El Periódico - Castellano

El estilo de ‘La Nena’ acogió a personajes ahora legendario­s, como Carlos Barral, Ana María Matute o Núria Espert

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ra los lectores de aquel Tele/eXpres que fue leyenda. El encargo que recibió Ana María Moix fue el de contar la vida de literatos y artistas de la época, radicados o que pasaran por Barcelona. El título de la sección (Veinticuat­ro horas en la vida de...) se lo puso el director del diario, Manuel Ibáñez Escofet, y ella puso el periodismo con mayúsculas que ahora sobrevive por eso, porque era periodismo y no jactancia.

No es extraño que el libro, y la serie, comience con una conversaci­ón, entre surrealist­a y audaz, con Josep Maria Castellet, que entonces era en Barcelona el más influyente

Kaye le asalta para hacerle la pregunta más borde:»¿Por qué ya no eres divertido?».

A sus 75 años, Martin sigue siendo divertido, como corrobora el éxito de Solo asesinatos en el edificio y como se puede advertir, a través de Ahora, en los ensayos de sus espectácul­os con su viejo amigo Martin Short. Pero incluso todo este tiempo después se puede adivinar un rastro de melancode los críticos, el que dio a la luz una antología de poetas que cambió el lento caminar de la poesía española. El estilo de Ana María acogió, para asimilarlo­s y hacerlos más cercanos a la historia que vendría, a personajes ahora legendario­s, como Carlos Barral, Ana María Matute o Núria Espert. Su propio hermano Terenci, Juan García Hortelano, Juan Marsé, Quino, Colita, Jaime Gil de Biedma o Gonzalo Suárez son exponentes de un amplio espectro de personajes que expresan el brillo extraordin­ario de una época que no sabía que le estaba dando la bienvenida al boom y describien­do el fin de la dictadura.

Leer este libro es darle la mano a un tiempo que ya no vendrá más. Con este regreso, le explica al mundo de hoy que antes no solo hubo otro periodismo sino otra manera de contar cómo es la vida de los que se sientan a hacer que la literatura ampare tiempos mejores. Para el periodismo, Ana María Moix fue la que le regaló a aquel tiempo una generosida­d despojada de la estridenci­a.

■ lía en la mirada del artista, una herida por cerrar. Neville tiene el acierto de recuperar el clip más apropiado de Solo asesinatos: ese momento de la segunda temporada en que Charles, su atribulado actor-detective, afirma no saber demasiado sobre su padre, pero sí lo suficiente como para creer que no fue un buen hombre. Martin parece decidido a ser para su hija el padre que él nunca tuvo.

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El Periódico Steve Martin, muy joven, en una imagen del documental.

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