El SuperGP de las seis ruedas
Liberty Media, propietaria ya de F1 y MotoGP, podría crear la Superbowl de la velocidad haciendo coincidir las dos carreras un fin de semana en un mismo circuito. El de Barcelona es uno de los cinco trazados que comparten las dos grandes organizaciones del motor.
Era la reunión de cada viernes de gran premio, aquella en la que los pilotos de MotoGP se ven las caras alrededor de una mesa, presidida por Carmelo Ezpeleta, el jefe del Mundial desde 1992. Era viernes, 13 de mayo de 2011, en Le Mans (Francia), y el australiano Casey Stoner, un monstruo de la velocidad y el arrojo, entró en la sala con los ojos incendiados. Ezpeleta lo vio venir e hizo que Stoner se sentase a su izquierda y el fogoso italiano Marco Simoncelli, convertido ya en el quebradero de cabeza de todos los reyes, a su derecha.
Stoner, en lugar de hablar de la seguridad del coqueto trazado francés que es a lo que se va a esas reuniones, empezó a criticar la agresividad de Simoncelli. Y la criticó con argumentos de peso, pero de forma excesiva. Hubo un momento, después de tantas quejas del australiano, que Ezpeleta colocó su rostro frente al suyo y le dijo a Stoner: «¡Casey, ya está, vale. Se acabó la historia. Ya está!», Y, a continuación, con el tacto de un padre, miró a Marco, golpeó su pecho con cariño y le dijo: «Y tú, Marco, ¡ves con más cuidado, caray!».
Todo eso sucedió con el buenazo de Dani Pedrosa sentado frente a ese curioso trío. Ni que decir tiene que Pedrosa, siempre comedido, no abrió la boca. Ese mismo domingo, en el Gran Premio de Francia, Simoncelli arruinó la carrera de Pedrosa, tirándolo en una maniobra que todo el mundo juzgó, de nuevo, excesiva por parte del joven italiano. Hubo revuelo. Mucho revuelo. Y, sí, el viernes de Jerez, es decir, en el cónclave del siguiente GP, Stoner entró como un auténtico miura en la reunión.
Ezpeleta volvió a situar a los protagonistas alrededor suyo, como en Le Mans, y cuando Stoner volvió a gritar, el jefe le lanzó su mirada más temible y el australiano aceptó el silencio con educación. Fue en ese instante cuando Ezpeleta, miró a Simoncelli con ojos más serios y agresivos que su padre y le dijo de forma imperativa, ante la sorpresa de Pedrosa: «¡Y tú, Marco, pídele perdón inmediatamente a Dani, ya vale!».
Mano de hierro y guante de seda
Carmelo Ezpeleta lleva más de 30 años dirigiendo el Mundial de MotoGP con mano de hierro y guante de seda. El Mundial es su criatura preferida, por debajo de sus hijos y de su nieto. Mi amigo Massimo Calandri, de La Repubblica, lo llama el padre-padrone del motociclismo. Los hay, sí, que le critican por oír a todo el mundo y que, al final, se haga lo que a él le parece más justo y necesario.
Una cosa es evidente, no será tan malo el Mundial de MotoGP, cuando Ezpeleta ha convertido en millonarios a muchos de los que le han acompañado en esta aventura, tanto en el paddock como en las oficinas de
Dorna Sports. No será tan cuestionable su gestión cuando Liberty Media, que sí sabe de motorsport y sí sabe de este negocio y espectáculo, acaba de pagar la friolera de 4.200 millones por la compañía de este curioso y poco domesticable CEO.
Los hay como el precipitado Giacomo Agostini, 15 veces campeón del mundo de motociclismo, que el lunes le daba (casi) el pésame a Ezpeleta y lamentaba la venta de Dorna Sports, creyendo que el jefe se jubilaba. «Debemos estar muy agradecidos a todo lo que ha hecho Carmelo por el motociclismo», dijo a La Gazzetta. ¿Lo que ha hecho? ¡Y lo que hará! Ezpeleta no se ha ido. Ezpeleta no es Bernie Ecclestone, aunque muchos lo comparen con el dueño de la F1, del que el dirigente catalán es muy, muy, amigo.
¿Por qué Ezpeleta no es Ecclestone? Porque Ezpeleta ama el deporte (fue un tremendo pelotari), ama las motos, se preocupa por los suyos, sueña con un Mundial aún mejor (sobre todo, mejor vendido), donde el espectáculo tenga mayor eco y repercusión del que tiene, de ahí la unión con Liberty Media y haber descartado la venta a Qatar Sports Investments, que le hubiese mantenido de por vida al frente del campeonato.
Ezpeleta no es Ecclestone. A Ecclestone le importaba un bledo qué ocurriera con la F1 cuando él vendiese y desapareciese del circo. Ezpeleta pretende dejar un legado, que, insisto, por el precio que ha pagado Liberty Media, parece más que consolidado y espectacular a nivel competitivo y televisivo.
Puede que la idea de utilizar a Liberty Media como trampolín de la nueva era de MotoGP surgiese, como tantas otras cosas, de la amistad y relación diaria que Ezpeleta mantiene con el italiano Stefano Domenicali, presidente y administrador delegado de Formula One Group, es decir, el hombre que gestiona la actual F1.
Visita relámpago
De ahí que muchos otorgasen un valor enorme a la visita relámpago que Domenicali, hombre de confianza de John C. Malone, dueño de Liberty Media, hizo, el mismo domingo de carrera, a Ezpeleta en el último GP de Catar, un día después del GP de Arabia Saudí en Yeda. Domenicali cogió un avión nada más concluir el GP de F1 y viajó la misma noche del sábado a Doha para demostrar, sin duda, que
Carmelo Ezpeleta, el ‘jefe’ de MotoGP, tiene una relación diaria con Stefano Domenicali, el gestor de la actual F1
la apuesta de Liberty Media por MotoGP era absoluta.
Tanto que ya hay quien piensa que, como reconocieron ambos ejecutivos, en abril del pasado año, Domenicali y Ezpeleta están dándole vueltas a la idea de organizar algo así como la Superbowl de la velocidad, del vértigo, que no es otra cosa que juntar, en un mismo fin de semana, en un solo gran premio, el Mundial de F1 y MotoGP en alguno de los circuitos que comparten (ahora son Catar, Barcelona, Spielberg, Silverstone y Austin) y hacer correr las motos el sábado y, el domingo, los monoplazas.
Es lo que podría llamarse el SuperGP. Como dijo Ezpeleta, «nunca antes del 2027, pues tenemos compromisos con varios circuitos hasta ese año». Es cierto que las condiciones y/o exigencias de MotoGP y F1 en materia de seguridad, escapatorias y demás, no son iguales y, por tanto, debería analizarse muy detalladamente en qué fines de semana y en qué circuitos podría realizarse semejante despliegue de ruido, velocidad, vértigo, arrojo, pasión y espectáculo.
Pero están en ello, créanme. Y ahora que comparten dueño y las mismas ideas, esta suena a terrible. Domenicali y Ezpeleta, a 350 kilómetros por hora, sobre seis ruedas.
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