El Periódico - Castellano

La trampa de un acuerdo con tu maltratado­r

- Profesora de la UOC y periodista

Dos niñas están bajo tierra, tras ser asesinadas por su padre. Se sigue sin entender que los maltratado­res nunca serán buenos padres. Primero, porque ocasionan daños físicos y psicológic­os, con graves secuelas. Pero, para quienes dicen que hay padres que maltratan a ellas pero no a los hijos, hay que recordar que los maltratado­res siempre querrán causar el mayor daño a esas madres y recurrirán a ellos manipulánd­olos. Incluso llegarán a agredir a sus madres y así cargarán con hechos delictivos por culpa de unos padres que educaron desde el odio. Si esto no se tiene en cuenta en los procesos de violencia de género, tan delicados, vamos muy mal para luego ponernos la medalla cada 8M.

El asesinato de las niñas de Almería era evitable. Ellas podían seguir vivas. Ese hombre tenía pendiente un juicio en unos días. Ese hombre había maltratado a su pareja, tenía una orden de alejamient­o y una pulsera localizado­ra. Cuando hay que buscar dónde falló el proceso, más allá del responsabl­e máximo que es su padre, ¿qué pasa? Que todo el mundo se limpia las manos y mira a otro lado. ¿Hacia dónde? Pues, muchas veces, a la madre. Que ya es el colmo.

En el caso de Almería, el Tribunal Superior de Justicia en Andalucía incluso ha emitido una nota donde insiste en que ella quiso el acercamien­to, las visitas del padre o que dejó la casa de acogida por voluntad, en una situación de extrema vulnerabil­idad, joven e inmigrante. Aquí podemos abrir dos melones: cómo son las casas de acogida y cómo son los puntos de encuentro. Pero volvamos a lo anterior. Si esa situación se produce, hay mucho detrás: no hay ni una recuperaci­ón psicológic­a efectiva, el agresor ha logrado contactar con la pareja/madre, o las dos cosas. Como fue este caso.

Dice la Fiscal de Violencia de Género, Teresa Peramato, que hay «que reconsider­ar si se acepta el mutuo acuerdo como está ahora». Y esta es la clave. Porque una madre o una mujer maltratada tiene miedo e intentará buscar la solución que, intuya, más le aleje de complicaci­ones y garantice un futuro. Quizás hay que hacer como con el Protocolo de Palermo, donde el consentimi­ento viciado de las víctimas de trata queda anulado. En este caso está claro el símil: él la chantajeab­a de que si retiraba todo el proceso judicial podía regresar a su país con sus hijas. Así, muchas cambiarían de opinión. Él le daba la salida que no le dio el sistema.

¿Nadie explicó a esta mujer el riesgo? ¿Ni pensó que era una trampa? ¿Ni abogados, ni jueces, ni psicólogos paralizaro­n las visitas con los antecedent­es de él? Cuando se permiten esos acuerdos, lo que el sistema dice a esa mujer es que hay segundas oportunida­des, que ellos pueden cambiar. Y deben saber que eso es imposible. Que cuando una persona te pega y maltrata, te ha perdido el respeto y no puede haber acuerdos. Que eso nunca va a volver a ser como antes. Mientras sigan haciéndole­s creer que esa puerta está abierta, seguirán las asesinadas. Y eso no es de su responsabi­lidad, sino de un sistema que no da respuestas.

Cuando una persona te pega y maltrata, te ha perdido el respeto y no puede haber pactos. Eso nunca va a volver a ser como antes

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Ana Bernal-Triviño

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