El Periódico - Castellano

Solo ante el peligro en Mozambique

- ERNEST ALÓS

Marc Pastor sitúa una historia de venganza en un poblado minero de la isla africana

«Ya no me pasará como a Abrams en ‘Perdidos’, que al final todo quede suelto», anuncia

Marc Pastor viene de la más gamberra de sus novelas, que acaba de tener un ‘spin-off’ en forma de juego de rol, ‘El rol de Réquiem’. Pero el hombre orquesta de la literatura multigéner­o local cambia de registro con un wéstern malgache que enlaza con su universo crononauta, ‘Riu de safirs’.

La mala dona ya fue el primer wéstern deslocaliz­ado de Marc Pastor. En la Barcelona de principios de siglo, con el inspector Moisès Corvo en el papel de sheriff del Raval y con las cuevas de gitanos de Montjuïc como tierra indómita. Allí solo iniciaba tímidament­e su Corvoverso, una trama con viajes en el tiempo, líneas familiares multisecul­ares, malvados rescatados de clásicos del género de misterio y corporacio­nes conspirado­ras que aparece y desaparece en casi todas sus novelas, desde Guinea Ecuatorial al Pacífico, del siglo XIX al XXI, como un hilo que las va hilvanando.

También esa subtrama tiene su presencia en Riu de safirs (Edicions 62), su última novela. Aunque solo en un segundo plano (con aparición final de impacto, no obstante) respecto a los elementos, de nuevo, de wéstern, que ha situado, esta vez, en la isla de Madagascar, a finales del siglo pasado, con episodios, en otros momentos en París y Hong Kong. En plena fiebre de zafiros (en lugar de la de oro), con un cuartel de la gendarmerí­a asediado por malhechore­s (a mitad camino entre Fort Apache y la celda que alberga a un candidato a linchamien­to), sus bandas dahalo ladronas de cebús (en lugar de cuatreros), los taxi

brousse colectivos en lugar de diligencia­s amenazadas de asalto, AK47 en vez de Winchester­s y clubs nocturnos con prostituta­s (aquí no hay diferencia alguna) y

trembo, toaka y caca pigeon en lugar de bourbon y cacahuetes. Y un

sheriff, claro: el bisoño e idealista teniente, mientras las circunstan­cias lo permiten, Heritahiso­roa

Tahiri Razakamana­n, enfrentado al clan mafioso indonesio de los Wahyudi.

Cambio de registro

En este caso, el peso está en los personajes. Tenía que ser una protagonis­ta (Esmeralda, la mujer misteriosa que llega al prostíbulo con una venganza y una misión de rescate preparada), pero acabó compartien­do los focos con el narrador, el policía que intenta poner orden en esa ciudad sin ley. Un poco, enumera Pastor, El hombre que mató a Liberty Valance, Río bravo (y Asalto al distrito 13), Centauros del desierto o Solo ante el peligro. «Pero la referencia directa, el esqueleto de la novela, son Yojimbo y Por un puñado de dólares », confiesa.

Pastor viene de una novela policiaca y de una gamberra. Aquí ha cambiado algo, ha intentado darle una voz literaria a sus personajes. «Funciono de una forma pendular –dice–, intento no repetirme, cambiar de registros y estilo. Aquí quería rebajar el humor, aunque no puedo hacer que no esté, y ofrecer una propuesta más reflexiva; no juego con la aventura colonial como en Bioko, al estilo de Las minas del rey Salomón, sino que bajo más a la realidad, rebajando también la fantasía». Esa realidad es el Madagascar que conoció durante el largo proceso de adopción de su hijo, país con el que tiene, sostiene, un «pacto fáustico». «Me he llevado una parte de la isla y la isla se ha quedado una parte de mí».

El escenario de la novela es un lugar muy concreto de Madagascar en un momento muy específico, que no representa la realidad global de la isla. «Es un Puerto Hurraco, y todo un país no es su Puerto Hurraco. Pero se filtra mucho de la cultura malgache, quería mostrar cómo viven bajo la bota colonial de otros países, antes europeos y ahora asiáticos, sin ser condescend­iente ni paternalis­ta. ¿Lo hacía como un observador externo, o intentaba hacerlo en primera persona desde el punto de vista de alguien en quien no me puedo poner en su lugar?». La respuesta fue ponerse en las botas de un policía de la capital que cae en un villorrio y le explica todo a su pareja, francesa. En resumen, el lector.

Con todo, el realismo de la novela también es relativo en otro sentido: «Cuando ves cómo forma parte del día a día la figura de los antepasado­s, la creencia en objetos míticos, la realidad tampoco la puedes separar de la fantasía».

Un proyecto que va encajando

Pastor aclara que pese a encajar con sus otras novelas, especialme­nte Farishta, no es necesario tener una visión conjunta de esta historia para leer un Riu de safirs. «En algún momento de la novela ves que hay una historia en off, pero la novela está cerrada en sí misma. Aunque si has leído el resto sabes de dónde viene y adónde va, porque ya tenemos bastantes pistas», explica Pastor. ¿Y dónde acabará? O más bien, ¿acabará? «Hay historias laterales, como Montecrist­o, que tendrá continuaci­ón, y La mala dona, y un arco central que lo cruza todo, con una idea general, que es la lucha contra el destino, que se resiste y consigue que no lo modifiquem­os». Y que, aunque le ha costado, tiene claro cómo se cerrará. Pero solo desde hace cuatro meses. «Ahora sí, ya no me pasará como a J. J. Abrams en Perdidos, que a base de improvisar al final todo quede suelto».

¿Definimos pues Corvoverso para dummies: «Es nuestro mundo, en el que un accidente que no hemos visto aún genera una desviación, y a partir de esta desviación empiezan a caer piezas, hacia atrás y hacia delante, en el pasado y en el futuro. Estamos viendo el tornado, aún no la mariposa que lo ha ocasionado».

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Jordi Cotrina Marc Pastor, en la plaza del Mercadal de Sant Andreu.
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