El Periódico - Castellano

Landa se rompe la clavícula y también abandona la Itzulia

El corredor alavés se vio involucrad­o en otra caída masiva en una etapa corrida demasiado deprisa (a la locura de 47 kilómetros por hora). El francés Gregoire se impuso al esprint.

- SERGI LÓPEZ-EGEA

Todos los días una caída... y un esprint. En cinco días de Itzulia, la denominaci­ón oficial de la Vuelta Ciclista al País Vasco, solo se cuentan las víctimas de las cunetas y se anota el ganador de la llegada masiva. Muchas cuestas, generalmen­te cortas, que no rompen el compadreo del pelotón.

En Amorebieta, el panorama no cambia mucho, la verdad. Un ertzaina, que protege la zona de llegada –muy cerca ni se han retirado los coches aparcados en las calles por las que pasa tres veces el pelotón–, escucha por la emisora que una ambulancia acaba de evacuar a un ciclista, y que se han caído cinco cuando pasaban por Mañaria, el pueblo del histórico Julián Gorospe. No sabe todavía que el peor parado es Mikel Landa, evacuado en ambulancia con una fractura de clavícula y dos costillas rotas.

Landa se cae, como lo hicieron diez corredores más el jueves, en una bajada peligrosa como un lobo hambriento; entre los accidentad­os, Jonas Vingegaard, Remco Evenepoel y Primoz Roglic, las tres estrellas del firmamento ciclista que acudieron a Euskadi. Vingegaard, dos Tours en el zurrón, acaba con neumotórax, cinco costillas rotas y la clavícula. Llegará a la ronda francesa, pero su forma será toda una incógnita.

«Van con bicis que son F1, pero lo hacen por carreteras que distan mucho de ser un circuito», afirma en la salida de Vitoria un director español. Landa, precisamen­te, sabía que la bajada de Olaeta era una trampa, que el asfalto está levantado por las raíces de los árboles y que había que amarrar la bici con fuerza. Por eso, se puso en la primera posición del pelotón. Por idéntica razón, Evenepoel, su jefe, se enganchó a su rueda; detrás, Vingegaard y Roglic. «Pero siempre pasa igual –dice otro director, que prefiere no ser citado–, se colaron algunos que no debían, menos diestros en las bajadas y se organizó el infierno».

Pello Bilbao, en cambio, es de los más consciente­s, el que ordenó a sus compañeros del Bahrein al empezar el jueves la bajada de Olaeta, un puerto que ni puntuaba, que se colocasen al fondo del pelotón y que no asumiesen ningún peligro. Obró con cabeza, razonamien­to y pulsó las manetas del freno. Quedaban 32 kilómetros para la meta. No tenía ningún sentido jugarse el pellejo en esa bajada y compromete­r nada menos que el Tour.

Y lo mismo hicieron los equipos más dóciles, los parias del pelotón. Se va muy rápido, demasiado, a Amorebieta se llega a 47 por hora de media con victoria al esprint del francés Romain Gregoire y con el danés Mattias Skjelmose, que no es

Skjelmose manda en la general, con Ayuso a 4 segundos, antes de la última etapa

malo, que ha ganado la Vuelta a Suiza, al frente de la general. Por él se han quedado en la Itzulia los periodista­s que acompañaba­n a Vingegaard. A 47,2 por hora se quema un ciclomotor si recorre los 176 kilómetros de la etapa, en una Itzulia con la peor suerte del mundo y que se resolverá hoy en una única etapa interesant­e en la que Juan Ayuso, a cuatro segundos del líder, intentará dar el golpe.

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AFP7 Mikel Landa.

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