El Periódico - Castellano

La calle de las galerías de Barcelona

- CARLES COLS

La Sala Dalmau tomó prestado el nombre de un histórico marchante de Barcelona

Draper prepara una expo del uruguayo Torres García por el 150º aniversari­o de su nacimiento

El bulevar concentra centros de arte como Gothsland, Mayoral, Fernando Pinós, Joan Gaspar o Eude

Su escaparate parisino se ha convertido casi en el decano de las galerías de arte de Consell de Cent. La calle –ahora bulevar– se mantiene como epicentro pictórico de la ciudad. La Sala Dalmau celebra este año 45 años, ocasión para recordar algunos de sus momentos más célebres.

La esperanza de vida de los barcelones­es al nacer era de 45 años en 1927 y esa es la edad que cumple este año la Sala Dalmau, así que, de entrada, parecerá muy joven, pero es casi la decana de las galerías de arte de Consell de Cent, donde no han sobrevivid­o, víctimas de la pandemia de los alquileres, media docena como poco de otras tiendas de arte célebres que prestigiab­an esa calle.

Fue una etapa, la de los adioses o mudanzas de Dau al Set, Taché, Senda, Joan Prats y Gaspar, que mereció no pocos titulares en la prensa, como si aquello fuera camino de ser una extinción, así que en justa correspond­encia hay que reseñar ahora que Consell de Cent continúa siendo la calle de las galerías, y con renovada energía desde su reurbaniza­ción como bulevar de paseo, y la Sala Dalmau, con ese escaparate tan deliciosam­ente parisino, tiene mucho que ver con ello.

Cuarenta y cinco años es, de entrada, un aniversari­o poco redondo. Como diría Jorge Luis Borges, algo extraño para los devotos del sistema decimal. Nació la Sala Dalmau en 1979 en los bajos de la Casa Lleó Morera, el final de una década en la que aquella esquina y un poco todo el conjunto de la Manzana de la Discordia era observada con indiferenc­ia en esta ciudad. La inauguró

Francesc Draper, mano a mano con su hija Mariana, hoy aún al frente de la galería, pero decidió no bautizar la sala con su apellido, sino que, con permiso, tomó prestado el de uno de los históricos marchantes de Barcelona, Josep Dalmau, un galerista que fue la clave de bóveda indispensa­ble para que esta ciudad fuera hace más de 100 años la repanocha internacio­nal en el mundo del arte, con la primera exposición colectiva del recién nacido cubismo, la presentaci­ón en sociedad de Joan Miró y Salvador Dalí y la consolidac­ión de Juan Gris, entre otros hitos. Pas mal.

Pero si por algo despunta la Dalmau renacida en 1979 es por la profunda admiración por Joaquín Torres García (1874 – 1949), así que la decisión de soplar 45 velas este año y no esperar a los 50 tiene mucho que ver con el hecho de que este 2024 es el 150º aniversari­o del nacimiento de aquel pintor uruguayo, un referente y predicador del constructi­vismo pictórico en el que fue su Taller de Montevideo.

Para conmemorar esa fecha, Mariana Draper anda enfrascada en la preparació­n de una emocionant­e exposición que se inaugurará el próximo 17 de septiembre y en la que hasta finales de octubre se mostrarán en las salas de la galería obras de Torres García que se atesoran en coleccione­s particular­es de Barcelona y que en su día fueron compradas ahí. Será una suerte de feliz reencuentr­o de obras hoy dispersas que servirá para reivindica­r a aquel pintor y su influencia, pero, también y sobre todo, para hacer hincapié en el papel que las galerías de arte de Barcelona han ejercido como faros de los movimiento­s culturales antes de que estos den el salto a los museos.

Reconoce Draper que para la Sala Dalmau y antes para las Galeries Dalmau (que tuvo hasta tres direccione­s postales en la ciudad, ninguna en Consell de Cent), que Torres García es una pasión muy particular, por lo que intentó irradiar entre sus seguidores, que no por nada le llamaban el Maestro. Pero subraya Draper que, como correspond­e, las galerías practican una sana infidelida­d, son promiscuas, siempre dispuestas a iniciar una relación con otros creadores, aunque siempre dentro de una misma corriente, con coherencia, y, si cabe, reivindica­r nombres que merecerían ser más conocidos, como J. Fin, sobrino de Picasso, porque al fin y al cabo esa es la tarea de este tipo de tiendas en la ciudad, proponer fuera de los márgenes de la comodidad de los gustos vigentes. Nunca está de más recordar que cuando la primera Dalmau organizó la primera exposición de Miró en Barcelona, no solo no vendió ni un cuadro, sino que la rechifla entre los críticos de arte fue sonora y, con el tiempo, un bumerán que se les volvió en contra.

Será en septiembre, cuando la galería celebre formalment­e sus 45 años, la ocasión para recordar algunos de sus más célebres momentos, como aquel 1996 en que la tienda resucitó, en el marco de un homenaje a Manuel Ángeles Ortiz los pictóricos decorados de Un retablo para Maese Pedro, un teatrillo inspirado en la obra de marionetas de Manuel de Falla que allí, en el 349 de Consell de Cent, fue toda una fiesta.

Vitalidad excepciona­l

Pero, hasta entonces, lo que antes merece ser destacado es que tras un año de duras obras, el tramo central de esa calle, ahora renacida como bulevar, sigue siendo la de las galerías, con la Gothsland, la Mayoral, la Fernando Pinós, la Joan Gaspar, la Eude, la Jordi Barnadas, la 3 Punts y, por supuesto, con ese portal y esa tipografía tan especial, la Sala Dalmau.

Recuerda Draper que las obras de reurbaniza­ción fueron un sinvivir, pero reconoce de inmediato que la vitalidad de la calle ahora es excepciona­l. Más allá de la nueva arquitectu­ra de Consell de Cent, hay una letra normativa en el proyecto que no debería ser pasada por alto, como el hecho de que, al menos en esta ocasión, un plan de usos previo ha evitado la catástrofe comercial sucedida en otros puntos de la ciudad con gran tirón, como Enric Granados y la Sagrada Família. La restauraci­ón, con las terrazas que eso comporta, no puede crecer más allá de lo ya había antes de la reformulac­ión de la calle y eso, a fin de cuentas, propicia que en un mismo paseo por Consell de Cent se pueda ir de la churrería de la esquina de Villarroel a la mercería de la de Girona y, por el camino, contemplar una mixtura comercial muy de la Barcelona de antes, con ese plus que aportan las galerías de arte.

 ?? Marc Asensio ?? Mariana Draper, en la Sala Dalmau, con un cuadro de Torres García.
Marc Asensio Mariana Draper, en la Sala Dalmau, con un cuadro de Torres García.

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