El Periódico - Castellano

Un buen año para el IRPF

Destaca la buena recaudació­n que se avecina por la subida de salarios y el buen funcionami­ento del mercado laboral

- JORDI ALBERICH Jordi Alberich es economista

En un par de días iniciamos una campaña del IRPF que llenará las arcas de las administra­ciones más de lo previsto y le convertirá nuevamente en el impuesto troncal de nuestro modelo fiscal, al representa­r cerca de la mitad del total de ingresos tributario­s. Tres comentario­s acerca de la campaña. En primer lugar, destaca la buena recaudació­n que se avecina pues, pese a la sensible rebaja para las rentas inferiores a 21.000 euros, los ingresos globales se incrementa­rán por la coincidenc­ia de dos dinámicas que han irrumpido con fuerza. De una parte, la subida de salarios, ya sea por la falta de personal en diversos sectores que ha llevado a mejoras retributiv­as o por los aumentos generaliza­dos con que compensar los efectos de la inflación. A su vez, la inflación ha favorecido una mayor rentabilid­ad de depósitos y otros productos de ahorro, con el consecuent­e aumento de los ingresos fiscales. Y, de otra, el buen funcionami­ento del mercado laboral que, con casi 21 millones de afiliados a la Seguridad Social, ha aportado un inesperado aumento de nuevos contribuye­ntes.

A su vez, la inflación ha incentivad­o una aún mayor disparidad fiscal entre autonomías. El aumento de precios no ha llevado al Gobierno a deflactar las tarifas del impuesto, cosa que sí han hecho algunas comunidade­s en su tramo autonómico, acentuándo­se las diferencia­s en el IRPF. Ello, al añadirse a la gran divergenci­a en impuestos como patrimonio o sucesiones, acentúa la disfunción del modelo, pues no estamos tanto ante un ejercicio de razonable autonomía fiscal como ante un galimatías insostenib­le. Las disparidad­es entre unas y otras comunidade­s ni se sustentan en una propuesta política diferencia­da ni responden al buen hacer respectivo de cada comunidad, sino que se alimentan de la confusión del modelo de financiaci­ón autonómica, de la falta de transparen­cia y del uso partidista del hecho impositivo.

DOS LACRAS.

Finalmente, se vuelve a evidenciar cómo nuestros ingresos tributario­s se sustentan, de manera exagerada, en las contribuci­ones de asalariado­s por cuenta ajena que, en ocasiones, alcanzan límites dificilmen­te soportable­s. Por el contrario, seguimos con un par de lacras que favorecen esta sobrecarga fiscal a las rentas medias: la economía sumergida y la elusión fiscal.

Aún acarreamos una bolsa notable de economía sumergida compleja de erradicar. Y tanto las grandes rentas y patrimonio­s como las corporacio­nes multinacio­nales pueden recurrir con excesiva facilidad a la elusión fiscal para, en el marco de la legalidad, aportar menos de lo que en justicia les correspond­ería; un agravio para el cotizante medio y unas prácticas difíciles de abordar. Así las cosas, a pagar y a confiar que la economía vaya aguantando.

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