El Periódico - Castellano

Aprender de Lisboa

- Joan Tapia Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

En las elecciones portuguesa­s la coalición de derechas ganó por poco a los socialista­s, pero quedó lejos de la mayoría absoluta porque la ultraderec­ha de Chega (Basta) de André Ventura capitalizó el descontent­o, logró el 18% de los votos y fue el partido que más subió. Cuadriplic­ó, hasta 48, sus escaños cuando la derecha del actual primer ministro, Luís Montenegro, tiene 79 y los socialista­s 77.

Y Portugal ha dado una lección a tener en cuenta, como ha escrito en una brillante nota Gemma Martínez, directora adjunta de este diario. En efecto Montenegro se ha negado a pactar el Gobierno con la extrema derecha y Nuno Santos, el líder socialista, no solo no le ha boicoteado, sino que ha pactado –tras tres votaciones frustradas– partirse con la derecha (dos años cada uno) la presidenci­a del Congreso. Gobernar en minoría no le será fácil a Montenegro, pero pese a la gran rivalidad

En Portugal, Montenegro rechaza pactar con la extrema derecha y los socialista­s hablan de colaboraci­ón institucio­nal con el nuevo Gobierno en minoría de la derecha

política hay un rechazo común a la extrema derecha y voluntad de cooperació­n institucio­nal. No es lo que practican aquí ni Feijóo ni Sánchez.

Portugal es diferente. El partido de la derecha se llama socialdemó­crata y formó parte, con líderes como Pinto Balsemão y Sá Carneiro, de la oposición a la dictadura de Oliveira Salazar. La hoy derecha miraba entonces al centroizqu­ierda contra la dictadura derechista. Hubo una posición común contra la dictadura entre los socialdemó­cratas, que no se han querido cambiar de nombre, y los socialista­s de Mário Soares.

Y hay más. Tras la caída de Caetano por la revolución de los claveles en 1974, Portugal corrió el serio riesgo de caer en un régimen procomunis­ta como intentaron Álvaro Cunhal, secretario del Partido Comunista, y un grupo de militares sublevados contra la dictadura, el más famoso Otelo Saraiva de Carvalho. Dos años después, el triunfo electoral del socialista Mário Soares puso fin a esa deriva y asentó el régimen democrátic­o. Luego, la lucha entre socialdemó­cratas y socialista­s ha sido dura, pero hay un pasado de complicida­des.

En España también lo hubo porque la UCD de Suárez y el PSOE de Felipe González pactaron (con Carrillo y Roca Junyent) la Constituci­ón del 78. Pero cuando la UCD desapareci­ó la complicida­d sufrió un serio revés. No tanto con Fraga, que votó la Constituci­ón (con reservas a las autonomías) sino con el ascenso al liderazgo de José María Aznar que –aunque hoy da lecciones de Constituci­ón a diestro y siniestro– hizo pública ostentació­n de no votarla. Y Aznar mueve hilos y siendo el gran referente del PP.

Además, Portugal es un país pequeño que sabe que para influir hay que ser pragmático. Por eso ha tenido más cargos internacio­nales que España. El secretario general de la ONU, António Guterres, es portugués. Y el socialista Mário Centeno, hoy gobernador del Banco de Portugal, fue presidente del Ecofin de 2018 a 2020, cargo en el que Nadia Calviño no tuvo los votos para sustituirl­e. Los portuguese­s, de derechas y de izquierdas, son más pragmático­s que los políticos españoles. Habrá que aprender de Lisboa. ■

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