La remodelación de Lucho
Nada le ha faltado a Luis Enrique (454,5 millones se ha gastado Al Khelaïfi en 11 jugadores) para que emprenda la transformación del PSG y lo convierta en un equipo con todas las letras. Mbappé es la última estrella que queda por despedirse, porque el líder es el entrenador.
Todo el estrépito que rodea la vida del indiscutible astro internacional que es Kylian Mbappé no debería distraer que el París Saint-Germain va más allá de su icono. O eso pretende Luis Enrique, culé declarado que se travestirá de rival por unos días, y que ha emprendido la remodelación de un equipo para que adopte todo el sentido de las seis letras de la palabra.
No debería ocultar la figura de Mbappé y sus circunstancias que el PSG no conoce la derrota desde el 7 de noviembre, cuando cayó en Milán (2-1). Anteriormente había perdido en Newcastle (octubre) y en casa con el Niza (2-3) en septiembre. Tres partidos perdidos de 42. El Barça ha perdido 7 de 43.
Nada le ha faltado a Luis Enrique, por supuesto. Como a ninguno de sus predecesores. Nasser AlKhelaïfi le ha dado todo lo que ha necesitado. Once jugadores nuevos que han costado 454,5 millones, según datos de Transfermarkt. Otros cuatro futbolistas llegaron gratis. Fichajes para construir un equipo, igual que procuraron los técnicos anteriores. Un proceso que solo demanda el tiempo que dan los buenos resultados, algo relativamente sencillo de conseguir en la Ligue 1.
El delantero Randal Kolo Muani (francés de 25 años) lidera el ránking del coste (95 millones), por delante de otros delanteros: el portugués Gonçalo Ramos (22 años, 65 millones), y los franceses Ousmane Dembélé (26 y 50) y Bradley Barcola (20 y 45). Es decir, la prueba de la meditada remodelación de la plantilla, que con la marcha de Mbappé se despojará del último nombre después de que se marcharan Messi y Neymar. Ningún esfuerzo hizo por intentar siquiera retenerles, harto como debió quedar de su experiencia con ellos en el Barça entre 2014 y 2017.
Jugar sin Kylian
«Nos tenemos que acostumbrar a jugar sin Kylian», es el argumento que repite Luis Enrique para justificar las frecuentes sustituciones del capitán. Hasta el 10 de febrero, antes de medirse en la Champions a la Real Sociedad, había completado 28 de los 31 partidos; desde entonces, 4 de 10.
«El líder soy yo», proclama Luis
Enrique allá donde ha ido. Lo anunció cuando asumió el mando en el Barça en 2014 y cuando tomó las riendas de la selección de España en 2018. Más fácil le habrá resultado imponer su criterio con el poder que se le ha conferido para la remodelación del vestuario. Sobre todo, de su espíritu.
Con gestos como el del pasado sábado. Ante el colista, el Clermont, el PSG se atascó con un ridículo empate (1-1) que no le penalizó dada su ventaja (diez puntos sobre el Brest a falta de seis jornadas). Sólo el capitán pareció discutir la idoneidad de la alineación, plagada de suplentes, incluidos Yoram Zaguem y Senny Mayulu, dos muchachos de 17 años.
«Son jugadores del París SaintGermain. Esto es una plantilla», sostuvo Luis Enrique, zanjando cualquier atisbo de debate, imponiendo la autoridad del entrenador y el carisma que conserva. Especialmente ante la hinchada, cansada de los caprichos de los divos que ha visto desfilar. Desde el primer día, además de arrogarse la máxima autoridad, el técnico asturiano ha priorizado el respeto a la colectividad.
Una obra de envergadura como la que pretende erigir requiere sólidos cimientos, y hasta que no se asentaron los principios futbolísticos del exseleccionador, el equipo no brilló. Los tropiezos se concentraron al principio. Ahora enfila los dos últimos meses con el sueño del triplete. En su primera campaña. Igual que en Barcelona.
«Quiero hacer un gran papel, quiero que mi equipo gane la eliminatoria, quiero demostrarme a mí como profesional que estoy al máximo nivel y eso pasa por intentar superar al Barça», expuso el técnico , «convencido» de que ganará el duelo a Xavi, aunque remarcara: «La eliminatoria no la ganarán los entrenadores, la ganarán los jugadores».
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Luis Enrique aspira a conquistar el triplete, igual que en su primera campaña con el Barça