El country de Beyoncé
La tejana entrega ‘Cowboy Carter’, notable álbum en el que se alimenta del género, reivindica sus orígenes afroamericanos y brinda encuentros con Dolly Parton, Miley Cyrus y Linda Martell. ‘Cowboy Carter’ ‘Beyoncé
La Beyoncé más innovadora y superlativa sigue siendo la de Lemonade (2016), si bien su posterior ciclo de álbumes la está mostrando como una creadora que no atiende a límites y que incluso genera debates culturales en torno a la música (y más allá). Y si Renaissance (2022, presentado como el Act I de una trilogía) puso el foco sobre la negritud originaria de la música de baile moderna (vía house y disco), ahora en Cowboy Carter (el Act II) se mete en el jardín de reivindicar la sintonía bautismal del country con el ascendiente afroamericano. Con su natural chulería y dejando un rastro de canciones con miga y pistas para el rincón de pensar.
A ver, Cowboy Carter no es, ella lo ha advertido, un disco de country, sino un disco de Beyoncé, un álbum donde los banjos y guitarras acústicas con deje sureño van y vienen, y se mezclan con otras muchas fuentes de sonido. Prevalece la misión de transmitir una idea de deuda histórica. Beyoncé, como voz de la conciencia nacional: ahí está la apertura, Ameriican requiem, donde pregunta si ese pueblo está dispuesto a alzarse y «defender algo», porque «este es el momento de ponerse contra el viento».
La enlaza con Blackbird, de los Beatles, tema que Paul McCartney escribió en reconocimiento de los Little Rock Nine, grupo de estudiantes negros a los que se les había impedido el acceso a una escuela secundaria. Y la comparte con las jóvenes cantantes de country afroamericanas Brittney Spencer, Reyna Roberts y Tanner Adell.
Palabras para ‘Jolene’
Todo el álbum está lleno de guiños y sondas de profundidad, con vistas tanto al futuro como a la historia: las palabras de Willie Nelson y Dolly Parton, autora esta de quien Beyoncé revive el clásico Jolene (conectando al personaje con la
Becky de su tema Sorry, de 2016). Y el dueto de justicia con la octogenaria Linda Martell, la primera mujer negra que destacó en el country. Se citan, llamativamente, en Spaghetti, un artefacto escorado hacia el hip-hop.
Más allá de los dos (excelentes) temas ya conocidos, Texas hold ‘em y 16 Carriages, el álbum entrega piezas sustanciosas en la frontera con la música vaquera, como esa especie de murder ballad llamada Daughter o la orquestada Just for fun. Y otros featurings que transmiten complicidad, es especial II most wanted, con Miley Cyrus.
Pero Cowboy Carter se aleja también del género y transmite, sobre todo en el tramo final, cierta dispersión, caso de ese arrollador número soul llamado Ya ya, que centrifuga citas a Nancy Sinatra y a los Beach Boys. Son, en fin, 27 pistas y 79 minutos. Sí, el álbum sigue marcando territorio en 2024. Un disco cargado de relato y cuyo mayor éxito, números al margen, deberá ser contribuir, como ha apuntado Beyoncé, a algo tan idealista como la unión de la gente a través de la música.
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