Del pan de payés al manchego
Los consumidores pueden encontrar tres sellos distintos que garantizan la calidad de un alimento elaborado en la UE: las denominaciones de origen protegidas (DOP), las indicaciones geográficas protegidas (IGP) y las especialidades tradicionales garantizad
España es el tercer Estado comunitario con mayor número de indicaciones reconocidas, 377, por detrás de Italia y Francia. El valor en origen de las producciones españolas con denominación de calidad ascendió en 2022 a 6.924 millones de euros, de los que más de 4.300 correspondieron a la industria vinícola. ¿Qué importancia tienen estos sellos de calidad? ¿De qué les sirven a los agricultores y a la industria alimentaria?
1 Denominación de origen protegida (DGP).
Una denominación de origen protegida (DOP) es un régimen de calidad amparado
por la legislación europea, que tiene por objetivo proteger a los productos alimentarios y a los productores que los elaboran de una zona geográfica concreta. Para asegurar la calidad, los productos alimentarios que se encuentran dentro de esta figura necesitan cumplir tres requisitos. El primero de ellos es que el producto debe ser originario de una zona determinada, aunque existen casos excepcionales en los que este territorio se amplía, como es el caso de la DOP del cava, que incluye distintas comunidades autónomas. El segundo precepto es que las características y la calidad del producto se deban exclusivamente a la zona geográfica. En este aspecto, por ejemplo, toma gran importancia el tipo de suelo y las condiciones de cultivo. En tercer lugar, todas las fases de producción se deben realizar en la misma zona geográfica.
En el caso del vino, por ejemplo, eso incluye desde el cultivo de la vid hasta el embotellamiento. En España hay un total de 213 DOP, que abarcan desde vinos y cavas (estos últimos se agrupan bajo una misma etiqueta) hasta jamones, aceites de oliva, quesos, mieles, hortalizas y frutos secos, especias y productos de repostería.
2 Indicación da (IGP). geográfica protegi
Los requisitos son algo más laxos en esta indicación. La diferencia con las DOP radica en que en las IGP no es necesario que todas las fases del proceso de elaboración de un alimento (o de crianza, según el caso) sean realizadas en el territorio delimitado, sino solamente el origen del producto en sí. La IGP es algo menos exigente a nivel de condiciones que la denominación de origen. Son productos reconocidos con IGP el pan de payés catalán, el aceite de oliva de Jaén, el queso de tetilla gallego o el ternasco de Aragón, entre una lista de más de 100 productos en España.
3 Especialidad rantizada (ETG). tradicional ga
Son productos agrícolas o alimentos tradicionales que presentan rasgos específicos que los diferencian de otros alimentos de la misma categoría. Aquí el requisito se fija sobre todo en el proceso de elaboración, más allá del área geográfica en que se produce. La ETG determina las materias primas tradicionales o la composición, el modo de producción o de transformación tradicional o artesanal. España tiene cuatro ETG: el jamón serrano, los panellets, la leche de granja y las tortas de aceite. En la Unión Europea, el país que lidera esta distinción es Polonia, con 11, seguida por Bulgaria, con siete.
4 El queso de Roquefort abrió el camino.
Las bases de las denominaciones de origen se fijaron en Francia, en 1666, cuando el Parlamento de Toulouse decretó que solamente los habitantes de Roquefort tenían la exclusividad del curado de este producto, que se produce en cuevas de esta misma población. Según apunta un artículo publicado por Jesús Cambra y Antonio Villafuerte, de la Universidad Pablo Olavide y el Instituto Internacional de San Telmo, por encargo de la Fundación Cajamar, esta distinción confería al producto «un valor especial, reconociéndose cualidades singulares debidas a las características naturales y climatológicas de la zona, así como a los sistemas históricos, tradicionales, de cultivo, crianza y transformación». Con todo, las designaciones geográficas más antiguas surgen con el vino y el aceite de oliva, ya que se trata de dos producciones que pueden ser muy distintas de un territorio a otro. Desde la antigüedad, de hecho, los vinos ya eran identificados por su lugar de origen para distinguirlos de otros, prosiguen ambos investigadores.
5 En España, los primeros fueron los vinos.
Con el ingreso de España en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), en 1986, llegaron a España los primeros reconocimientos de denominación de origen. Los primeros años los receptores de tales distinciones fueron los vinos: hubo 27 en el año 1986, un total de 13 en 1989 y siete más en 1992. En junio de 1996 empezaron a reconocerse alimentos tradicionales como la cecina de León, la faba asturiana, los quesos manchego y de Idiazábal, la miel de la Alcarria, el turrón de Alicante o el aceite de oliva de Les Garrigues, entre la lista de 49 productos que recibieron el sello de calidad aquel año. Los últimos en incorporarse, este mismo 2024, han sido la carne de cabrito de Extremadura, en enero; el vino del Campo de Calatrava, en febrero, y este pasado lunes, el vino de pago Rosalejo, que se produce entre las provincias de Toledo y de Ciudad Real.
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