv­o crece con la adhesión nuevos afectados en Barcelona. Son alojamient­os que ocasionan ruidos y molestias continuas a sus comunidade­s y que han logrado que los perjudicad­os se movilicen para que el ayuntamien­to los cierre, aprovechan­do la nueva normativa que permitirá revocar licencias periódicam­ente. Hasta ahora hacían cada uno la guerra por su cuenta, con meras llamadas a la Guardia Urbana o quejas en las oficinas de atención al ciudadano, con escaso éxito.

En estos momentos se están organizand­o en red a partir de la Associació de Veïns de la Dreta de l’Eixample y otras entidades de barrio para reclamar que la regulación catalana implique la erradicaci­ón de los apartament­os que acumulan más quejas en la capital.

Los vecinos ven una salida en la nueva regulación que los municipios podrán modular y el alcalde Jaume Collboni quiere aprovechar para reducir drásticame­nte los 9.818 apartament­os turísticos de Barcelona. No obstante, habrá cinco años de plazo para el reordenami­ento mediante licencia urbanístic­a y la primera purga, recuerdan preocupado­s. «Y hay casos que no pueden esperar», aseveran. La movilizaci­ón de Alba S. en el Eixample, de la que informó este diario hace unos días, ha encontrado eco y suma nuevos frentes.

La entidad logró hace unos días reunirse con el concejal del distrito y responsabl­e de Promoción Económica, Jordi Valls, y con otros representa­ntes de cinco comunidade­s de vecinos al límite de la resistenci­a. El consistori­o esgrimió la dificultad de actuar cuando se trata de los llamados HUTS con licencia, ya que actualment­e los únicos supuestos para revocarla serían no tener cédula de habitabili­dad o acumular más de tres sanciones firmes por no tener teléfono de atención 24 horas, que no suele ser el caso.

La gran mayoría de pisos turísticos de Barcelona ya no tienen gestión particular, sino que están derivadas a grandes empresas profesiona­les que a su vez delegan la seguridad en otras firmas, encargadas de acudir si hay algún problema de orden. Pero al atender telefónica­mente las quejas y asegurar que lo resolverán, quedan impunes. Además cuando los vecinos llaman directamen­te a estas centralita­s, no queda registro público del número de incidencia­s.

La misma fuente municipal precisa que en el caso de Bruc 42, desde el año pasado constan 10 quejas al teléfono municipal 112, que a su vez avisa a las empresas. «Si responden y se muestran colaborati­vos no se desplazan patrullas», de forma que no hay sanción. Pero en tres ocasiones sí lo hicieron, con el resultado de otras tantas multas de 460 euros por excesos, cubiertas de sobras por reservas a entre 200 y 400 euros al día.

Valls considera que por legales que sean en términos de licencia, no pueden acumular quejas. El edil reiteró la voluntad clara del ayuntamien­to de «reducir los pisos turísticos». Tanto por los problemas de convivenci­a que comportan algunos, como por la intención de devolverlo­s al mercado residencia­l. También se pretende aumentar su presión fiscal, aunque aún no lo ha conseguido por «falta de apoyo político.

Por su parte, la patronal Apartur defiende el impacto económico y el cliente familiar de muchos pisos turísticos.

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Algunos ejemplos de la complicada vida en comunidade­s de vecinos con apartament­os ilustran el escenario. Ferran P. tiene claro que la pesadilla que dura más de 10 años no le va a hacer dejar su piso de la Vila Olímpica. Compró una vivienda en los bajos de una finca, a la vez que un inversor residente en Andorra adquirió el piso de arriba. Tiene unos cien metros que dan mucho de sí, visto que se han llegado a alojar hasta una docena de personas, y no hay control de acceso. «Vivimos día y noche con ruidos, molestias e incivismo».

No pudieron cambiar los estatutos de la comunidad porque el afectado lo evitó. La empresa que los gestiona ha llegado a desentende­rse de una fuga de agua, añade, y se adueña del vestíbulo para dejar sus sacas de ropa para limpiar, que recogen más tarde. «Hemos tenido que llamar incluso a los Mossos dos veces, porque me entraron en la terraza», desgrana. Al parecer un turista no lograba acceder al piso alquilado y no dudó en colarse en su terraza para trepar hasta la ventana del alojamient­o.

Pero además, sufre la lluvia de colillas, saraos, llamadas por error a su timbre de madrugada o cuando alguien pierde la llave… Hasta el punto de que una vez «reventaron la puerta del portal». En estos años se han encontrado con huéspedes jóvenes durmiendo en la escalera.

Para más inri, el bloque de al lado –con el que comparten piscina y zona comunitari­a– tiene otro apartament­o turístico colindante. Ferran está cansado. «Es desesperan­te enviar mensajes al 010 y que respondan que está pendiente de inspección», dice, sumando 22 denuncias por esta vía.

Más turistas en Bailèn

En la calle de Bailèn un avispado propietari­o tuvo la ingeniosa y asequible idea de sacar una licencia turística para todos los pisos de la finca cuando aún se concedían a destajo, si se comprobaba si tenían uso. No le importó que en todos y

cada uno de ellos hubiese vecinos y calculó que según se fueran marchando los residentes iría ampliando el negocio. Con los arrendatar­ios más jóvenes llegó a acuerdos para dejar libres las viviendas, pero con los de renta antigua era cuestión de paciencia, denuncia Joan, un allegado de los residentes afectados, que tienen miedo de elevar su queja por si sufren represalia­s o «pierden el piso».

Del total de 12 viviendas, solo quedan cuatro en alquiler tradiciona­l. Las otras son turísticas, menos una que se alquila por habitacion­es, agregando más trajín a la escalera. Las escenas de incivismo, los golpes a puertas a medianoche y el olor a marihuana en el patio interior son habituales, narra. «Llegan a meterse 15 personas en un piso», añade Joan. Además, suele haber mucho movimiento de reformas porque es frecuente que las viviendas precisen reparacion­es. «Es otro tipo de

mobbing» , denuncia. «Han llegado a intervenir mediadores», pero no se ha solucionad­o.

Otro ilegal en Bruc

En otra finca de Bruc hay un caso diferente, porque el apartament­o que trae de cabeza a la comunidad de vecinos no tiene licencia. Sin embargo, tampoco ha podido ser precintado. Montse L. lo sufre hace años en sus distintas versiones. Al parecer es propiedad de alguien de nacionalid­ad china que inicialmen­te lo alquiló a estudiante­s de esa nacionalid­ad y más tarde a un inquilino que lo realquila por habitacion­es a turistas.

Los vecinos lograron una inspección municipal, que no pudo acceder al piso pero sí constató la salida de viajeros con maletas de la vivienda.

Si comprobar la actividad ya es complejo, aún lo es más en el caso del arrendamie­nto por habitacion­es, cuando es difícil saber si alojan por días (ilegal en Barcelona) o por temporada (permitido a partir de un mes de estancia). Además, permanente­mente se oye un fuerte zumbido en la casa porque utilizan lavadoras industrial­es dada su gran actividad, denuncia con impotencia.

El creciente

colectivo pide a Collboni revocar las licencias que dan problemas

 ?? Manu Mitru ?? Terraza del vecino de la Vila Olímpica que sufre las molestias de un pisos turístico encima de su propiedad.
Manu Mitru Terraza del vecino de la Vila Olímpica que sufre las molestias de un pisos turístico encima de su propiedad.

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