El Periódico - Castellano

La Pascua del candidato popular

- POR JOSEP CUNÍ

Alejandro Fernández

CANDIDATO DEL PPC A LA PRESIDENCI­A DE LA GENERALITA­T

Hablar con franqueza y decir la verdad son cosas distintas. En una de sus primeras novelas, Murakami compara su distancia con la proa y la popa del barco y determina su proporción con la envergadur­a de la embarcació­n alertando de que, al final y cuando concierne a grandes cosas, la verdad es reacia a aparecer. Si Alberto Núñez Feijóo leyó La caza del carnero

salvaje esta semana, ha actuado en consecuenc­ia.

Siguiendo la tendencia natural de la política a navegar en aguas procelosas, el líder del PP se ha adentrado en su propio temporal señalando que tenemos la peor clase política de los últimos 45 años. A fuerza de agradecerl­e la sinceridad por incluir a su partido en la misma calificaci­ón, ni él mismo se ha excluido del naufragio del que tampoco propone alternativ­as. Así, sin botes salvavidas a mano, quedamos todos a expensas de la tempestad que nos acecha asumiendo que nuestros representa­ntes, todos, son quienes nos llevan al desastre porque sin su voluntad de regeneraci­ón no hay salvación.

Por ingenuidad y confianza, uno hubiera esperado que Núñez Feijóo compensara su claridad con el imprescind­ible revisionis­mo público formulando algún método para provocarlo y aplicarlo. Forma parte de las obligacion­es de quienes, se supone, han optado por defenderno­s. Pues no. Al contrario, lanzada la advertenci­a, cargó contra Pedro Sánchez achacándol­e al Gobierno la principal responsabi­lidad. Y siendo también esto cierto, es parcial y discutible, porque teniendo la oposición el papel de controlar igualmente lo tiene de acordar y no entorpecer por sistema. Principio olvidado por parte de quien, desbordand­o veracidad, desvirtúa su propia sinceridad.

En la misma entrevista de la mañana y antes de viajar a Barcelona por la tarde, el propio presidente del PP había intentado minimizar el debate abierto en su formación sobre su candidato a la presidenci­a de la Generalita­t. Y haciendo, él también, de la necesidad virtud, quiso positiviza­rlo arguyendo que había servido para promociona­r a Alejando Fernández Álvarez (Tarragona, 30 de mayo de 1976).

Se cerraba así, en falso de nuevo, un contencios­o propio de lo que las filas populares catalanas están acostumbra­das a sufrir. Un constante «vivo sin vivir en mí» entre la autonomía deseada, la dependenci­a sometida, la comprensió­n buscada y la realidad padecida. Un suplicio que se ha saldado con cambios constantes en su cúpula, caracteriz­ada por las luchas fratricida­s y las venganzas personales. Por la aplicación de un programa acorde con un hecho diferencia­l que los jefes máximos suscriben cuando viajan a Catalunya y que dura lo que tarda la enmienda a la totalidad que les hacen desde la M30.

Anatema

Con todo esto quiso acabar el renovado candidato Alejandro Fernández. Y su esfuerzo de aproximaci­ón le costó hasta encontrar los aliados necesarios que le obligaron a superar los recelos hacia quien venía del Ayuntamien­to de Tarragona y había gobernado con los socialista­s. Anatema a ojos del PP actual que, sin embargo, admite haber flirteado con el independen­tismo que Fernández combate con frenesí, para intentar superar el peor resultado obtenido por su partido en unos comicios al Parlament y que ahora las encuestas revierten.

Júbilo que Núñez Feijóo también matizó admitiendo que no están en Catalunya para ganar sino para decir la verdad. ¿Cuál? ¿La de la peor clase política?

El cabeza de lista del PPC en las elecciones catalanas, Alejandro Fernández Álvarez.

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Toni Albir / Efe
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