El Malecón
¿Nadie se preguntaba por qué la selección debía jugar en un estadio tan feúcho, anticuado y a desmano como La Cartuja? ¿Para llevar la Supercopa a Arabia se precisaba de un comisionista y jugador en activo?
El deporte español va de cante en cante. Tal es el espanto que mientras los deportistas simbolizan una de las mejores proyecciones exteriores de la marca España los patricios del poder no disimulan su desatención.
La enésima tronada que azota a la Federación Española de Fútbol solo es el penúltimo ejemplo de que a la política le importa un carajo el deporte. Por supuesto, salvo que se trate de fotografiarse en algún podio, lucirse en un palco triunfal, conceder de forma exprés una oportunista nacionalidad o posar con los ganadores de turno en la escalinata palaciega de La Moncloa. Esa Moncloa en la que desde junio de 2018 habita Pedro Sánchez, que encadena ya cinco presidentes del Consejo Superior de Deportes (María José Rienda, Irene Lozano, José Manuel Franco, Víctor Francos y José Manuel Rodríguez Uribes). Unos como apéndice del Ministerio de Cultura, otros del de Educación, según donde sople el viento. Al Gobierno los jefes del CSD le duran lo que a Jesús Gil un entrenador.
No es este Gobierno el único propia federación. ¿Es que para llevar la Supercopa a Arabia, por muy discutible que sea, se precisaba de un comisionista, para colmo un jugador en activo con el que colegueaba Rubi? La autoridad, en Babia. De no ser por la FIFA hoy Rubiales quizá siguiera como alto dirigente tras el caso Jenni. Ahora, de nuevo se recurre al paraguas de la FIFA y la UEFA para lograr que su sucesor interino, Pedro Rocha, convoque elecciones de una vez.
Al deporte español se le han colado unos cuantos técnicos maltratadores y le han reaparecido los racistas. Lo mismo han dado 18 denuncias por insultos a Vinicius. De momento, cero condenas. Eso sí, tan arcaicos son algunos principios que tras haber renovado la Ley del Deporte de 1990 aún se tramita una proposición de ERC para que deje ser obligatoria la presencia de cualquier deportista español en una convocatoria, bajo la amenaza de dos a cinco años de inhabilitación. ¡Todavía queda una mili en España! Una España deportivamente de pandereta en la que los deportistas están muy por encima de los políticos.
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