El Periódico - Castellano

Conviene ser aún prudentes

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La normalizac­ión del tipo impositivo del IVA sobre el precio de la electricid­ad, que este marzo ha vuelto a ser del 21% por primera vez en tres años, es uno de los factores que más ha impulsado la subida de la inflación, que se ha situado, según anunció ayer el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE), cuatro décimas por encima de la de febrero. Estamos, no obstante, con un índice de precios al consumo (IPC) del 3,2%, muy alejado de los datos de 2022, cuando, en julio, escaló hasta el 10,8%. Y es evidente que, pese a los dientes de sierra que siempre distinguen a este índice, tan sensible a factores diversos que lo empujan arriba o abajo, la inflación ha ido descendien­do desde entonces, en particular a partir de la segunda mitad del año pasado y gracias en buena medida a las medidas adoptadas por el Gobierno para frenar el precio de la energía.

Ahora, una vez que la caída del precio de la electricid­ad en el mercado mayorista lo ha colocado por debajo de los 45 euros por MWh, el Ejecutivo ha retirado las ayudas fiscales, de manera que el IVA de la luz reducido al 5% pasó al 10% en enero y ha vuelto al 21% en marzo. Razones similares explican el retorno al 21% del IVA del gas el próximo lunes, que probableme­nte verá su efecto en la inflación de abril. Nadie duda del difícil equilibrio existente entre la subida de los precios y las medidas fiscales, pero lo lógico es que según se va encauzando la situación económica se tengan que ir eliminando también las disposicio­nes extraordin­arias que se tomaron tanto para evitar la subida del IPC que, con la subida de los tipos de interés, podría haber devenido en una recesión, como para aliviar los gastos ordinarios de las familias. Los registros de marzo esconden un dato hasta cierto punto positivo. Si la vida es más cara parece serlo por circunstan­cias coyuntural­es, como la citada alza del IVA de la luz, y no por factores estructura­les. De hecho, la inflación subyacente, la que se mide eliminando los alimentos y la energía, ha caído dos décimas en marzo, hasta el 3,3%, lo que supone la menor tasa en los dos últimos años. También los precios de los alimentos parecen ir moderándos­e. Si en marzo de 2023 se encarecier­on un 16,5%, en febrero la subida era de un 5,3%. Con la excepción del aceite de oliva, que alcanza precios desorbitad­os.

Son datos agridulces, con los que conviene ser prudentes, en particular aquellos que tienen la capacidad de regulación para intentar controlarl­a, aunque no cabe duda de que la inflación es hoy mucho más moderada que hace un año. Sobre el IPC español en particular pesa, no obstante, otro temor que preocupa a los economista­s y es el incremento de los precios que se está registrand­o en la hostelería y en los servicios turísticos en el inicio de unos de los periodos que, con el verano, tienen una demanda más alta. Es paradójico que esta subida en hoteles y restaurant­es responda en gran parte a la mejora del crecimient­o económico y del empleo.

Es importante que los reguladore­s estén, por tanto, muy atentos a los elementos que pueden afectar a la evolución del IPC, porque del hecho de que la inflación siga moderándos­e en la zona euro va a depender que el Banco Central Europeo se decida de una vez a empezar a bajar los tipos de interés. Una medida imprescind­ible para aliviar el peso financiero de empresas, autónomos y familias.

DIRECTOR:

Sobre el IPC español pesa el temor del incremento de los precios en la hostelería y en los servicios turísticos

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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