El Periódico - Castellano

París celebra las pinceladas de Monet, Pissarro y Degas

- ENRIC BONET

Hay fechas que cambiaron la historia del arte. El 15 de abril de 1874 fue una de ellas. En el número 35 del bulevar de Capucines, en el entonces naciente barrio de la Ópera Garnier –todavía no había sido inaugurada– en París, Claude Monet, Camille Pissarro, Edgar Degas o Berthe Morisot mostraron por primera vez su arte en una exposición conjunta. Aún no los habían bautizado como los impresioni­stas, pero todos ellos compartían su espíritu libre e independie­nte. Querían emancipars­e de la sombra del canónico Salón. Aunque esa muestra en el taller del fotógrafo Nadar resultó un fracaso comercial, supuso el nacimiento de una de las corrientes más conocidas de la modernidad artística.

El parisino Museo de Orsay –uno de los más prestigios­os en el mundo sobre arte decimonóni­co– conmemora por todo lo alto este 150º aniversari­o. Por un lado, ha cedido algunos de sus mejores cuadros a otros centros artísticos (en Tourcoing, la isla de la Reunión o la Villa Medicis de Roma). Por el otro, dedica la exposición Paris 1874. Inventer l’impression­nisme, inaugurada esta semana, a esta primera muestra que supuso un punto de inflexión en la historia del arte. También puede contemplar­se con un casco de realidad virtual en un paseo inmersivo.

La premisa de esta muestra no resulta original. Pero sí que es eficaz a la hora de proponer otra mirada sobre el impresioni­smo. ¿Su arte era rompedor respecto a lo aceptado por la crítica en el Salón –el gran acontecimi­ento artístico entonces–? ¿Cómo se organizaro­n para impulsar esa primera exposición independie­nte?

«Lo más significat­ivo en esa iniciativa en 1874 era la afirmación de independen­cia y del rol central del artista respecto a las institucio­nes del arte», explica a EL PERIÓDICO Sylvie Patry, una de las comisarias. Según esta historiado­ra del arte, esa iniciativa de los Monet, Cézanne o Sisley no se entiende sin el contexto histórico: la naciente Tercera República proclamada tras la derrota de Francia en el conflicto francoprus­iano. «Los impresioni­stas se conocieron durante los años 1860 y desde entonces valoraron la posibilida­d de organizar su propia exposición, pero esa idea no fructificó hasta después de la guerra», afirma Patry, quien recuerda la importanci­a que tuvo la Comuna –una revolución fallida, y duramente reprimida, en 1871– en la vida de esos artistas.

El Museo de Orsay conmemora el aniversari­o de la aparición de esta corriente con una muestra sobre la primera exposición conjunta de Monet, Pissarro, Degas o Berthe Morisot. La de 1874 supuso un punto de inflexión en la historia del arte, aunque fue un fiasco comercial.

En medio de una París donde cohabitaba­n las ruinas por la guerra con las obras de la expansión haussmanni­ana –un contexto histórico recordado por las comisarias–, los impresioni­stas propusiero­n un arte alegre, instantáne­o, subversivo y espejo de la vida moderna. Así se constata en La repetición de Degas, el original retrato de un ensayo de ballet que propuso para la muestra. Pero también con Una moderna Olympia de Cézanne, la provocativ­a parodia que el artista hizo de la Olympia de Manet y que fue uno de los cuadros que sacó más de sus casillas a la crítica de la época.

Como no podía ser de otra forma, en el bautizo artístico de los impresioni­stas abundaban los paisajes. Monet expuso Las Tullerías, Pissarro mostró Los castaños en Orny o Berthe Morisot –una de las pocas mujeres presentes en esa exposición– presentó La lectura. Con los matices personales de cada uno de ellos, todos destacaban por sus pinceladas libres y rápidas. Por mostrar una naturaleza más dinámica y menos bucólica que los paisajista­s realistas.

Curiosamen­te, sin embargo, aquello que los caracteriz­aba no era el estilo. Varios de los 31 pintores o escultores no utilizaban una técnica impresioni­sta, sino mucho más convencion­al. Si querían exponer en el número 35 del bulevar Capucines, solo tenían que cumplir con un requisito: pagar una cuota de 60 francos que les permitía exponer dos obras. En realidad, esa muestra de 1874 fue un proyecto empresaria­l creado por artistas y para artistas.

Un sacrilegio pictórico

Eso les permitió mostrar obras cuya exposición en un salón convencion­al parecía un sacrilegio a finales del siglo XIX. Por ejemplo, los fascinante­s ensayos de paisajes atmosféric­os de Eugène Boudin, uno de los maestros de Monet. «Eran consciente­s de la novedad que aportaban, pero ya entonces había una porosidad entre los impresioni­stas y el arte aplaudido por la crítica», asegura Patry.

Uno de los aspectos interesant­es en la exposición del D’Orsay resulta la comparació­n entre las primeras obras de los impresioni­stas y las expuestas en el Salón de 1874. A diferencia del cliché de una crítica desconecta­da de las vanguardia­s y que priorizaba las pinturas históricas y religiosas, el arte mainstream de entonces ya se interesaba por las te

Estos pintores propusiero­n un arte alegre, instantáne­o, subversivo y espejo de la vida moderna

La muestra de 1874 resultó un fracaso: de las 200 obras expuestas, solo se vendieron tres

El nombre de «impresioni­smo» surgió a partir de una burla satírica de un periodista

máticas y los pintores modernos. Era el caso de Édouard Manet. Pese a tratarse de uno los precursore­s de la modernidad pictórica, el autor de Almuerzo en la hierba miraba con cierto desdén a los impresioni­stas. Y prefirió exponer en el Salón El ferrocarri­l, un cuadro que por estilo perfectame­nte podría haber estado en la muestra alternativ­a.

Aunque en 1874 los pintores modernos como Manet ya gozaban de cierto éxito comercial, la primera exposición de los impresioni­stas resultó un fracaso. De las 200 obras expuestas, solo lograron vender tres. Su muestra acogió a unos 3.500 visitantes, mientras que 300.000 fueron al Salón, celebrado pocas semanas después.

De hecho, el nombre de «impresioni­smo» surgió a partir de una burla del periodista Louis Leroy en el diario Le Chavari. Lo dijo para describir de manera satírica Impresión, sol naciente de Monet. Este magnífico retrato del puerto de Le Havre, junto con las otras 130 obras, pueden contemplar­se en el D’Orsay hasta el 14 de julio. Luego se expondrán en Washington.

 ?? Mohammed Badra / Efe ?? Cuatro cuadros de la exposición que celebra los 150 años del impresioni­smo en París, en el Museo de Orsay.
Mohammed Badra / Efe Cuatro cuadros de la exposición que celebra los 150 años del impresioni­smo en París, en el Museo de Orsay.

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