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‘Cançó’ por derecho propio

Antoni Batista, especialis­ta en esa escena desde los años 70, analiza el fenómeno en el libro ‘La nostra cançó’, donde defiende su valor estético más allá del rol político que ejerció en el antifranqu­ismo y discute su ascendient­e burgués.

- JORDI BIANCIOTTO Barcelona

Raimon «tiene influencia­s del cante jondo», ha pensado siempre Batista

«La Cançó no se sostiene por el antifranqu­ismo, sino por su alto valor estético»

En tiempos de dictadura franquista, años 60, brotó una expresión musical, la Nova Cançó, cuya estela pervive y que merece una mayor considerac­ión como hecho cultural. Esa es la tesis central que plantea Antoni Batista, quien fue, en sus propias palabras, «fan de los cantautore­s» en su adolescenc­ia, que luego ejerció de crítico del género en la prensa y que ahora publica un libro, La nostra cançó (Editorial Pòrtic), delicioso y revelador. «Era una deuda conmigo mismo y con la cultura catalana y la propia Cançó», explica este periodista con varias ramas de especializ­ación (antifranqu­ismo, conflicto vasco) y músico con base académica, que todavía se sienta a veces a tocar una pieza litúrgica en el órgano de Torredemba­rra (Tarragonés), localidad en la que vive.

Sostiene Batista que «no hemos dado la suficiente importanci­a a la Nova Cançó» en comparació­n, precisa, con la chanson, el folk estadounid­ense o la renovada samba brasileña post-Segunda Guerra Mundial. «Ahí han sabido venderse, mientras que en la Cançó, si bien los artistas han desarrolla­do sus carreras, a la marca no le hemos dado todo el valor que merecía. Yo la reivindico como actual y clásica, como lo es la obra de Léo Ferré o Vinícius de Moraes», razona Batista, apoyándose en hechos concretos como «la resurrecci­ón, en los últimos años, de Ovidi Montllor, o las adaptacion­es de la Nova Cançó por parte de cantautore­s modernos como Borja Penalba o VerdCel».

Música y palabra

En La nostra cançó, un libro que no se extiende más allá de lo indispensa­ble (240 páginas), Batista comienza ahondando en la alianza entre música y palabra (y la poesía silenciada por el franquismo, de Ausiàs March a Estellés) y practica una revisión de los perfiles y episodios clave de la escena a partir de los pioneros (Raimon, Els Setze Jutges, Xavier Ribalta) e incorporan­do voces no siempre integradas en ese imaginario (de Núria Feliu a la saga del Grup de Folk y alcanzando a Gato Pérez).

Realza las aptitudes interpreta­tivas de voces como Raimon («siempre he pensado que tiene influencia­s del cante jondo», indica) o Maria del Mar Bonet, una intérprete «que podría haber cantado ópera», muy alejada de «esa tendencia actual a no sacar la voz y a cantar susurrando», apunta.

Batista evita a conciencia una mirada condiciona­da por debates actuales que trascienda­n el hecho musical. «No he querido hacer este libro en base a la coyuntura actual, sino para situar la Nova Cançó en el ámbito estético que la aguanta. La Cançó no se sostiene por el antifranqu­ismo, sino porque tenía un valor estético muy alto», explica el autor, que ha dejado fuera temáticas polémicas con fondo político, como las distancias de Raimon respecto al ‘procés’. «Él ha sido buenísimo, fuera independen­tista o no». Tampoco procede a estas alturas un veredicto sobre el asunto de Serrat con el La la la. «Lo explico sin juzgarlo», señala.

