De la pobreza de Haití al básquet a ritmo de jazz
Yves Pons, ala-pívot del Bàsquet Girona que fue adoptado por una familia de artistas franceses cuando tenía 4 años, tocó el saxo y bailó jazz. «Pienso en todos esos chicos y chicas que no tuvieron la oportunidad », cuenta.
Yves Pons (Puerto Príncipe, Haití, 1999) movía su cuerpo a ritmo de jazz. Nacido en Cité Soleil, el barrio de chabolas más pobre de Haití, Pons fue adoptado a los cuatro años por una familia francesa de artistas. Creció rodeado de música e instrumentos, tocando el saxofón igual que su abuelo y bailando jazz como su madre. Tras un breve paso por la NBA, en el Bàsquet Girona su capacidad atlética y de salto le han convertido en uno de los jugadores más espectaculares de la ACB.
Las trenzas y sus muelles hacen inconfundible a Pons en la cancha, un ala-pívot fibrado y atlético de 2 metros. Nadie salta como él, capaz de elevarse 1,15 metros para machacar el aro o para taponar los intentos de los rivales. Ya sea con las dos manos o con una, sus brazos se convierten en acero al taponar; infranqueables. Se considera un jugador de perfil defensivo por su explosividad y rapidez, aunque ha mejorado su consistencia en el tiro exterior (40,2% en triples).
Familia de artistas
Los recuerdos de esos primeros cuatro años en Haití antes de ser adoptado, Pons prefiere guardárselos para él. Creció en Fuveau, en el sur de Francia. Su madre era bailarina de jazz y su abuelo director de orquesta; tocaba el saxofón, la trompeta, la guitarra y el piano. Rodeado de instrumentos, Pons fue multidisciplinar desde pequeño: tocó el saxo durante siete años - aún lo toca de vez en cuando -, bailaba jazz y practicó judo y claqué.
La danza le hizo cultivar las capacidades atléticas que tiene como jugador: «Bailar jazz ayudó a mi cuerpo a desarrollar los músculos que me permiten saltar alto y ser explosivo, es un tipo de danza muy atlética», cuenta el ala-pívot a este diario. Su altura le hizo descubrir el baloncesto, que nadie en su familia practicaba: «Cuando tenía seis años no tenía ni idea de qué era el baloncesto. Al ser bastante alto para mi edad, mucha gente me decía que tenía que jugar.
Empecé en el club de al lado de mi casa y me encantó», explica.
A los 13 años, se mudó a un centro de alto rendimiento en París, donde estuvo antes de ir a la Universidad de Tennessee. Pese a no haber sido seleccionado en el Draft, consiguió firmar un contrato con los Memphis Grizzlies, llegando a debutar en la NBA. Tras una temporada sin apenas protagonismo, regresó a Francia la temporada pasada para jugar con el ASVEL, antes de llegar a Fontajau. En Girona, promedia 9,2 puntos y 5 rebotes en 23 partidos.
«Como en la vida, tenemos altibajos. La clave es cómo reaccionas a los malos momentos. Sé de dónde vengo. Y pienso en ello siempre que vienen momentos duros. Pienso en todos esos chicos y chicas que no tuvieron la oportunidad que yo tuve. Estoy muy agradecido de poder vivir de mi pasión cada día», expresa.
Pons ha creado su propia fundación, Hoops Relief, para facilitar equipamiento deportivo y apoyo a los jóvenes de Haití y Senegal. «Para mí es importante devolver a la comunidad todo lo que me ha dado. Muchos niños no pueden jugar a baloncesto porque no tienen las facilidades ni el equipamiento para hacerlo. Desde la fundación intentamos mejorar las vidas de los niños, darles esperanzas y ayudarlos a desarrollarse y que alcancen su sueño», asegura.
En El Perseguidor, Julio Cortázar da vida –inspirado en Charlie Parker– al brillante y atormentado saxofonista Johnny Carter, que entraba en otra realidad mientras tocaba: «La música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo». Algo parecido le ocurre a Pons cuando coge la cámara de fotos.
«Paso mucho tiempo pensando en baloncesto. Como, duermo y sueño con baloncesto. La fotografía es una manera de escapar de esto. Me encanta, es parte de la faceta artística que tengo dentro de mí y que reflejo a través de las fotos», relata. Cuando se retire, tiene pensado abrir su propio estudio fotográfico.
A sus 24 años, Yves Pons continúa decidido a perseguir su gran sueño. Regresar a la NBA.
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