Normas comprensibles
La normativa tiene que ser clara y precisa, por escrito y publicada
La convivencia requiere de unas normas que sean comprensibles y al alcance de todos. Nadie puede excusarse de no cumplir con una norma por no conocerla. Y este principio de nuestro sistema tiene sus cimientos en otro principio más relevante: no se puede imponer ninguna norma (¡ni ninguna sanción que se pueda derivar!), sin que haya sido previamente debatida, aprobada y publicada.
Estos principios quedaron asentados en un momento de nuestra historia en que el Estado de derecho y el rule of law nos permitían dejar atrás una sociedad donde la discrecionalidad y la arbitrariedad eran habituales. Había que erradicar la incertidumbre y avanzar hacia una sociedad más previsible y más segura; y así fue cuando el derecho positivo acabó por imponer su lógica y permitió que los ciudadanos pudieran regirse por un sistema donde la norma tenía que ser publicada de forma previa y dada a conocer con carácter general, antes de su aplicación.
Estos adelantos nos quedan lejos y, cuando pensamos en ello, nos vienen imágenes de la ilustración que la mayor parte de nuestra juventud solo ha visto en digital. Nos puede parecer que el debate resulta anticuado y que haya perdido vigencia en un mundo donde las nuevas tecnologías nos lo hacen todo fácil. ¡Y nada más lejos de nuestra realidad, tanto la digital como la analógica!
Y en un mundo donde hay tanta información, ya no hace falta solo que la norma sea « previa et scripta» -como decían los clásicos- sino que responda a una lógica que la haga comprensible a todos. En un mundo como el actual, en el que la polarización están tan presente, no se puede esperar que todo el mundo comparta el motivo de la norma en sí, pero no tendría que poder discutirse que las normas tienen que ser comprensibles.
Y, en este sentido, hay demasiados ejemplos en que, a partir de la lectura del diario, se hace difícil comprender la aplicación de la norma.
Una persona empezó a repartir puñetazos en el metro de Barcelona, hace un mes y medio; una vez reducido por la gente de alrededor y librado a la policía, el agresor fue puesto en libertad, a la espera de juicio.
Hasta aquí, es comprensible en un Estado de derecho garantista. Días más tarde, analizada la causa y revisados los hechos, se observó que todas las agresiones se realizaron sobre mujeres, y en ningún caso a un hombre. La norma obligó, ante la posibilidad de que se tratara de un delito de género, a que la misma policía fuera a buscar al agresor a su casa, lo detuviera y fuera recluido en prisión. La conclusión lleva a una reflexión sobre el cuerpo normativo vigente que resulta difícilmente comprensible, porque es más permisivo con los ataques a los hombres que a las mujeres. Ante la violencia machista, no puede haber tolerancia. Pero no se puede comprender que la reacción de la policía sea tan dispar, si el ataque es a personas de géneros diferentes.
Arbitrariedad
Tampoco resulta comprensible que una administración informe que «se podrán aplicar sanciones económicas», cuando envía una carta a sus ciudadanos informando sobre el estado de emergencia por sequía. El régimen sancionador tiene que ser informado y hecho público, y no se puede quedar en una advertencia sobre el hecho de que «se puedan imponer sanciones», porque da a entender que la sanción se puede o no aplicar, y esto resulta incomprensible. El régimen sancionador no es una potestad que se deja en manos de la administración pública, que no puede arbitrariamente decidir que «se podrán aplicar sanciones económicas». El régimen sancionador tiene que ser reconocido e informado como necesariamente aplicable, puesto que obliga a la administración.
La normativa es el elemento que nos permite unirnos y convivir en una sociedad compleja y plural, a partir de la capacidad que tiene el hombre de pensar en abstracto -como reconoce Yuval Harari-. Y por eso tiene que ser clara y precisa, por escrito y publicada, ...y en los momentos que vivimos, más que nunca; es necesario que la norma tenga sentido, que resulte comprensible.