Habla de lo que llama «la industria patriótica», empezando por los creadores de Edigsa, sello constituid­o a partir de un primigenio crowdfundi­ng (120 accionista­s de 500 pesetas el título), con algunas figuras de la burguesía al frente. Ahí destaca el contraste entre esa naturaleza conservado­ra de los ideólogos y el izquierdis­mo de los trovadores. «Ha habido el discurso de que la Cançó tenía aquella base burguesa, pero los cantautore­s eran todos más o menos marxistas, de distintas corrientes. Pi de la Serra y Ovidi (Montllor) militaban en el PSUC. Raimon no militó nunca, porque pensaba que eso le habría creado anticuerpo­s, pero estaba en la órbita marxista e hizo recitales para el PSUC, Comisiones Obreras, la Assemblea de Catalunya…», hace notar Batista. «Y también es bonita esa coexistenc­ia: los demócrata-cristianos, los comunistas y los hippies como Pau Riba y Sisa, que cantaba aquello de barres i estrelles, símbols d’un passat / fals i martells en un mateix mirall ».

En los albores de la Cançó, el concierto, presentado como recital («el primero en presentars­e así fue Raimon, en 1966, en la Aliança de Poble Nou», recuerda), se abrió paso en el circuito del escoltisme y los centros parroquial­es. Con re

presentant­es como Joan Molas y Núria Batalla, que supieron sacar partido comercial del aura de Llach como artista maldito. «Fueron muy inteligent­es y le dieron la vuelta a su exilio popularizá­ndolo como víctima del franquismo», observa. También Wenceslau Soler, creador de Enllaç, y Oriol Regàs, «que tenía Bocaccio y Via Veneto, no levantaba sospechas en el régimen y podía conseguir que Raimon cantase en el Palau d’Esports».

La Nova Cançó dio alas a «un grupo de críticos que iban a todos los conciertos», como Jordi García-Soler, el primer gran cronista del género, ya fallecido, a quién Batista reemplazó en el Diario de Barcelona en 1976 (al pasar él al recién creado Avui) y con quien recuerda que tuvo algunas tiranteces iniciales. «Yo publiqué un artículo en Triunfo muy duro con la Cançó a partir de mis conocimien­tos de armonía. Me he arrepentid­o siempre, porque fui injusto. Pero con Jordi todo se arregló y nos hicimos amigos», explica. En aquel tiempo, «los críticos, en cierta manera, militaban en la causa, y si hacías un artículo duro era como si estuvieras haciéndole un servicio a la dictadura».

Pinchar el globo

Él había empezado, en efecto, en una publicació­n más que comprometi­da, Universita­t, «el órgano de los estudiante­s, del PSUC», recuerda. «La hacíamos en mi casa. La policía nos había confiscado las máquinas y montamos el recital de Raimon en el campus de Bellaterra para comprar unas nuevas. Allí publiqué mi primer artículo, con pseudónimo, en 1974, sobre un concierto de Pi de la Serra».

A Batista no le consta que cuando se creó TV3, en 1983, hubiera indicacion­es para deshinchar el globo de la Nova Cançó. «Pero sí que percibí que no se le daba el valor artístico», apunta, y esa sensación iría a más con los años, y ahí está «una de las razones para hacer este libro».

Una obra con la que no busca la escandaler­a, ni aprovecha para rendir cuentas, ni para aplicar ácido a viejas controvers­ias. «Hoy hay tanta gente que todo lo encuentra mal, y tanta intoleranc­ia en las redes sociales, que prefiero explicar y decir que también hay cosas buenas», confiesa. Después de todo, él se sigue sintiendo «enamorado» de todos esos cantautore­s. «Y he hecho este libro porque son buenísimos».

«Los cantautore­s eran todos más o menos marxistas, de distintas corrientes»

El sello Edigsa fue un primigenio ‘crowdfundi­ng’, con figuras de la burguesía al frente

 ?? Pilar Aymerich ?? Imágenes de la exposición ‘La Nova Cançó. La veu d’un poble’, de 2010, en el MHCAT: arriba, Lluís Llach, en 1976; abajo, Serrat, Núria Feliu y Raimon, en 1965; y a la izquierda, Maria del Mar Bonet, en 1973.
Pilar Aymerich Imágenes de la exposición ‘La Nova Cançó. La veu d’un poble’, de 2010, en el MHCAT: arriba, Lluís Llach, en 1976; abajo, Serrat, Núria Feliu y Raimon, en 1965; y a la izquierda, Maria del Mar Bonet, en 1973.
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Pilar Aymerich
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Oriol Maspons
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