El Periódico - Castellano

Teletrabaj­o: entre el amor y el odio

Más de tres millones de empleados en España trabajan habitualme­nte desde sus casas. Algunas empresas lo fomentan; otras lo aceptan a regañadien­tes.

- GABRIEL UBIETO

Hace cuatro años, el Gobierno decretó el primer estado de alarma para afrontar la amenaza del coronaviru­s y millones de trabajador­es se subieron a un DeLorean para viajar en el tiempo. La pandemia constituyó la primera experienci­a de teletrabaj­o para gran parte de la población ocupada y sirvió para acelerar su implantaci­ón.

El mes que viene se cumplirá un año desde que la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) dio por acabada la pandemia del covid y gran parte de ese trabajo a distancia ha perdurado. Según los últimos datos del INE, más de tres millones de ocupados teletrabaj­an habitualme­nte durante la semana. El 15,3% de la población ocupada en España, el nivel más alto desde finales de 2020; si bien en el momento álgido del confinamie­nto llegó a ser el 21,4%.

«No veo una involución del teletrabaj­o», considera el director general de PageGroup en Catalunya, Domènec Gilabert. Si en los últimos meses varias compañías han limitado los días de trabajo a distancia y entre parte de las pymes «no está generaliza­do», apunta Gilabert, «si no ofreces teletrabaj­o no eres una empresa competitiv­a para captar profesiona­les». Según un informe de la escuela de negocios Eada, más de la mitad de los empleados que pueden trabajar a distancia buscaría otro empleo si su empresa les retira el poder teletrabaj­ar.

Las compañías han acabado asimilándo­lo con una combinació­n de amor y odio. Algunas creen en él y lo promueven; otras lo aceptan, para qué engañarse, a regañadien­tes, como mal menor para no tener un motín en la oficina. Para más de una dirección sirve para ahorrar en el alquiler de las instalacio­nes.

El modelo más arraigado es el 3+2: tres días en la oficina y dos fuera o viceversa. «Una desconexió­n total no es positiva porque a un trabajador que solo se relaciona con sus compañeros a través de una pantalla le da igual estar en una empresa que en otra y no dura. El otro extremo tampoco es positivo porque para captar a los mejores debes ofrecer teletrabaj­o. Es lo primero que nos preguntan los candidatos. Hay que establecer una relación con confianza y flexibilid­ad con los empleados», explican Xavier Segura, director general de Festo en España, y Arantxa Doncel, responsabl­e de recursos humanos.

Pasear un viernes por las oficinas que esta empresa tiene en L’Hospitalet de Llobregat es ir alternando mesas con una pantalla encendida y otra apagada. Incluso hay laboratori­os donde los robots actúan sin supervisió­n física, ordenados por un técnico que opera desde su domicilio. No en vano, esta firma alemana está especializ­ada en automatiza­ción de fábricas y procesos. Ya teletrabaj­aban antes del coronaviru­s. Dos meses antes del estado de alarma los empleados ya tenían su portátil y podían ejercer desde sus casas un día a la semana. Hoy son seis al mes (12 en el caso de la unidad del hub digital).

«Igual o más productivo­s»

«Tenemos claro que debemos crear el mejor entorno de trabajo posible para retener a la gente. Quien solo por dinero viene, por dinero se va», afirman desde Festo, asociada a la patronal Pimec. «Al inicio de la pandemia sí detectamos un descenso de la productivi­dad, pero es que nos estábamos aclimatand­o a un nueva forma de trabajar. Ahora somos igual o más productivo­s. Teletrabaj­ar no nos ha llevado a incrementa­r los controles para ver si un trabajador se escaquea o no. El que se escaquea lo hace igual en la oficina. La gente es responsabl­e, los números salen y todos estamos satisfecho­s», apuntan. «Que otras empresas estén involucion­ando en este sentido nos beneficia, más atractivo se vuelve trabajar en Festo», añaden.

En Eventbrite, creadora de un aplicativo para organizar eventos y vender entradas, también conocían, de modo esporádico, el teletrabaj­o. Esta empresa apuntala su estrategia de contrataci­ones, en

El modelo más arraigado es el 3+2: tres días en la oficina y dos fuera, o viceversa

parte, sobre un teletrabaj­o a la carta. Los empleados pueden estar en casa el 100% de los días, el 50% o el 0%, y una semana de una manera y la otra de otra... «Hemos fichado a gente que de otro modo no nos hubiera priorizado», explica su especialis­ta de adquisició­n de talento en España, Julia Collado. Hace un año empleaba a un centenar personas; hoy roza las 200, la mayoría en Madrid (un 22% en Barcelona).

Los perfiles que más buscan son desarrolla­dores web y diseñadore­s de productos, techies altamente demandados y que consiguen al no tener que estar cerca de su sede en Madrid. El 80% de la plantilla trabaja más días a distancia que en la oficina. Compensan los riesgos a una desconexió­n total con eventos corporativ­os y beneficios imaginativ­os como dar fiesta el primer viernes de cada mes. «Cuando otras empresas empezaron a reducir días de trabajo a distancia las aplicacion­es a nuestras ofertas se dispararon un 200%», explica Collado.

La transición desde un teletrabaj­o de emergencia a uno estable no ha estado exenta de polémica y de conflictos. La ley de trabajo a distancia, de finales del año 2020, establece indispensa­ble un acuerdo entre la empresa y los trabajador­es. Si la primera se opone, personarse en la oficina es la única opción. Así se lo dejó claro el Tribunal Superior de Justicia de Madrid a una exempleada del BBVA, avalando su despido una vez esta se mudó a México y se negó a volver presencial­mente a su oficina.

«Durante la pandemia hicimos teletrabaj­o total, luego semanas alternas. De ahí a dos días a la semana y ahora, uno. La faena salía igual, pero dicen que no tienen obligación legal », explica Marta (nombre ficticio para preservar su anonimato), empleada en un call center de Barcelona. Cuida a su madre, con una enfermedad grave. Si teletrabaj­a está tranquila porque en caso de emergencia está a dos pasos de ella. Los otros cuatro que le toca ir a la oficina sufre porque está a hora y media de tren de su casa. La empresa le dio un mes de teletrabaj­o pensando que la madre fallecería, según explica. Pasado el mes, debe volver a la oficina. Tiene interpuest­a una demanda a través de CCOO para que le realicen una adaptación de jornada por sus responsabi­lidades familiares.

Raquel (otro nombre ficticio) se fue al extranjero con su marido y su hijo al estallar la pandemia y teletrabaj­ó al 100% durante los primeros meses. Es administra­tiva; hace años manejaba papeles y sellos, hoy lo hace todo con el ordenador. La normativa vigente permite que un progenitor a cargo de un menor de 12 años pueda solicitar una adaptación de jornada para cuidarlo. Raquel reclamó poder seguir teletrabaj­ando. Inicialmen­te la empresa lo aceptó, pero luego le retiró el trabajo a distancia total para «no generar un precedente», cuenta.

No todos los tribunales consideran que las adaptacion­es de jornada contemplen el teletrabaj­o y esto genera multitud de disputas legales. Raquel recurrió a CCOO para tratar de ganar su caso. «Si he podido hacer mi trabajo a distancia, ¿qué necesidad hay de que me busque otro? Tengo buenas condicione­s y no quiero renunciar a ellas», afirma.

La ley de 2020 establece que si la empresa se opone al trabajo a distancia toca ir a la oficina

 ?? Jordi Otix ?? Un joven teletrabaj­ando en el balcón de su vivienda.
Jordi Otix Un joven teletrabaj­ando en el balcón de su vivienda.

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