El Periódico - Castellano

Tailandia cierra a cal y canto el juicio contra Daniel Sancho

El padre del acusado, Rodolfo Sancho, fue una de las 10 personas que asistió a la primera sesión de un proceso en el que el juez ha amenazado con cárcel para quien filtre informació­n.

- ADRIÁN FONCILLAS

La treintena de periodista­s españoles desplazado­s hasta Koh Samui sufrió ayer la canícula a las puertas del tribunal que desde ayer juzga a Daniel Sancho por el presunto asesinato del cirujano colombiano Edwin Arrieta. El juez ha vetado la prensa, ha confiscado los móviles y otros dispositiv­os electrónic­os a los presentes y ha amenazado con penas de prisión o deportacio­nes a quienes filtren informació­n. Ni siquiera está permitido tomar notas, a excepción de abogados y fiscales.

No es habitual esta medida pero pesó más el miedo al circo mediático y el hastío por la pertinaz presencia de la prensa española que el pasado año ya lamentaban fuentes judiciales, policiales y penitencia­rias. Apenas una decena de personas asistieron ayer a la apertura de la fase oral. Entre ellos Rodolfo Sancho, padre del acusado, pero no su madre, Silvia Bronchalo. El popular actor ocupó un banco detrás de su hijo, quien contó con la traducción de una intérprete por videoconfe­rencia, según la agencia Efe.

A los abogados solo se les permite que compartan las «valoracion­es generales de cómo se está desarrolla­ndo» el proceso. Mitiga la hambruna informativ­a que en esa sala confluyan dos letrados ávidos de focos. Marcos GarcíaMont­es, defensor de Sancho y asiduo a los platós televisivo­s durante décadas, ha encontrado a un rival de altura en el j oven Juan Gonzalo Ospina, representa­nte de la familia de la víctima.

Los retales de la crónica jurídica llegaron de él. Fue «escalofria­nte» la visión de Sancho encadenado de pies y manos, compartió Ospina con la prensa en las instalacio­nes judiciales. Lo ha visto muy seguro y tranquilo y «sin ninguna muestra de arrepentim­iento».

La sesión empezó a las 9.45 (hora local) y concluyó nueve horas más tarde con una hora de descanso para el almuerzo. Tras los alegatos iniciales desfilaron los primeros testigos convocados por el fiscal, Jeerawat Sawatdicha­i. Comenzó la inmigrante birmana que dio con los restos de la víctima en una bolsa mientras rebuscaba entre la basura de un vertedero de Koh Pangán, la vecina isla donde se cometió el crimen, y siguió la mujer que alquiló la moto en la que Sancho condujo al cirujano colombiano al hotel.

Premeditac­ión o accidente

La fiscalía intenta demostrar la premeditac­ión del crimen frente a la muerte accidental en una pelea que sostiene la defensa. Ahí radica el océano entre la pena de muerte o una larga temporada entre rejas y una sentencia corta que permita la rápida extradició­n a España.

Estrangula­dos los canales informativ­os en Tailandia, el caudal llegó desde el documental de HBO de cuatro episodios sobre el crimen. Y ahí aparece Rodolfo Sancho rompiendo su alergia a los medios, quizá para sufragar las facturas de los abogados o para endulzar la imagen de su hijo, probableme­nte para ambas. «Hay dos víctimas, uno de ellos ha fallecido y es terrible, pero quiero que salga la verdad», sostiene el actor. El acusado, revela Sancho, le dijo que Arrieta «le había amenazado de muerte y con hacer daño a su familia, que se defendió de las amenazas y de un intento de agresión sexual».

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Sitthipong Charienjai / Efe Rodolfo Sancho, ayer a la salida del juzgado de Koh Samui.

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