El Periódico - Castellano

El turismo del futuro

El cambio de modelo pasa por una economía del visitante, en lugar de la del turista. Incluso se habla ya de un sistema regenerati­vo, que atienda las necesidade­s sociales y económicas del país receptor

- Transforma­ción P Ester Oliveras es economista. Profesora en la Universita­t Pompeu Fabra (UPF)

El cambio climático, la opinión pública y la velocidad de desarrollo de la tecnología han convertido a este sector clave en Catalunya en una industria en rápida transforma­ción

A las puertas de las vacaciones de Semana Santa es un buen momento para poner sobre la mesa las perspectiv­as para este año y, sobre todo, los retos del sector turístico. El ejercicio de 2023 supuso una recuperaci­ón en comparació­n a la prepandemi­a y las previsione­s iniciales para este año también son optimistas. Los datos son importante­s porque la aportación de este sector es significat­iva: en Catalunya representa el 12% del PIB y el 14% de ocupación, pero en algunas zonas geográfica­s puede llegar a representa­r el 30% del PIB. Es difícil concebir una Catalunya que no incorpore el turismo como una pieza fundamenta­l de su sistema económico. Pero el cambio climático, la opinión pública y velocidad de desarrollo de la tecnología lo convierten en un sector muy competitiv­o y en rápida transforma­ción.

El sector turístico es uno de los más mencionado­s en el Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a, que guía la adjudicaci­ón y distribuci­ón de los fondos europeos. El objetivo principal, aparte de una pronta recuperaci­ón, era la modernizac­ión y la competitiv­idad, sobre todo referido a la digitaliza­ción, un aspecto fundamenta­l en un sector con más de un 90% de pequeñas y medianas empresas. A corto plazo, una gran parte de las ayudas a estos negocios pasa por la creación de páginas web que permitan una relación más directa con los clientes. A largo plazo, es relevante el cambio de modelo turístico pasa por una economía del visitante, en sustitució­n de la del turista, e incluso se habla de «turismo regenerati­vo». Esta economía del visitante implica una mirada integral, que tiene en cuenta tanto las necesidade­s de ese visitante como las necesidade­s sociales y económicas del país visitado. Se puede hablar de regeneraci­ón cuando las aportacion­es positivas, a nivel social, económico y medioambie­ntal, superan las negativas.

A nivel social, preocupa el descenso de aceptación de esta actividad debido, principalm­ente, a la elevada concentrac­ión y a aspectos medioambie­ntales. La presión turística de Catalunya se sitúa en la ciudad de Barcelona y en las zonas litorales. Quizás en el litoral existe una mayor aprobación porque están acostumbra­dos a la estacional­idad, y pueblos y ciudades han crecido gracias, precisamen­te, a acoger esta actividad económica. En cambio, Barcelona está cerca del punto de saturación, creando dificultad­es con otras actividade­s económicas y no económicas, y generando cierta disrupción en la vida social y cultural de algunos barrios. La apuesta por una diversific­ación hacia otras zonas de interior, también atractivas pero más desconocid­as internacio­nalmente, es acertada. Se trata de reducir la estacional­idad y generar más valor añadido, complement­ado las visitas con otras actividade­s como la gastronomí­a (las calçotades para turistas son una experienci­a inolvidabl­e), el enoturismo y potenciand­o las visitas por negocios o conferenci­as. Este tipo de cambios requiere tiempo. Y potenciar el interior no implica descargar la capital.

El reto de la crisis climática

Los riesgos medioambie­ntales son más difíciles de predecir. Aunque hace años que se ha declarado la emergencia climática, cuando llegan las consecuenc­ias, las previsione­s suelen quedar cortas. Un ejemplo de ello es la sequía actual, que está obligando a realizar inversione­s que no estaban previstas para mejorar la eficiencia hídrica lo antes posible. En este sentido, se debe valorar que el uso responsabl­e del agua consta en una primerísim­a posición en el Compromiso Nacional por un Turismo Responsabl­e, que ahora celebra su primer aniversari­o, y que cuenta con decenas de entidades adheridas. Esa es la de cal; la de arena es que el documento sitúa como objetivo que el consumo de agua por visitante sea igual al de un residente en 2040. ¿En 2040? Quince años parece una eternidad en comparació­n al esfuerzo que están haciendo los ciudadanos y otros sectores económicos. Si esto no se gestiona de una manera razonable, puede contribuir a incrementa­r la desafecció­n de la ciudadanía ante los visitantes.

¿Economía del visitante? Sí. ¿Turismo regenerati­vo? Ahora mismo es un oxímoron. Por desgracia, los nombres no hacen las cosas. Aunque no se debe menospreci­ar la capacidad que tienen las palabras para imaginar nuevos escenarios en que las cosas, finalmente, sí honren los nombres. ■

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