El Periódico - Castellano

El niño eclipsa a Vinicius

- MARCOS LÓPEZ

Era el partido de Vini. O incluso de Endrick cuando apareció en la segunda mitad. Pero el duelo quedó, de inicio a fin, monopoliza­do por el joven talento del Barça, quien inclinó el ataque de España hacia la derecha. El Bernabéu pitó a Morata, pero ovacionó la asombrosa exhibición del niño de La Masia.

Ni un minuto de partido y Lamine Yamal tenía una cara de dolor que asustó a Luis de la Fuente. Asustó a España y asustó, por supuesto, a Xavi, el técnico azulgrana. Había dominado un balón y João Gomes, el centrocamp­ista brasileño del Wolverhamp­ton, dejó marcada su bota en la pierna del talento azulgrana. Hasta él se asustó por el dolor que sentía en ese momento, segundos de desasosieg­o porque estaban preocupado­s todos por su estado físico. Se levantó Lamine Yamal y volvió a pedir la pelota, sin miedo alguno a las patadas. Al primer cuarto de hora, no era la noche contra el racismo que enarbola Vinicius sino la noche en que el niño de La Masia inclinó el juego de España hacia la banda derecha. Hacia su hogar, allí donde este niño atrajo todas las miradas.

En ese arranque de partido, dos disparos (ambos fueras), dos regates (el primero a Bruno Guimaraes y el segundo, de nuevo, a João Gomes) para inventarse un penalti donde antes no había nada. Si acaso, y por muy inmóvil que estuviera el jugador brasileño, se apropió de un espacio que le permitió al colegiado portugués Carvalho Nobre pitar penalti.

Lamine provocó el penalti del 1-0, asistió a Olmo en el 2-0 y dio el pase del penalti a Carvajal

Toques mágicos

Lamine Yamal, una vez superada la primera patada, se apropió del escenario. Pidió el balón sin sentirse superado por el rival. Era Brasil, la pentacampe­ona del mundo, la ‘seleçao’ que ha perdido el rumbo de su historia. Extraviada como tiene la identidad desde hace años. Mientras él, ajeno a todo, iba a lo suyo, dejando quiebros deliciosos, sin necesidad incluso de usar sus delicados pies, tal si fuera un prestidigi­tador, sobrevolan­do sobre la pradera madridista. A la media hora, ya se habían escuchado miles de murmullos de admiración de los aficionado­s, no importaban las banderas, sintiendo que estaban descubrien­do algo asombroso. Esa jugada en la que esquivó a dos brasileños con tres regates eléctricos de un chico que tiene 16 años. No está de más recordar su edad, por mucho que se sepa.

Regates hipnóticos

Iban a ver a Vinicius y se toparon con la magia de Lamine Yamal. Hipnótico cada vez que tocaba el balón: tres regates hechos, tres buenos (100%). Preciso en el pase firmando con éxito siete de los ocho que intentó (88%), además de creativo como en la asistencia que le regaló a Dani Olmo en el 20. Si la primera parte del EspañaBras­il fue dominada por Lamine Yamal, en la segunda emergió Endrick, el delantero del futuro del Madrid. Otro niño. Tiene 17 años. Otro chico predestina­do. Cuatro partidos con la ‘seleçao’ lleva el aún delantero del Palmeiras firmando dos goles. Y no en cualquier sitio. Uno en Wembley; otro en el Bernabéu.

Estimulado por el 2-2 de Brasil, Lamine Yamal sometió ayer a Wendell, un defensa con oficio (30 años). Todo sucedió la noche en que el Bernabéu, ese lugar que presume de señorío, pitó a Morata, capitán de España, y aplaudió a Vinicius y Rodrygo. Y para culminar su exhibición dejó el azulgrana un maravillos­o pase con el exterior en el penalti a Carvajal (era el 3-2) sacando la versión más barriobaje­ra de Brasil. Ni así se asustó Lamine, líder intelectua­l y futbolísti­co de la nueva España. Y el Bernabéu se rindió y ovacionó al mayor patrimonio del Barça.

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Pierre-Philippe Marcou / AFP Olmo celebra su gol junto a Lamine Yamal, ayer en Madrid.

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