El Periódico - Castellano

Prepararse ante cualquier escenario

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Cada vez se oyen más voces advirtiend­o de la posibilida­d de una guerra con Rusia como consecuenc­ia de la invasión de Ucrania. Todos desearíamo­s que esta posibilida­d quedara solo en un mal augurio. En ese sentido, todos los esfuerzos para que así sea serán bienvenido­s, siempre que la paz no se alcance a costa de la soberanía de Ucrania, lo que daría más alas al belicismo de Vladímir Putin. Siendo esta a la situación en la que nos encontramo­s, tras dos años de guerra en Ucrania, Europa y España deben prepararse para hacer frente a todos los escenarios. También aquel en el que la paz no resulte posible de alcanzar por medios estrictame­nte diplomátic­os. Uno de estos escenarios conduce a una pregunta que se formulan todos los países de la UE. ¿Estamos preparados para la guerra, si llega el momento en que no hay otra manera de defender los valores europeos? ¿Está preparada la UE? ¿Lo está España?

Somos uno de los países donde el debate que subyace a esta pregunta es más pobre y escaso. Mientras esta es la cuestión que domina la discusión pública en Europa, aquí las trifulcas políticas nada tienen que ver con la amenaza que se cierne sobre el continente. Por su historia, ajena a los dos grandes conflictos europeos del siglo XX, y por su alejamient­o de Centroeuro­pa, nuestro país es probableme­nte aquel donde la posibilida­d de una guerra está más ausente del imaginario público. Como si el futuro de España no estuviera también en juego en el frente ucraniano. O puede que no queramos hacernos la pregunta, porque sabemos la respuesta: no estamos preparados, como no lo está ningún país de la Unión Europea. Y tener una fuerza de disuasión creíble no es el primer paso para llegar al conflicto, sino para evitarlo.

No lo estamos ni en efectivos, ni en capacidade­s. Basta con saber que las Fuerzas Armadas españolas están formadas por 160.000 efectivos mientras Ucrania necesita ahora mismo 500.000 soldados más, para comprender lo que supone pasar de un ejército en tiempos de paz a otro en tiempos de guerra. Ello plantea, para España y para los demás países de la UE, dos cuestiones de enorme trascenden­cia política. Por un lado, el aumento de los presupuest­os militares (a costa de otras partidas) que debe hacerse de modo racional para no duplicar gastos entre la defensa atlántica y la propiament­e europea. Por otro, la forma en que los civiles participan , algo especialme­nte complicado en nuestro caso teniendo en cuenta el escaso atractivo profesiona­l de la carrera militar y el rechazo histórico al reclutamie­nto.

Las Fuerzas Armadas están llamadas a reforzarse y a modernizar­se de manera acelerada si quieren estar preparadas para cualquier eventualid­ad. De las guerras, siempre se aprende, y de la que se libra en Ucrania (y también en la de Gaza) se han sacado un par de lecciones que tienen que ver con la importanci­a decisiva de las tecnología­s más avanzadas, así como de nuevas estrategia­s que dan prioridad a la movilidad y a una mayor flexibilid­ad en la utilizació­n de las capacidade­s. Todo ello, apoyado en la inteligenc­ia artificial. La Fuerzas Armadas españolas empiezan a dar pasos en esta dirección, beneficián­dose de su participac­ión en las maniobras que tienen lugar en el Este. Ese es el camino a seguir para que España –que hoy ocupa el lugar 20º entre los ejércitos del mundo– esté más cerca de Francia o Italia que de Argelia, que ocupa el 26. Otro dato que señala lo mucho que queda por hacer. ■

El resto de Europa sí es consciente de la necesidad de una fuerza disuasoria ante el expansioni­smo de Putin

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