«Trabajo como una profesional, aunque a veces no me valoren»
Llega en su furgoneta negra. Estampado en el lateral lleva su número, el 26, y su nombre, Berta Abellán (Barcelona, 1999). Aparca y con una sonrisa empieza a sacar la moto de la parte trasera. Es un ritual, ya casi diario. Ha competido en infinidad de torneos, se ha peleado con las mejores. A día de hoy ostenta el título de segunda del mundo. Sin embargo, Berta «sobrevive». El trial es un deporte humilde, familiar y en la categoría femenina las ayudas brillan por su ausencia.
— ¿Cómo hace para poder dedicarse a esto?
— Lo que hago es sentirme profesional y trabajar como una profesional. Aunque a veces, en las fábricas o en el trial en sí, no se nos valore como tal, trabajo al máximo día a día. Es complicado porque a veces no te valoran como profesional ni como segunda del mundo.
— ¿Hay una necesidad de reivindicación constante?
— Lo llevo ya de forma bastante natural porque me he cansado de combatir contra algo a lo que no le veo solución ahora mismo. Entonces prefiero no compararme con los chicos e ir a la mía. Hacer todo lo que pueda para ganar el Mundial y, una vez lo gane, a ver si se me reconoce un poco más. Cuesta mucho que el trial femenino crezca porque nos faltan muchísimas ayudas.
— ¿De qué tipo?
— Nos faltan ayudas de todo tipo, y aunque ganes no es suficiente para que se nos valore, tanto económicamente como en cuanto a darnos visibilidad. No se nos ve. Y menos mal que hay gente que dice: «Venga, te voy a hacer esta entrevista, te voy a invitar aquí y ahí», y se nos ve un poco más. Pero si no fuera por esto, yo creo que ni se nos conocería.
— ¿Qué le provoca esa situación?
— Tengo frustración sobre todo al compararme [con el masculino]. Y lo que intento es no hacerlo. Es cierto que esta lucha solo la dejaría de hacer el día que no pueda vivir de esto, que tenga que pagarme un alquiler o me tenga que pagar cosas. Entonces tendré que trabajar y dejar el trial. Pero mientras pueda ir tirando, aunque me cueste dinero, es un deporte que me gusta mucho, me encanta competir y me llena tanto que, aun así, pagaría por competir ahora mismo.
— ¿Cuesta mucho encontrar patrocinadores?
— Yo no me puedo quejar porque
La piloto (Barcelona, 1999), subcampeona del mundo de trial, sobrevive en un deporte familiar y en el que las ayudas son inexistentes en la categoría femenina. Quiere ser una referente para las jóvenes que empiezan en su disciplina y las anima a intentarlo pese a las dificultades que van a encontrarse.
he estado muy encima de los patrocinadores. Es verdad que tengo a muchos que llevan toda la vida ayudándome. Estoy muy agradecida y es verdad que los he estado buscando, pero a veces les llamas la atención y te dicen: «Mira, es que me has llegado y quiero ayudarte porque ya veo que te está costando y tú te lo estás currando».
— Desde qué empezó hasta ahora, ¿el trial ha evolucionado?
— Ha habido diferentes puntos de evolución en el trial, pero es verdad que ahora está bastante estancado.
Las de abajo son pequeñas aún y de arriba solo quedo yo, porque Sandra Gómez, que era la última española que estaba participando en el Mundial, se ha pasado al Hard Enduro. El trial español está en declive.
— ¿Cuáles son las causas?
— La falta de ayudas y el hecho de que los equipos no confían en nosotras. Es decir, sí que confían cuando ganas o cuando empiezas a tener algún título. Sí que te quieren un poco más por la imagen, no por los resultados. Obviamente, a las chicas no les motiva saber que aun ganando el Mundial no te vas a poder dedicar a esto.
— ¿Usted se dedica exclusivamente al trial?
— Sí, yo sobrevivo. No me puedo quejar y quiero ser una referente para las chicas que suben porque así ven que aun no ganando el Mundial puedo estar viviendo de esto. Estoy trabajando al máximo para lograr el campeonato del mundo y, aunque no lo consiga, puedo más o menos sobrevivir. Así que quiero invitar a todas las chicas del trial femenino que están iniciándose a motivarlas para que sepan que sí, que podemos llegar a algo. Cuantas más seamos y más nos veamos, pues más ayudas tendremos.
— ¿Cómo es su día a día?
— Es un poco caótico, ya que ningún día es igual. Tengo que organizarme muy bien porque estoy haciendo un grado semipresencial. Lo que priorizo más es el entrenamiento con la moto, pero no todas las semanas tengo un entreno constante como me gustaría. Al gimnasio intento ir cuatro o cinco veces. Y luego está la vida personal también. Intento no dejarla aparte porque es muy importante.
— ¿Qué condiciona su entrenamiento?
— A mí lo que me falta sobre todo es un mochilero [un asistente] cada día. Mi mochilera, Alba, vive en Andorra y obviamente no tengo el sueldo para pagarle y que deje su trabajo. Intento hacer de lunes a miércoles con un mochilero y jueves y viernes hablo con compañeros y quedo con ellos para entrenar.
— Hace ya un tiempo empezó también a entrenar su cabeza. ¿Cómo ha ido ese proceso?
— La parte mental la llevo mucho mejor que años atrás. La estoy trabajando mucho con mi psicóloga, Lorena Cos. Pero es verdad que tengo semanas para todo y la clave está en permitirte no estar motivada cada día o no concentrada en cada campeonato. Por ejemplo, para el campeonato de España me está costando un poco motivarme porque no sé si me faltan mis rivales de siempre o qué, pero me está costando. En cambio, el campeonato de Francia, donde ya conozco más o menos los rivales, me gusta más y me motiva más. Y el Mundial ni te digo. Ahí con la presión y los nervios aún estoy más a tope y es más fácil.
— ¿De pequeña se imaginaba llegar a ser la segunda del mundo?
— Para nada. Era para mí un hobby. Iba los domingos con mi padre a La Clau e íbamos a entrenar, a pasar la mañana ahí y ya está. Yo no pensaba nunca llegar tan lejos.
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«Es un deporte que me gusta mucho y me llena tanto que pagaría por competir»