EEUU eleva la presión a Israel, pero sin concretar objetivos
▶ Tras la muerte de siete cooperantes en un ataque en Gaza, Biden lanza lo más parecido a un ultimátum a Netanyahu
La muerte esta semana de siete cooperantes de World Central Kitchen en un ataque israelí en Gaza ha logrado del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, lo que no habían conseguido 33.000 palestinos muertos en seis meses de guerra, una población desesperada y al borde de la hambruna y la amenaza para su reelección de bases demócratas descontentas y de cada vez más integrantes de su propio partido, no solo del ala progresista. Por primera vez esta semana, Biden ha elevado la presión al Gobierno de Netanyahu con lo más parecido hasta ahora a un ultimátum de Washington.
El demócrata ha condicionado «la política de EEUU respecto a Gaza» a «acción inmediata» de Israel con medidas tangibles que alivien el drama humanitario, protejan a quienes trabajan repartiendo ayuda y minimicen las víctimas civiles. Ha instado también a Netanyahu a empoderar a sus negociadores para lograr un alto el fuego temporal, sumando también presión a los líderes de Egipto y Catar para que insten a Hamás a un acuerdo que permita liberar a los rehenes del 7 de octubre.
Biden no ha puesto ni un calendario específico ni objetivos concretos a sus demandas. Sigue sin incluir en la ecuación un aspecto fundamental de la relación y de la guerra: la ayuda militar y la venta de armas a Israel, que más y más legisladores le reclaman que restrinja o condicione. Esta misma semana se sumaban a esas reclamaciones figuras centristas como los senadores Chris Coons y Tim Kaine o la expresidenta de la Cámara Baja Nancy Pelosi.
Líneas rojas
Nadie se atreve a decir que este momento vaya a marcar un punto de inflexión, especialmente ahora que el empeño de Estados Unidos e frenar la escalada de un conflicto regional se asoma peligrosamente al fracaso con las tensiones intensificadas con Irán tras el ataque israelí al consulado de Teherán en Damasco. Pero es que también, y como ha recordado Aaron David Miller, exnegociador del Departamento de Estado y ahora en el laboratorio de ideas Carnegie Endowment, «las líneas rojas que marca EEUU tienen una forma de volverse rosas».
El propio Biden usa una dura retórica pública con Netanyahu, que ha ido intensificando poco a poco a lo largo de estos seis meses, en los que ha hablado contra «bombardeos indiscriminados» o ha tildado de «excesiva» la acción militar en Gaza de Israel. Ha advertido repetidamente en público, en privado y a través de emisarios y negociadores en contra de una operación en Rafah, donde malvive un millón de refugiados, mientras no haya un plan para proteger a los civiles. Mantiene asimismo una postura divergente sobre el futuro de la zona y aboga por el retorno de la Autoridad Nacional Palestina a Gaza y por nuevos esfuerzos para establecer un Estado palestino.
Desencuentros
Los desencuentros sobre esas cuestiones son públicos. Netanyahu no solo obvia o rechaza las ideas de Washington, sino que a veces lo hace de forma humillante. Aun así, Biden se mantiene a su lado. «Nunca voy a abandonar a Israel. La defensa de Israel es crítica», dijo el mes pasado en una entrevista en MSNBC.
Ese apoyo «inquebrantable» y «blindado» a Israel, el país que más ayuda recibe de EEUU desde la Segunda Guerra Mundial, tiene un eje militar. Aunque la petición de más de 14.000 millones de dólares que hizo Biden al Congreso sigue paralizada en la Cámara Baja por la resistencia de los republicanos a la ayuda a Ucrania que va en el mismo paquete legislativo, Washington sigue aplicando un acuerdo que se selló en 2016 bajo la presidencia de Barack Obama que dio luz verde a 38.000 millones en una década.
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