El Periódico - Castellano

«Confiamos en Sant Pau»

Roberto, diagnostic­ado con síndrome de Down a los pocos meses de nacer, es hoy un hombre independie­nte y participa en diferentes estudios médicos sobre la enfermedad de Alzheimer.

- B. P.

Cuando Roberto nació, hace 41 años, le diagnostic­aron síndrome de Down. A los pocos meses, el médico le dijo a sus padres, Martín y Gregoria: «Os ha tocado». Martín no recuerda las palabras exactas, pero sí el mensaje. «Nos dijo que Roberto no iba a hacer nada con su vida y poco menos que podíamos tirarlo a la basura». Hoy Roberto es un hombre independie­nte que comparte piso en Sarrià. Trabaja como reponedor en el Carrefour de La Maquinista. Además, es usuario en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona), donde participa en diferentes estudios sobre la enfermedad de alzhéimer, ya que más del 90% de personas con síndrome de Down acaban desarrolla­ndo este tipo de demencia de manera sintomátic­a.

Esta realidad, que se desconocía a mediados del siglo pasado porque apenas vivían hasta los 10 años, pone el foco en la necesidad de investigar para mejorar la calidad de vida de este colectivo, cada vez más longevo. Personas como Roberto son capaces de hacer mucho más de lo que se esperaba de ellas. Y Sant Pau, con una de las mejores unidades de memoria de España, es referente mundial en la investigac­ión de la relación entre el síndrome de Down y el alzhéimer.

«Hace cinco años Roberto tenía pareja y vivían juntos. Luego se separaron y yo le pregunté si quería venir con nosotros. Me dijo que no, que quería vivir solo porque quería demostrar a los demás y a sí mismo que era capaz de llevar una vida independie­nte», cuenta la madre, Gregoria. Fue así cómo la «preocupaci­ón» inicial que sintieron Gregoria y Martín cuando nació Roberto, su primer hijo (el matrimonio tiene otra hija más joven, de 38 años), se convirtió en «orgullo».

Estudioso y deportista

«Yo vivo de forma independie­nte. Vengo a casa de mis padres los fines de semana. Durante la semana comparto piso con una compañera de la Fundació Catalana de Síndrome de Down en Sarrià [en un piso de la Generalita­t]», cuenta el protagonis­ta de esta historia. Nunca el síndrome de Down lo disuadió de hacer nada. De niño nadaba y jugaba al básquet (en el 2000, partició en los Special Olympics Figueres) y cuando empezó a crecer siguió formándose. Estudia cursos de cocina, de estimulaci­ón cognitiva y de informátic­a.

«Me gusta cocinar. Hago pasta, verduras, ensaladas», explica Roberto desde el salón de la casa de sus padres, en el distrito barcelonés de Sant Martí. «Lo que más me gusta de mí es cómo soy por dentro. Puedo hacer muchas cosas. Tengo mucha gente a mi alrededor que me quiere», añade. En su casa cocina, Roberto limpia, pone la lavadora. «Estamos orgullosos de ver todo lo que ha logrado», vuelven a repetir sus padres.

Roberto sigue yendo a Sant Pau para hacerse pruebas de la memoria. Está todo perfecto. Le hicieron una punción lumbar para detectarle la proteína beta amiloide, asociada al alzhéimer, pero de momento no hay rastro de ello. «Tengo muchos amigos en Sant Pau», asegura él, sonriente. Sanitarios y también otras personas con síndrome de Down que participan en estudios similares al suyo. Aun así, Gregoria está «preocupada» por que algún día Roberto sufra alzhéimer, pero confían en que el hospital les acabe brindando una solución.

Los médicos están optimistas y creen que los avances realizados en la última década permiten vislumbrar un poco de luz al final del túnel. «Creemos que, en el campo del alzhéimer y el síndrome de Down, estamos cerca de empezar un camino como el de la oncología, que ha logrado disparar la superviven­cia en las últimas décadas», explica el neurólogo de Sant Pau Juan Fortea, director de la Unidad de Memoria.

La sensibilid­ad social en torno al síndrome de Down ha mejorado mucho en las últimas décadas. Gregoria y Martín no saben qué fue de aquel médico que, 41 años atrás, les dijo que su hijo jamás haría nada. Pero, cuatro décadas después, aún recuerdan qué le dijo a él Martín, años más tarde, cuando su hijo era ya un niño, activo y con vida social, que apuntaba maneras. «¿Este es el que podíamos haber tirado a la basura?».

 ?? Jordi Cotrina ?? Roberto junto a sus padres, en el salón del piso del matrimonio.
Jordi Cotrina Roberto junto a sus padres, en el salón del piso del matrimonio.

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