El Periódico - Castellano

Los pactos de ERC y Junts con el PSC

Parlament, en los municipios y también a escala estatal. Los de mayo serán los primeros comicios en los que se consuma la ruptura de bloques.

- SARA GONZÁLEZ

Pese a que en el año 2021 los independen­tistas se comprometi­eron a no acordar un gobierno con los socialista­s, han acabado pactando con ellos en el

«Con el PSC tenemos proyectos incompatib­les», ha pregonado ERC. «En ningún caso será investido con nuestros votos», ha sentenciad­o también Junts. De nuevo, el veto de los independen­tistas a un pacto de gobierno con el PSC se sitúa en el epicentro de la campaña de las elecciones del próximo 12 de mayo. En 2021 ambos llegaron a firmar un documento en el que se comprometí­an por escrito a no llegar a un acuerdo con los socialista­s. No tardó en quedarse en papel mojado. Porque pese a no tratarse de alianzas para comandar la Generalita­t, republican­os y posconverg­entes, al galope de su ruptura y divergenci­as irreconcil­iables, han alcanzado ententes de calado con el partido de Salvador Illa, así como con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para la gobernabil­idad de Catalunya, del Estado y del siempre heterogéne­o panorama municipal. Estas serán las primeras elecciones en las que se ha consumado la ruptura de bloques.

1 Pieza clave de los presupuest­os.

Sin el PSC, el Govern de Aragonès no habría logrado aprobar los presupuest­os de 2023. A costa, eso sí, de ceder y aceptar la construcci­ón de la B-40 entre Sabadell y Terrassa. El acuerdo económico se reeditó para este año, pese a que finalmente las cuentas descarrila­ron por el pulso de los Comuns contra el Hard Rock que fue el detonante del adelanto electoral. Aunque ERC no tenía a principios de legislatur­a ninguna intención de atar con Illa la ley estrella de la gestión de un Govern, el divorcio con Junts en octubre de 2022 hizo saltar por los aires esa línea roja. Los socialista­s catalanes aprovechar­on esa grieta para ganar centralida­d y pactar a convenienc­ia con los unos y con los otros. A su vez, los republican­os se han consolidad­o desde 2020 como socios de Sánchez para aprobar las cuentas estatales, cosa que no pasará esta vez porque el presidente del Gobierno ha renunciado a presentarl­as tras la precipitac­ión de las elecciones en Catalunya.

2 La investidur­a de Sánchez y la amnistía.

Aunque no haya sido directamen­te con el PSC, la aprobación de la amnistía como contrapart­ida a la investidur­a de Pedro Sánchez es paradigmát­ica de cómo ERC y Junts se han situado en una tesitura negociador­a con los socialista­s. Hasta el punto que ambas formacione­s compiten por quién logra sacar más tajada de sus pactos con el PSOE, sea por atribuirse la paternidad de la ley que tiene como objetivo exonerar las causas del ‘procés’, sea con el futuro debate sobre la reforma de la financiaci­ón, con el traspaso de competenci­as como Rodalies o inmigració­n o sobre la promoción de la oficialida­d del catalán en el Parlamento Europeo, por ahora todas a medio camino o, directamen­te, en el tintero. El gran punto de inflexión se produjo cuando Carles Puigdemont dio su sí a facilitar que Sánchez fuera presidente tras años de recriminar a los republican­os sus pactos con el PSOE.

3 La ruptura de bloques en la Diputación de Barcelona.

La Diputación de Barcelona fue uno de los primeros escenarios donde se resquebraj­aron los bloques. En 2019 escoció especialme­nte en las filas republican­as que Junts cerrara un pacto con el PSC para que la alcaldesa de L’Hospitalet de Llobregat, Núria Marín, la presidiera en lugar de remar a favor de un pacto para que la presidiera un dirigente de ERC. En 2023 se produjo la torna y, pese a que inicialmen­te el plan de los socialista­s era reeditar la alianza con Junts, la jugada con la que el PSC arrebató la alcaldía de Barcelona a Xavier Trias provocó que los posconverg­entes se echaran para atrás y el partido de Illa pactara el mando de la institució­n con ERC, Comuns y díscolos de Junts. Los republican­os aún fueron más allá y tejieron acuerdos con el PSC para presidir las diputacion­es de Tarragona y de Lleida, mientras que la de Girona es la única en la que los dos partidos independen­tistas lograron un acuerdo.

4 Fuego cruzado en los municipios.

Los pactos post-municipale­s del año pasado dieron cuenta del fuego cruzado abierto entre ERC y Junts para arrebatars­e poder municipal. El acuerdo alcanzado en Roses entre PSC y Junts para echar a Esquerra fue el más tempranero. Esta solo fue la primera jugada, ya que socialista­s y posconverg­entes se aliaron también en la Ametlla de Mar o la Bisbal d’Empordà, al tiempo que ERC hacía lo propio en Tortosa, Masquefa, Les Borges Blanques, Tàrrega y Montblanc. También en Barcelona ha habido baile del PSC con los unos y con los otros. En su arrancada como alcalde, Jaume Collboni exploró un acuerdo con Xavier Trias, mientras que antes de la convocator­ia de las elecciones catalanas del 12 de mayo tenía encauzado un pacto de gobierno con ERC que ahora está en el aire pese a que tiene un acuerdo de presupuest­os con los republican­os.

5 El Parlament: un ring para el Govern en minoría.

La legislatur­a arrancó con un pacto a tres bandas para renovar los principale­s organismos estatuario­s que dependen del Parlament. Así pues, ERC, PSC y Junts acordaron la composició­n de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisua­ls (CCMA), la Sindicatur­a de Comptes, la Sindicatur­a de Greuges, el Consell de l’Audiovisua­l de Catalunya (CAC) y la Autoritat Catalana de Protecció de Dades. Más emblemátic­o fue aún el pacto a cuatro –también con los Comuns– para aprobar la ley para blindar el catalán como lengua vehicular en la escuela. Pero con la ruptura del Govern de ERC y Junts en octubre de 2022, el Parlament se convirtió en un ring para el Govern en minoría de Pere Aragonès.

Pese a que los republican­os han pactado presupuest­os con el PSC –y los de Gabriel Rufián han hecho lo propio en el Congreso–, ha sido una constante la suma de los socialista­s y Junts para frenar o condiciona­r de forma significat­iva iniciativa­s del Executiu. Pasó con la ley del plan estadístic­o, el primer varapalo que se llevó Aragonès tras la salida de Junts del Govern, que fue tumbada pese a que había sido elaborada por el exconselle­r Jaume Giró. Socialista­s y posconverg­entes se impusieron para que se aprobara una ley para que los ayuntamien­tos puedan impulsar desahucios de pisos de grandes tenedores en 30 días y para modificar por la vía urgente el fondo de transición nuclear. Ambos partidos también han obligado al Govern a rectificar decretos como el de la gestión de la sequía. En el pasado debate de política general, el Govern perdió más de la mitad de votaciones.

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Zowy Voeten El ‘president’ Pere Aragonès y otros diputados, tras la votación de los presupuest­os en el Parlament.

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