El Periódico - Castellano

Se acabó: fin del visado de oro

- Olga Merino es escritora y periodista

Una tarde de domingo del pasado otoño, me topé en la céntrica calle de Casp con Ron Wood, guitarrist­a y bajo de los Rolling Stones. Me dio un vuelco el corazón, bum, bum, bum. Tuve que pellizcarm­e: ahí estaba su diabólica majestad en carne y (mucho) hueso, el pelo al estilo del pájaro loco, sentado en la terraza de un bar normal, en compañía de su esposa, Sally Humphreys, y las gemelas. La familia Wood reparte su tiempo entre Londres y Barcelona, donde, con dinero, se vive estupendam­ente: el mar, la luz, el clima casi tropical, arquitectu­ra, buenos restaurant­es y vecinos discretos y agradables, que no dan demasiado la murga. A la infanta Cristina le encantaba vivir aquí, y durante un tiempo también tuvimos por estos pagos a Woody Allen y su clarinete.

Resulta que Ronnie se compró un pisazo de 300 metros cerca del paseo de Gràcia, en el corazón de la alcachofa modernista, hacia octubre de 2013, el mismo año en que Mariano Rajoy introdujo los visados de oro en la legislació­n española para atraer capital extranjero mediante la adquisició­n de vivienda o bien la inversión en activos financiero­s. La medida se aprobó a la desesperad­a en momento muy duro tras la crisis del ladrillazo, iniciada en 2007-2008, que asestó un nocaut a la economía española, dejándola al borde del rescate. Desde entonces y hasta la fecha, se han concedido 14.566 golden visa correspond­ientes a bienes inmuebles; esto es, bastaba la compra de una propiedad por valor de más de 500.000 euros para adquirir, de paso, los derechos de tránsito por la Unión Europea. El Consejo de Ministros acaba de dar carpetazo al asunto: se acabó.

Los principale­s compradore­s son oriundos de China, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, Ucrania, Irán y Venezuela. Bruselas ya venía lanzando advertenci­as contra el pasaporte de oro, porque, de rondón, se han colado oligarcas indeseable­s, evasores fiscales y tintoreros de dinero sucio, mucho más satánicos que nuestro stone barcelonés. Como destinos favoritos se han llevado la palma Marbella, Madrid, las islas Baleares y Barcelona (uno de cada tres visados de oro se concedió para la compra de un inmueble en la ciudad). En plan electorali­sta, el Gobierno aduce que la supresión de la visa dorada atajará la especulaci­ón inmobiliar­ia y la presión alcista de los precios de la vivienda. Hombre, no parece que el tijeretazo vaya a ser la panacea para solventar el problema inmobiliar­io en España, donde los anuncios de viviendas en alquiler publicados en el portal Idealista reciben una media de 27 contactos: la guerra de los aspirantes a inquilino por conseguir un piso (y pagarlo) es desquician­te.

No será solución pero se antoja una decisión elegante: por 500.000 euros podías comprarte una nacionalid­ad, cuando a partir de ahora bastarán 20.000 para deshacerte de la obligación de acoger a una persona refugiada. Esta última aseveració­n suena demagógica, y lo es, pero encierra una verdad granítica que ya cantaba el grupo ABBA hace un tiempo: «Money, money, money/ must be funny/ in the rich man’s world».

Desde 2013 bastaba la compra de una propiedad por valor de más de 500.000 euros para adquirir, de paso, los derechos de tránsito por la Unión Europea

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Olga Merino

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