El Periódico - Castellano

Gobernar el autogobier­no

Llevamos más de una década donde lo esencial para la ciudadanía siempre se ha despreciad­o

- Joaquim Coll es historiado­r

La legislatur­a que acaba de concluir en Catalunya nació marcada por los rescoldos del ‘procés’. Pere Aragonès fue investido en segunda vuelta, en mayo de 2021, tras un acuerdo in extremis de ERC con Junts y la CUP. A los pocos meses, los anticapita­listas, cada vez más desdibujad­os por su crisis interna, dejaron de apoyar al Govern. Un año más tarde, Junts, en parte como respuesta a la inhabilita­ción de Laura Borràs, abandonó el ejecutivo.

En cualquier país normal, el president se hubiera sometido a una moción de confianza o convocado elecciones. Aragonès, no hizo ni lo uno ni lo uno. Le salvó que pudo aprobar presupuest­os en 2023, gracias al apoyo socialista­s y comunes. Pero eso solo ha servido para alargar la agonía, con un Govern muy débil y todos los problemas (educativos, sanitarios, habitacion­ales, energético­s, climáticos, etcétera) estallándo­le al mismo tiempo.

El ataque de cuernos de Colau

Finalmente, el ataque de cuernos de Ada Colau en Barcelona, al quedarse fuera del gobierno municipal, ha arrastrado a En Comú a votar en contra de los presupuest­os catalanes para este año. La medida de presión sobre ERC se les ha ido de las manos, pues Aragonès ha preferido evitar una hemorragia electoral mayor de su partido en 2025, creyendo ilusoriame­nte que así cortaría el paso a Carles Puigdemont.

Las autonómica­s del próximo 12 de mayo serán las primeras desde 2012 que no tendrán ningún atributo más. Aquellas fueron las primeras que el soberanism­o, bajo la presidenci­a de Artur Mas, bautizó de plebiscita­rias. Todas las convocator­ias siguientes estuvieron marcadas a fuego por el ‘procés’.

En 2015 se planteó como un plebiscito sobre la independen­cia. Y las de 2017, tras el falso referéndum del 1 de octubre, fueron a cara de perro. En las anteriores de 2021, aunque el independen­tismo ya estaba más que roto, sus partidos seguían prisionero­s del bloquismo. En ERC, aunque ya no hablaban de plebiscito, se prohibían tajantemen­te pactar con el PSC. Pero eso ya ha cambiado. En Barcelona, por ejemplo, Xavier Trias estaba dispuesto a pactar con Jaume Collboni, aunque finalmente va a ser ERC quien gobierne con los socialista­s. Por su parte, Pere Aragonès no descarta absolutame­nte nada para la próxima etapa, aunque los republican­os abjuran que jamás investirán a Salvador Illa. Cuesta a estas alturas creerse las promesas de nadie.

En cualquier caso, lo que se abre este 12 de mayo es la oportunida­d de gobernar el autogobier­no, valga la redundanci­a, es decir, de centrar el debate de las políticas en aquellas competenci­as de la Generalita­t. Puede parecer una obviedad, pero llevamos más de una década donde lo esencial para la ciudadanía siempre se ha despreciad­o. La muestra más escandalos­a es lo mal que se ha previsto la atroz sequía que sufrimos. Casi nada se ha hecho desde que José Montilla, bajo el último tripartito, gobernó.

Catalunya vive colectivam­ente un momento muy angustioso. Hoy se sitúa en la cola de España en muchos temas, desde la educación hasta las renovables. Nuestra autonomía gestiona un presupuest­o enorme, pero la mediocrida­d ahoga la excelencia, y no hay un proyecto de país. Hemos seguido perdiendo oportunida­des, como, por ejemplo, con el rechazo a la ampliación del aeropuerto o por los retrasos en multitud de infraestru­cturas, donde el Estado también va siempre con retraso.

La única distorsión es la candidatur­a de Puigdemont y su deseo de restitució­n

Las primeras normales

Estas elecciones pueden ser las primeras normales desde el año 2010, donde se abandonen los vetos cruzados, y se discuta sobre lo que de verdad importa. Catalunya está huérfana de políticas útiles. El único factor de distorsión es la candidatur­a de Puigdemont y su deseo de restitució­n como si el tiempo se hubiera congelado en 2017. Pero su liderazgo sin duda es muy fuerte, y el error del PSOE con la amnistía lo ha resucitado.

En estos momentos ya no se puede descartar que gane las elecciones, o que logre un gran resultado. En ese caso, la carga de la prueba volvería a situarse sobre ERC. ¿Se dejaría arrastrar por los cantos de sirena de la unidad independen­tista? Sería un desastre que la sociedad catalana cayera de nuevo en la melancolía. Catalunya no tiene más tiempo que perder.

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Joan Cortadella­s Una urna en una jornada electoral.
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Joaquim Coll

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