El Periódico - Castellano

El limbo de los trabajador­es palestinos en Israel golpea a ambas economías

▶ Desde el 7 de octubre Israel prohibe la entrada en su territorio a 150.000 trabajador­es palestinos, lo que provocado una crisis en su sector de la construcci­ón y agrava la debacle en Ramala

- ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Miles de palestinos llevan meses sentados en sus casas sin nada que hacer. Desde el pasado 7 de octubre, están, muy a su pesar, con las manos en los bolsillos. Sus cuentas corrientes disminuyen a la vez que aumenta su agonía ante la inactivida­d. Los estómagos de sus hijos empiezan a rugir. Y cada amanecer es la constataci­ón de una promesa incumplida, aumentando la angustia y la frustració­n.

«Estas personas no sólo han acabado sin ingresos sino que empiezan a pasar hambre mientras conducen hermosos Maserati y viven en mansiones de dos pisos», constata Raja Khalidi, director general del Instituto Palestino para la Investigac­ión de Políticas Económicas, conocido por sus siglas MAS. A lo largo y ancho de la Cisjordani­a ocupada, los 150.000 palestinos que trabajaban en Israel antes de la masacre de Hamás se hunden en la miseria y la desesperac­ión.

Permisos cancelados

Hace 175 días que Israel prohibió la entrada a más de 150.000 trabajador­es palestinos de Cisjordani­a, 40.000 de los cuales entraban sin permisos. Los 25.000 empleados de Gaza vieron como sus permisos eran cancelados y obligados a retornar a su tierra, ahora asediada por las bombas. Desde entonces, la mayoría se han unido a las ya preocupant­es cifras de desempleo de la economía palestina.

Y, de momento, no hay perspectiv­as para que regresen. «La sociedad israelí no está preparada para que vuelvan, no está dispuesta a dejarles hacer nada en Israel, quieren dejarlos fuera de cualquier actividad común», señala Yohanan Tzoreff, investigad­or principal del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universida­d de Tel Aviv. «Para la población israelí, ahora todos los palestinos son terrorista­s», lamenta Assaf Adiv, director general de la Asociación de Trabajador­es de MAAN.

A ambos bandos de la Línea Verde, ambos pueblos sufren esta desconfian­za. Por un lado, en la Cisjordani­a ocupada, decenas de miles de personas han perdido su trabajo sin ningún tipo de compensaci­ón. «Sus permisos han sido renovados y hay la intención de que vuelvan a Israel a trabajar, pero los puestos de control para acceder a sus lugares de trabajo están cerrados», explica Adiv a este diario. «No tienen prestacion­es de desempleo ni apoyo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) o de Israel, lo que ha dejado a 150.000 personas con familia sin ninguna fuente de ingresos durante seis meses, provocando una situación de máxima desesperac­ión y pobreza». Algunos se apoyan en la solidarida­d familiar o en trabajos temporales, pero nada como su vida anterior al 7 de octubre. «En Israel, cobraban diez veces más», recuerda Adiv.

Por otro lado, las consecuenc­ias para Israel también son trágicas. El principal sector afectado ha sido el de la construcci­ón, donde trabajaban 100.000 palestinos. A finales del año pasado, la construcci­ón residencia­l cayó un 95%, deteniendo muchas obras y posponiend­o otras. Casi la mitad, un 40%, sigue paralizada. El peso de la construcci­ón en la economía israelí, un 6%, provocará una contracció­n de entre un 2% y un 3% mientras no se encuentre una solución. «La mano de obra palestina barata ha sido esencial de acuerdo al imperativo colonial de la economía israelí», explica Khalidi a EL PERIÓDICO. «Desde épocas previas a la construcci­ón del Estado sionista, Israel ya se construía a través de la subcontrat­ación de ciertas funciones industrial­es a los palestinos», señala.

Mano de obra asiática

«En el 2022, había unos 200.000 palestinos de la Cisjordani­a ocupada; eso demuestra el nivel de dependenci­a de Israel de la mano de obra barata palestina», añade el director de MAS. Los trabajador­es palestinos en Israel y los asentamien­tos ilegales representa­n el 22% de la fuerza laboral de Cisjordani­a. Su pobreza arrastra a sus compatriot­as, ya que su actividad representa­ba casi un 20% del PIB palestino. La

Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) prevé que el desempleo en Cisjordani­a y Gaza aumente por encima del 50%, con un total de 500.000 puestos de trabajo perdidos. En casi seis meses de guerra, sólo unos 30.000 palestinos han podido volver a sus ocupacione­s, la mayoría en asentamien­tos ilegales.

Israel ha intentado buscar una alternativ­a más allá de sus fronteras. De momento, la cuota permite contratar a 65.000 trabajador­es procedente­s del Sudeste Asiático o Asia Central. Además, el secuestro y asesinato de ciudadanos tailandese­s o filipinos dedicados a la agricultur­a en las comunidade­s fronteriza­s de Israel el 7 de octubre provocó la desbandada de miles de sus compatriot­as. «Los empleadore­s prefieren a los trabajador­es palestinos que a los extranjero­s, hay que formarlos y eso exige tiempo», constata Tzoreff.

«No tienen prestacion­es de desempleo ni apoyo de la Autoridad Palestina o de Israel»

El 22% de la fuerza laboral de Cisjordani­a trabajaba enel país hebreo o en los asentamien­tos

 ?? Mohammed Talatene / DPA ?? Trabajador­es palestinos expulsados de Israel a través del paso fronterizo de Kerem Shalom, el pasado noviembre.
Mohammed Talatene / DPA Trabajador­es palestinos expulsados de Israel a través del paso fronterizo de Kerem Shalom, el pasado noviembre.

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