La violencia en Mali expulsa a la población hacia Mauritania Tensión en aumento
▶ Al menos 55.000 personas han huido al país vecino, ya bajo fuerte presión
El rebrote de violencia en el norte de Mali, sumado a la sequía e inseguridad alimentaria, ha producido un nuevo éxodo de personas refugiadas que cruzan la frontera mauritana en busca de un lugar seguro. Desde 2023, como mínimo, 55.000 malienses han llegado a la región fronteriza de Hodh Chargui. Este
▶ La seguridad en Mali se ha ido deteriorando estos últimos años. La tensión escaló tras la petición del régimen militar para que la misión de cascos azules de la ONU (Minusma) se retirara del país después de una década sobre el terreno. Algo que encendió los recelos de los movimientos armados tuaregs de la región de Azawad, en el norte del país, que reclaman más soberanía o la independencia. «Estos movimientos se oponían a la retirada de la Minusma, sobre todo porque no sabían cómo se iba a reconfigurar la situación militar en el norte», explica Ivan Navarro, experto en el Sahel de la Escola de Pau de la UAB.
▶ Uno de los puntos críticos fue el movimiento de las fuerzas armadas malienses, junto a mercenarios rusos, de ocupar los cuarteles militares más cercanos al territorio tuareg que han ido dejando estos últimos meses la misión de las Naciones Unidas. «La primera gran consecuencia fue el reinicio del conflicto armado en el norte. A finales de 2022 ya había tensiones importantes, pero esto ha sido la gota que ha hecho colmar el vaso», señala Navarro. aumento provoca preocupación entre las organizaciones humanitarias, que alertan de que la zona está sometida a una importante presión por la pobreza, la crisis alimentaria y la sequía. Aunque la mayoría de malienses prefieren quedarse en esta región del interior del país, también hay otros que se dirigen a las poblaciones costeras de Nuadibú y Nuakchot, desde donde salen las embarcaciones hacia las Canarias.
«En 2022 ya detectamos algunas oleadas de refugiados que llegaron a Mauritania, pero en 2023 vimos claramente un aumento tras el anuncio de la retirada de la Misión de Naciones Unidas en Mali (Minusma) y la vuelta de los combates en Mali», explica Carole Laleve, representante adjunta de ACNUR Mauritania, en declaraciones a EL PERIÓDICO. La mayoría de los que llegan, relata, son personas que ya habían abandonado sus casas para dirigirse a otros puntos de Mali, pero que finalmente optaron por abandonar su país. Según precisa, ocho de cada diez recién llegados son mujeres o niños y la mayoría proceden de la región maliense de Tombuctú.
Cobijo para 100.000
A unos 40 kilómetros de la frontera con Mali, se levanta el campamento de refugiados de Mbera. Miles de tiendas y construcciones levantadas sobre el suelo polvoriento sirven de cobijo para prácticamente 100.000 personas. Este campamento nació en 2012 a raíz de la guerra de Mali y actualmente está por encima de su capacidad, prevista inicialmente para 70.000 refugiados, y por este motivo ya no acoge a los recién llegados. Todos los que han cruzado la frontera estos últimos meses se establecen en diferentes pueblos, entre la comunidad mauritana de la zona, donde también reciben asistencia, según
El 60% de los migrantes llegados a Canarias entre los meses de enero y febrero son malienses
han decidido las autoridades del país conjuntamente con ACNUR.
Fuera del campamento de Mbera viven, al menos, 80.000 refugiados o demandantes de asilo actualmente. «Su situación es mucho más complicada», relata Shanti Moratti, director en Mauritana de Acción Contra el Hambre. «Su nivel de vulnerabilidad es extrema, son personas que tuvieron que abandonar de repente su pueblo para salvar su vida dejando atrás todo lo que poseían, incluso su ganado, que para muchos es todo su capital económico», añade. Los malienses pueden cruzar la frontera mauritana sin problemas gracias a los acuerdos de libre circulación existentes, pero el viaje es peligroso. Moratti relata que muchos han sufrido violencias físicas y psicológicas y padecen traumas importantes.
Inseguridad alimentaria
«Una vez en territorio mauritano se sienten seguros, que es lo primero que buscan, pero sin nada: sin techo, comida, recursos o los servicios más básicos. La primera ayuda que reciben es gracias a las poblaciones locales», explica el responsable de esta oenegé. Moratti coincide con otras organizaciones en alertar que la situación en esta región ya es de por sí difícil, el nivel de inseguridad alimentaria y de malnutrición es muy alto y con difícil acceso al agua. «En la región viven aproximadamente unas 450.000 personas, la llegada de 60.000 refugiados crea una presión muy fuerte en los recursos de la zona, es un aumento importante de la población».
Todo este territorio del sureste mauritano es un punto habitual de trashumancia. Los pastores mauritanos y malienses están acostumbrados a vivir entre un lado y otro de la frontera en busca de comida y agua para sus animales. Tras el estallido de las hostilidades en Mali, muchos de estos pastores de ambos países han llevado su ganado a Mauritania y todos comparten los mismos pozos y el pasto. «Supone un desafío muy importante, tienen que compartir los pocos recursos que hay y conlleva un riesgo económico para las comunidades», señala Moratti.
«La gente que llega a esta región no se desplaza a otros puntos, no tienen la intención de ir más lejos, lo que quieren es poder volver a su país cuando tengan la posibilidad», dice la responsable de ACNUR, que tiene identificados cerca de 20.000 refugiados o demandantes de asilo en Nuadibú y Nuakchot.