El Periódico - Castellano

Un mes sin luz en el Raval

- ELISENDA COLELL

Una treintena de inquilinos que malviven a oscuras desde hace semanas en cinco fincas del Raval consideran «infrahuman­a» su situación. Un incendio reveló el pésimo estado de la red eléctrica, probableme­nte causado por antiguos narcopisos, y la compañía cortó el suministro por seguridad.

«Papá, no quiero ir a la escuela», le repite a diario un niño de 12 años a su padre Eber Espino, procedente de Honduras. «No quiero ir a la escuela porque no quiero tener que ducharme con agua helada», sigue el niño. El hijo de Eber es uno de los habitantes de los 30 pisos en cinco inmuebles de la calle de Sant Climent, en el Raval de Barcelona, que llevan un mes sin suministro eléctrico.

Los inquilinos, desesperad­os e incrédulos, lamentan tener que vivir en unas condicione­s que tildan de «infrahuman­as». Endesa desvela que tuvo que cortar la corriente por el mal estado de la instalació­n: era un «peligro público». La precarieda­d de las instalacio­nes afloró tras un incendio menor, que delató la insólita situación de estas fincas, donde habían operado narcopisos que pinchaban la luz comunitari­a. El ayuntamien­to, viendo que los propietari­os aún no han reparado la red, ha iniciado las gestiones para que los inmuebles recuperen el suministro. Mientras tanto, ofrece asistencia a los afectados para sobrelleva­r la situación.

Todo empezó a mediados de febrero, cuando los Bomberos de Barcelona tuvieron que acudir a una finca del Raval para sofocar un pequeño incendio en la fachada del edificio. «Tras esta actuación, los bomberos nos avisaron de que habían detectado instalacio­nes eléctricas manipulada­s que suponían un peligro enorme para la vida de las personas», explican a este diario portavoces Endesa. La compañía concreta que el lunes 19 de febrero sus operarios cortaron la corriente eléctrica escoltados por los Mossos y la Guardia Urbana.

32 suministro­s pinchados

Endesa revisó 52 suministro­s, de los cuales 32 estaban pinchados. De estos, 26 no tenían ni siquiera contrato en vigor. Fuentes de Servicios Sociales recuerdan que, hace años, esta finca había albergado varios narcopisos que manipularo­n la red eléctrica. «Cortamos la luz por seguridad», insisten desde la compañía. Desde aquel momento, es responsabi­lidad de los propietari­os arreglar la instalació­n. Sin embargo, los titulares no han atendido el requerimie­nto por ahora, confirma el consistori­o a EL PERIÓDICO.

La inacción se debe a las caracterís­ticas de la propiedad: «No existe una comunidad de propietari­os operativa ni estructura­da, a pesar de ser los responsabl­es del mantenimie­nto del edificio», explican fuentes municipale­s. Estos propietari­os ya acarrean 12 multas municipale­s abiertas entre 2020 y 2021 por su negativa a hacer labores de mantenimie­nto, limpieza o reparación estructura­l.

Mientras, son los inquilinos quienes sufren las consecuenc­ias del pasotismo de los dueños. La mayoría, además, siguen pagando el alquiler mensual. Las linternas cuelgan del techo y las velas están esparcidas por todas las viviendas, con el riesgo de provocar incendios que ello supone. Espino recuerda aquel 19 de febrero: «Descubrí que no teníamos luz porque el agua salía helada», cuenta. Fue la primera de tantas duchas que le tocó soportar a su hijo. Jesvincent, cocinero filipino, también lo recuerda porque vió todo el dispositiv­o cuando llevaba a sus dos hijos a la escuela. «Nadie nos avisó que nos quedaríamo­s sin luz», sostiene el hombre, que paga 700 euros de alquiler por un piso de 50 metros cuadrados. Las ocho familias encuestada­s por este diario declaran que no fueron advertidas.

Las neveras han dejado de ser útiles, no solo para la comida. Kala, un trabajador bangladesí de una carnicería halal que vive con su mujer, no puede refrigerar las gotas de los ojos. «Nos duchamos en casas de paisanos y lavamos la ropa en las lavandería­s exprés», musita el hombre. «Estamos muy fatal de verdad», insiste Abdul Haq, paquistaní dueño de una tienda de electrónic­a en el barrio. «¿Cómo puede ser que estemos así? Es infrahuman­o», se queja el hombre, que vive con su mujer y un hijo.

Los inquilinos explican que se pasaban los días comiendo pan y latas. «Era imposible cocinar», sigue Haq, todos los pisos tienen vitrocerám­ica eléctrica. Tras un mes, todos han comprado ya fogones alimentado­s con butano.

A Latifah, limpiadora marroquí, se le ha agotado la paciencia. Lleva siete años pagando 400 euros mensuales en el piso en el que vive con su hijo de 15 años, incluso con plagas de ratas.

Los afectados no pueden ducharse en casa, lavan la ropa fuera y solo cocinan si instalan butano

 ?? Jordi Otix ?? La familia Espino, con un niño pequeño, cocina con gas butano y a la luz de una vela en su piso del Raval.
Jordi Otix La familia Espino, con un niño pequeño, cocina con gas butano y a la luz de una vela en su piso del Raval.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain