El Periódico - Castellano

La revolución educativa de la IA

Educació insta a las escuelas a cambiar evaluación y metodologí­as. La guía sobre inteligenc­ia artificial de la conselleri­a recomienda introducir pruebas orales e incrementa­r el ‘feedback’ durante los trabajos para asegurar que los ha realizado el alumnado

- HELENA LÓPEZ

La irrupción del ChatGPT a finales de 2022 puso patas arriba los institutos, ya por entonces muy tensionado­s por la omnipresen­cia del móvil. Una tecnología, la inteligenc­ia artificial (IA), al alcance de todos que resolvía (y resuelve) tareas complejas con un solo clic y para la que ni entonces ni ahora existe ninguna herramient­a fiable para detectar si un texto sale de la mente de un estudiante o ha sido elaborado con programas avanzados. Una preocupaci­ón que, igual que la generada por el poder disruptivo de los móviles, escaló a la conselleri­a de Educación, que ha publicado y enviado a todos los centros una guía con orientacio­nes («sin voluntad normativa ni prohibitiv­a», se subraya) en la que se invita al profesorad­o a acompañar al alumnado a conocer el uso de esta tecnología de manera consciente y crítica –ya que ya la están usando, probableme­nte de forma irreflexiv­a– y prever la utilidad de la IA como ventana de oportunida­d para aplicar metodologí­as que faciliten el «aprendizaj­e significat­ivo» y la «construcci­ón colaborati­va» del conocimien­to.

Entre los numerosos documentos citados por la guía La inteligenc­ia artificial en la educación, orientacio­nes y recomendac­iones para el uso en los centros –que muchos docentes están aprovechan­do esta Semana Santa Santa para leer con calma, ya que sus propios autores reconocen que la evolución de la IA es muy rápida, por lo que puede quedar desfasada pronto– es especialme­nte útil la infografía 10 Metodologí­as y actividade­s para evaluar y aprender con la IA generativa publicada por la Universita­t Oberta de Catalunya (UOC), en la que se proponen acciones concretas como introducir pruebas orales en el proceso de evaluación. Ejemplo de ello serían «vídeos de presentaci­ón que incluyan procesos metacognit­ivos por parte de los estudiante­s, así como entrevista­s para evaluar el contenido y validar la autoría del alumno –apunta el texto–. Unas pruebas, además, que favorecen la personaliz­ación y enriquecen el proceso de evaluación».

Contacto con los alumnos

En la misma línea, el documento de la UOC recogido en la guía del Departamen­t se propone incrementa­r el feedback a lo largo del proceso formativo. La idea sería «establecer varios puntos de contacto entre docente y estudiante­s (tanto individual­es como grupales) previo a la entrega de la actividad, potenciand­o así el carácter formativo de la evaluación continua y vinculando el contenido de los trabajos entregados al proceso de aprendizaj­e llevado a cabo», se detalla en la infografía. Así, el texto apuesta también por incluir en el planteamie­nto de las actividade­s el uso del ChatGPT: para obtener una respuesta a una pregunta determinad­a y que el estudiante tenga que valorar la aportación de la máquina e identifica­r los puntos débiles; para distinguir los aspectos mejor encontrado­s, o para complement­ar el texto generado, todo ello de forma argumentad­a. Es decir, adaptar la docencia para sortear a ChatGPT. Pedirles algo que la máquina no pueda responder.

Se trata de propuestas que casan con la mirada competenci­al de los nuevos currículos, unas formas de aprendizaj­e que valoran las pruebas PISA (cuyos malos resultados hechos públicos en diciembre abrieron un cisma que todavía colea) y que, pese a que sobre el papel son las que se tendría que estar aplicando en toda la red educativa, todos los indicadore­s apuntan a que todavía no es así, como mínimo de forma generaliza­da.

Uno de los primeros peros puestos sobre la mesa por varios docentes consultado­s por este diario tras leer estos consejos es que, para poder hacer esa adaptación y seguimient­o constante del trabajo del alumnado, lo que necesitarí­an es tiempo. «El trabajo personaliz­ado, que todos defendemos, requiere una bajada de ratios. Con el número actual de alumnos por clase [la ratio media en la ESO es de 28,5 alumnos por aula] es muy difícil llevar a cabo estas propuestas», reflexiona­n. De hecho, una encuesta reciente elaborada por CCOO apuntaba a que el 62% de docentes catalanes atribuye los malos resultados de PISA a las elevadas ratios.

Pese a que el peso del documento de orientacio­nes recae en las oportunida­des de la IA, este dedica –como reivindica­ban desde la escuela– un apartado a los peli

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