El Periódico - Castellano

Viaje al corazón malsano de la ‘Factory’ de Andy Warhol

Las memorias de la actriz, escritora y ‘superstar’ Mary Woronov, publicadas bajo el nombre ‘Swimming undergroun­d’, reflejan la toxicidad del círculo warholiano en la década de 1960.

- RAMÓN VENDRELL

Mary Woronov (Palm Beach, Florida, 1943) entró en la corte de Andy Warhol a través de Gerard Malanga cuando era estudiante de Arte en la Universida­d de Cornell. Fue objeto de uno de los cientos de screen tests filmados por el artista (aunque no uno cualquiera, sino uno de los selecciona­dos por el Andy Warhol Museum para que Dean & Britta les pusieran música, proyecto que se concretarí­a en el álbum y la película 13 most beautiful. Songs for Andy Warhol’s screen tests); bailó cual dominatrix en Exploding plastic inevitable, el espectácul­o multimedia con el que Warhol presentó en sociedad a The Velvet Undergroun­d; y actuó en varios filmes del creador pop y experiment­al, señaladame­nte Chelsea girls, en el que interpretó el personaje de Hanoi Hannah. Woronov ofrece en Swimming undergroun­d. Mis años en la Fábrica Warhol (Reservoir Books) una zambullida en un micromundo malsano, y no solo por los hábitos tóxicos de sus habitantes. Corramos un tupido velo sobre la decisión de traducir The Factory, nombre del cuartel general de Warhol.

Juego peligroso

El show Exploding plastic inevitable fracasó en Los Ángeles. «Sin el caparazón protector de Nueva York parecía que habíamos perdido la magia», escribe Woronov. La soleada California, «donde tomaban ácido, llevaban trajes tecnicolor y practicaba­n el amor libre», y una pandilla de forofos del speed, la ropa negra, el cotilleo venenoso y las relaciones sexuales retorcidas se repelieron. En una excursión a Venice Beach, nadie salió del coche. «Ese es el problema con los california­nos, son tan felices que no hacen nada», dijo Paul Morrissey. «No pienso salir del coche. Id vosotros. Yo no pienso salir», dijo Warhol. «Volvamos al [restaurant­e] Ben Frank’s y nos sentamos allí», dijo Lou Reed.

Woronov se hizo «adicta» a las drag queens porque estaban «más enfadadas» que ella, «aunque sin perder la capacidad de reírse de todo». En tanto que criaturas extravagan­tes, las drag queens eran bien recibidas en la órbita warholiana. Pero intentar llamar la atención del amo y señor de la Factory para ser investido superstar podía ser un juego peligroso, por muy niña rica o rata callejera que fueras. Lo aprendió demasiado tarde la drag queen Brandy Alexander. «La luz de la cortesía se apagó, y Brandy se convirtió en carnaza», relata la autora. Empezó «el rollo duro en serio», conducido por Malanga, que finalmente dijo: «Vamos, Brandy, sabemos que te lo escondes. Queremos verlo. ¿Dónde te guardas el rabo?» Gritos. Llanto. Y todos allí mirando sin hacer nada.

La autora accedió al núcleo primigenio del entorno de Warhol: la Gente Topo. «Topo porque era gente a la que únicamente se veía de noche, con gafas de sol y una palidez de vivir bajo tierra. Topo porque se sabía que esa gente hacia una locura mayor de la que nadie salvo ese círculo íntimo tenía conocimien­to». «Algunos de los Grandes Topos Blancos –prosigue Woronov– eran Ondine, el Papa; Rotten Rita, el camello; Orion, la bruja; la Duquesa, y, por supuesto, Billy Name, el protector de la Fábrica».

Una noche estaban algunos topos en un apartament­o con las ventanas «selladas contra la letal luz del día». También estaba Warhol. «Le gustaba sentirse cerca de las movidas, notar la energía, pero no quería saber lo que estaba pasando de verdad», según Woronov. Lo que estaba pasando de verdad era que los topos no paraban de ir al cuarto de baño a esnifar e inyectarse drogas. «Éramos muy discretos. Sí, a primera vista parecía simplement­e que todo el mundo sufría una descomposi­cion intestinal tremenda». Los presentes se iban turnando para jugar con Warhol a su juego favorito: «Seamos niñas de once años en una fiesta de pijamas».

Tras la partida de Warhol, quizá hacia otro antro privado o público («Era el peor, empalmaba cinco o seis fiestas por noche. Hasta parecía un vampiro: pálido, vacío, ávido e insaciable»), una joven murió de una sobredosis. O eso creyó Woronov. Ondine improvisó una ceremonia en honor a la muerte. Rotten Rita, desnudo salvo por «una toalla enrollada a modo de turbante», se sentó al piano y cantó Tosca. Entonces decidieron

El círculo íntimo del artista hacía uso de drogas y practicaba el «amor libre»

que tenían que deshacerse del cadáver. En ello estaban, con el cuerpo ya en el rellano, cuando la fallecida volvió a la vida al tiempo que del ascensor salían dos sanitarios de emergencia­s y el asistente a la fiestecill­a que los había ido a buscar, convertido en el aoplón. La sobredosis no había sido mortal. «Todos chillamos y volvimos corriendo como cucarachas al apartament­o, haciendo una barricada en la puerta. Nadie nos persiguió. ¿Por qué iban a hacerlo? Éramos enfermos mentales».

Serie B

Mordaz y psicótica, la escritura de Woronov le sienta como un guante al imaginario del mundo Warhol, así como a su historia.

En otro planeta igualmente de culto, si bien por motivos distintos, el de la serie B, triunfaría Woronov con sus papeles en Noche silenciosa, noche sangrienta (1972), La carrera de la muerte del año 2000

(1975), Hollywood Boulevard

(1976), Rock’n’roll High School

(1979) o ¿Y si nos comemos a Raoul?

(1982), solo una muestra de las decenas de películas en las que ha actuado. Por no hablar de sus aparicione­s en series: Los Ángeles de Charlie, La fuga de Logan, El coche fantástico, Se ha escrito un crimen...

Woronov también es pintora y escritora de ficción.

 ?? El Periódico El Periódico ?? Una joven Mary Woronov posa en uno de los ‘Screen test’ realizados por Andy Warhol en los años 60.
El Periódico El Periódico Una joven Mary Woronov posa en uno de los ‘Screen test’ realizados por Andy Warhol en los años 60.
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Woronov, que presenta ‘Swimming undergroun­d’ sobre su experienci­a con Warhol, en la actualidad.

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