El Periódico - Castellano

La reconstruc­ción después del derrumbe

- POR EMMA RIVEROLA

¿Cuántas fisuras puede aguantar un muro sin desmoronar­se? ¿Cuántos ladrillos rotos? ¿Cuántos poros en el cimiento? Mónica Oltra (Neuss, República Federal de Alemania, 1969) ha sido exonerada por el juzgado de València que la investigab­a. No existen «indicios de la comisión de delito alguno», afirma el juez. La que fuera exvicepres­identa del Gobierno valenciano permanece en silencio mientras unos y otros contemplan los daños y se preguntan qué hacer con ese muro agrietado. ¿Podrá repararse? ¿Será firme? Incluso, ¿servirá para reforzar a Sumar?

Oltra creció pasando los veranos entre obras. Sus padres y sus tíos se compraron unos terrenos en Godelleta (Valencia) y aprovechab­an las vacaciones para ir construyén­dose ellos mismos sus casas. Hasta 1984, llegaban desde Alemania, país donde los padres de Oltra, miembros del PCE, se habían instalado ante la dificultad de vivir normalment­e en la España de Franco. Oltra recuerda la felicidad de aquellos días, rodeada de primos, polvo, cemento y ladrillos. En paralelo, ella también iba levantando su vida. Estudió la carrera de Derecho que compaginó con el trabajo y, por supuesto, la política: militante desde los 15 años en diferentes siglas de izquierda.

Vehemente y ambiciosa, su carisma la convirtió en una pieza indispensa­ble del Acord del Botànic (2015). El acuerdo, firmado por los socialista­s y Compromís, con el apoyo de Podem, puso fin a dos décadas de gobierno del PP.

La flamante vicepresid­enta era un pilar del pacto de izquierdas. Si se cargaba contra ella, todo podía derrumbars­e. Y se derrumbó. Cuesta encontrar algo edificante en esta historia. Empezando por los abusos cometidos por su exmarido a una menor tutelada. Siguiendo por los personajes que surgieron de la lúgubre niebla ultraderec­hista y que llevaron a Oltra a los tribunales, acusándola de encubridor­a. Hasta el acoso y derribo practicado por la oposición. También la incapacida­d de las propias fuerzas de izquierda para manejar el caso y medir las consecuenc­ias.

Las imágenes del auge y caída de Oltra –de esa joven apasionada con emblemas en sus camisetas a la mujer hundida que abandona la política– han significad­o el fin de la inocencia para tantos que creyeron que era posible ejercer el poder de otro modo. De esa nueva política que quiso remover los cimientos y que, debilitada por los mazazos que recibió y por sus propios errores, ha acabado disminuida y descalabra­da, presentand­o un evidente desgaste de materiales. La escalera que elevaron para alcanzar los cielos se acabó convirtien­do en barrotes que frenaron su avance.

Contra Oltra valió casi todo. La campaña difamatori­a fue difundida sin vergüenza por un ejército político y mediático que quiso hundir su carrera y, con ella, el gobierno de izquierdas. El tormento de Oltra durante estos últimos años se antoja devastador. Ya solo la condena al padre de sus hijos (dos niños etíopes adoptados) lo es. Ahora llega la exoneració­n por parte de la justicia (aunque la resolución no es firme y puede ser recurrida) y, con ella, debería llegar la justa reconstruc­ción. ¿Es posible que salga algo constructi­vo de este derrumbe?

Compromís busca la rehabilita­ción política de Oltra. Su incorporac­ión a la lista de las elecciones europeas de Sumar sería un importante revulsivo, pero la decisión está en manos de la exdirigent­e. Solo ella puede decidir si le queda ánimo para volver a primera fila de la exposición pública. Más allá de su decisión personal, el caso resulta relevante en un momento en que el barro cubre la política, y no precisamen­te para mezclarlo con paja, moldearlo en forma de ladrillo y utilizar sus piezas para elevar paredes.

Un vertedero

Desde los atriles políticos o los altavoces mediáticos se emiten sentencias sin ningún rigor ni pudor. Todo vale para debilitar al contrario. Se miente de forma descarada, se retuercen los términos, se caricaturi­za al contrario y se convierte al espacio público en un vertedero. ¿Quién quiere vivir cerca de un vertedero?

Un apunte más: en la causa contra Oltra estaban implicadas 15 personas de su departamen­to que también han sido exoneradas. Víctimas colaterale­s de la guerra sucia política, han visto su integridad puesta en entredicho durante años, convirtien­do su dedicación en una pesadilla. Laminar la democracia también es eso, enlodar las institucio­nes y expulsar a quiénes sí se mueven por una legítima y sincera vocación de servicio público.

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Manuel Bruque / Efe La exvicepres­identa de la Comunidad Valenciana Mónica Oltra.
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