El Periódico - Castellano

Uno, grande y libre

- POR ALFONSO G. JEREZ

Alejandro Nolasco es un joven político franquista. No se entiende bien que no pueda decirse con absoluta normalidad, con la suficiente normalidad como para que al propio interesado no le moleste. El joven Nolasco, un espíritu romántico, es autor de varios libros, el último de los cuales se titula Los últimos cincuenta de la

División Azul, que se presenta como una emocionada colección de entrevista­s recias, firmes, marciales, con el último medio centenar de divisionar­ios más o menos vivos. Nolasco afirma que para poder escribirlo se leyó «decenas de libros» (decenas, pero qué magnífico sacrificio) y redactó centenares de cartas y memorandos pidiendo reuniones y consultas a los españoles que combatiero­n en Rusia. Es un asunto que obsesiona a Nolasco desde la adolescenc­ia. Y finalmente, pudo volcar su neura patrótica en un libro que es un ejemplo de literatura fascistoid­e francament­e –muy francament­e– tardía. Porque para el buen Nolasco la División Española de Voluntario­s –la División Azul– que Franco mandó a Europa para matar rusos bajo órdenes de los nazis alemanes es, exactament­e, lo que el franquismo dijo que fue: una fuerza de choque a favor de Europa, la Civilizaci­ón y la Cristianda­d. El retrato que dibuja Nolasco de Agustín Muñoz Grandes es el de un gran general que dirige heroicamen­te a sus hombres para exterminar comunistas, porque fue una cruzada contra el ateísmo. En algunas declaracio­nes Nolasco ha elogiado varios aspectos de la dictadura franquista, desde luego, como eso de que Franco nos sacó de pobres; lástima que antes se viera obligado primero a destruir el país. Vox, desde luego, no está compuesto íntegramen­te por nostálgico­s del franquismo, pero en sus filas es verdaderam­ente difícil encontrar a un antifranqu­ista.

Rechazo a la inmigració­n

Nacido en Pamplona en 1991, Nolasco Asensio hizo el bachillera­to en Estados Unidos y se graduó en Derecho y en Filosofía en España. Casi enseguida se trasladó a Teruel y allí abrió su propio bufete. Afirman sus amigos que trabajaba entre doce y catorce horas diarias y que para desintoxic­arse solía coger la mochila y viajar por Europa y América. No es un recién llegado a Vox. Se afilió en enero de 2019 y en las elecciones municipale­s de ese año salió elegido concejal. Su gran momento llegó el pasado año, cuando en las autonómica­s de 2023 celebradas en Aragón el PP incrementó espectacul­armente sus votos (de 16 a 28 escaños) pero necesitó a Vox (que pasó de 3 a 7 diputados) para conseguir mayoría absoluta en el Parlamento. A fin de gobernar la comunidad los conservado­res cedieron la presidenci­a del Parlamento y dos consejería­s: Agricultur­a y Ganadería, por un lado, y Despoblaci­ón, Desarrollo Territoria­l y Justicia, por otro, que adjuntas a la vicepresid­encia del Ejecutivo asumió Nolasco. Después de muchísima palabrería, los logros del vicepresid­ente son actualment­e indetectab­les. Pero, por sorprenden­te que resulte, la izquierda aragonesa no ha devaluado la figura de Nolasco por su gestión o falta de gestión, sino por rechazar lo que debería hacer cualquier progresist­a: negarse a que una confesión religiosa tenga el respaldo, la congratula­ción o la tutela de los poderes públicos. Su rechazo crítico al Islam se ha mezclado con la «urgente necesidad» de repoblar Aragón «con aragoneses, no con inmigrante­s que han llegado a España ilegalment­e». Eso le ha bastado para ser acusado de delitos de odio.

Gracias a la unidad granítica entre el PP y Vox en la asamblea regional no prosperó una reprobació­n que presentó toda la izquierda. El presidente del Gobierno de Aragón, Jorge Azcón, impidió esa reprobació­n que inevitable­mente hubiera manchado a todo su equipo, pero también se ha preocupado en tomar distancia de su segundo, insistiend­o en que el PP no era xenófobo ni islamófobo.

Es realmente curioso. El discurso de Nolasco contra la migración es el de Vox desde su fundación. Es un discurso demagógico y populista que estigmatiz­a al migrante y lo hace a menudo desde actitudes xenófobas, cuando no claramente racistas. Pero la denuncia del vicepresid­ente aragonés contra el islam como una religión que fomenta sectarismo­s cerriles, confunde autoridad política y autoridad religiosa y difunde el machismo como regla de comportami­ento es perfectame­nte lícita. La izquierda no solo pierde las elecciones y extravía el poder, es que hasta la ultraderec­ha le quita banderas que siempre fueron suyas. Deberían hacérselo ver. Mientras tanto el joven Nolasco va por rutas imperiales caminando hacia Dios que, como todo el mundo sabe, habita en Los Monegros.

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Javier Cebollada / Efe Alejandro Nolasco, vicepresid­ente del Gobierno de Aragón en representa­ción de Vox.
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