30 años del rodaje de ‘Barcelona’
El estadounidense Whit Stillmam fue uno de los primeros cineastas extranjeros en rodar íntegramente una película en la ciudad, una cinta, ambientada en 1983, que destacaba por la confrontación entre las gentes de aquí y los turistas accidentales estadounidenses, dada la impopularidad de estos y de la OTAN.
Whit Stillman, nacido en Washington en 1952, llegó a España hacia 1979 y a los pocos meses contrajo matrimonio con una catalana que le descubrió Barcelona, o una parte de Barcelona. Un proyecto de película ambientada en la ciudad, y centrada en un evidente choque cultural, quedó de momento archivado. Comenzó a imaginar la historia en 1983, año en el que se hizo amigo de Fernando Trueba y Fernando Colomo, apareciendo como actor en dos filmes de estos, Sal gorda y La línea del cielo. Pero antes el director realizó su primer largometraje, Metropolitan (1989), una comedia dramática sobre los devaneos ideológicos de un grupo de amigos del Upper West Side neoyorquino que fue nominada al Oscar en la categoría de guion.
Stillman decidió poner en marcha después su proyecto barcelonés en el que la capital catalana tendría el mismo papel que Nueva York en su anterior trabajo. Ambos son relatos en los que los personajes están identificados de diversas formas con esa geografía física y cultural, pero en el caso de Barcelona (1995), de cuyo rodaje se celebran ahora 30 años, lo más destacado estaba en la confrontación entre las gentes de aquí y los turistas accidentales estadounidenses, dada la impopularidad de estos y de la OTAN. Stillman ideó el filme en 1983 y en ese año lo ambientó aunque, al rodarlo, la situación geopolítica era distinta. España había entrado en la OTAN en 1982, con la oposición del PSOE, pero sería bajo el mandato de Felipe González, en 1986, que se celebraría un referéndum que ratificó la permanencia española.
Uno de los aspectos que destacó entonces de Barcelona es que se trataba de una de las primeras películas filmadas enteramente en la ciudad por un cineasta extranjero. El mismo año también se rodó aquí La tabla de Flandes, adaptación de la novela de Arturo Pérez Reverte a cargo de Jim McBride. Antes, Michelangelo Antonioni había capturado algunas escenas con Jack Nicholson en Barcelona para El reportero (1975), y Orson Welles se había sentado en la Plaça Reial simulando que era La Habana en El viaje de los malditos (1976), de Stuart Rosenberg.
Una ciudad fotogénica
Stillman y McBride abrieron la veda. Vendrían después Susan Seidelman ( Tardes con Gaudí) y Woody Allen ( Vicky Cristina Barcelona) para ratificar la fotogenia de la ciudad. Stillman se trajo a Barcelona a los dos protagonistas masculinos de Metropolitan, Taylor Nichols y Chris Eigeman, para que encarnasen respectivamente al responsable de una empresa de Chicago, algo perdido en la ciudad, y un miembro de la marina estadounidense destinado a Barcelona para suavizar los conflictos derivados de la repulsa hacia la OTAN.
Desde la perspectiva cruzada de ambos se contempla una ciudad parcializada, la del Eixample, la Diagonal y el Passeig de Gràcia, esencialmente, y en oposición a la mirada de las mujeres que conocen, interpretadas por Tushka Bergen, Mira Sorvino y Hellena Schmied. El filme, que se estrenó en Barcelona en abril de 1995, generó alguna crítica airada por su representación de la urbe barcelonesa. «No me interesaba describir la época», comentó Stillman, «pero sí de qué manera el ambiente antiamericano hacía más difícil el problema de la comunicación entre las personas». Barcelona es un relato sobre varios personajes, y el entorno condicionante en el que se mueven, planteado como una sátira sobre la falta de entendimiento.
■
El filme, estrenado aquí en 1995, está planteado como una sátira sobre la falta de entendimiento