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Pionera de la representa­ción del deseo femenino

- DESIRÉE DE FEZ

El deseo femenino. La sexualidad femenina. El cuerpo femenino. Parte importante del cine y de la literatura actuales, por extensión, de la conversaci­ón cinematogr­áfica y literaria, gira en torno a estos temas. Y, en la mayoría de los casos, las obras sobre estos conceptos son de autoras. Si, ciñéndonos al cine, llama la atención que el cuerpo, la sexualidad y el deseo femeninos estén hoy tan presentes en el cine (y en la televisión) es porque no siempre fue así. O porque lo estuvieron pero no de la misma manera. Sin embargo, esta nueva reivindica­ción del cuerpo y del deseo no parte de cero. Catherine Breillat (Francia, 1948) es un referente poderoso, una auténtica pionera. Desde su debut en 1976 con Une vraie jeune fille, la cineasta lleva casi 50 años pensando estos temas y representá­ndolos con convicción. También levantando ampollas por la osadía, la crudeza y los (voluntario­s) deslizamie­ntos hacia lo problemáti­co con los que lo ha hecho. Y con los que ha defendido sus propuestas.

El festival D’A, en colaboraci­ón con Filmoteca de Catalunya, le dedica este año la sección retrospect­iva Focus, en la que hasta el 28 de abril pueden verse nueve largometra­jes de la autora, entre ellos El último verano (2023), que se estrenará comercialm­ente en mayo. Proyectada en la sección oficial del festival de Cannes, la película, sobre el romance entre una mujer de 50 años y su hijastro adolescent­e, supone el regreso de Breillat a la dirección tras una pausa de una década. La cineasta, que en 2004 sufrió un derrame cerebral que paralizó parte de su cuerpo, está en Barcelona con motivo del ciclo.

Ante la pregunta sobre si se siente un referente de esta nueva generación de directoras que exploran el sexo, el deseo y el cuerpo femeninos no duda: «Espero que sí, porque fui una de las primeras en atreverme a enfrontar el cuerpo femenino en el cine. Hace muchos años, la revista Cahiers du Cinéma decía que para ser cineasta, obviamente, primero había que hacer una película. Pero, sobre todo, había que enfrentars­e a la imagen del cuerpo. Y esa es una de las grandes preguntas: ¿qué es la imagen del cuerpo y qué no es? Hay que saber lo que se puede mostrar y lo que no, porque la mirada es constituye­nte». ¿Y cuál es para Breillat la guía en esa representa­ción del cuerpo,

El certamen, en colaboraci­ón con la Filmoteca, dedica una retrospect­iva a la directora francesa Catherine Breillat, todo un referente en la reivindica­ción de la sexualidad y el cuerpo femenino desde su debut en 1976. En el D’A se ha podido ver su último filme, ‘El último verano’, que se estrenará en mayo.

La cineasta levanta ampollas por la osadía y la crudeza con las que defiende sus propuestas

que ha mostrado en sus distintas edades pero siempre con una curiosidad especial por la adolescenc­ia? La emoción. «En el porno hay una mirada materialis­ta y yo lo que siempre he querido es concentrar­me en la emoción, que es otra cosa. Porque creo que las relaciones humanas son emocionale­s, sean relaciones de amor o entrar en una habitación con otra persona. Me considero una cineasta de la emoción, y quiero enfrentarm­e a esto porque es una forma de darle sentido, significad­o, al cuerpo».

Las escenas de sexo

Una de las cosas que distinguen el cine de Catherine Breillat, cuya obra más famosa y polémica sigue siendo Romance X (1999), película de alto contenido sexual protagoniz­ada por Caroline Ducey y con el actor porno Rocco Siffredi en el reparto, es cómo rueda los cuerpos, cómo compone en pantalla el sexo y el deseo, cómo coreografí­a las escenas. Para la cineasta hay un gran compromiso en la concepción y dirección de esas escenas: «Es muy complicado filmar las escenas de amor y de sexo porque es una responsabi­lidad importante, aunque no me considere moralista. Estas secuencias son muy difíciles tanto para la directora como para los actores, y suelo sentir mucha angus

«En el porno hay una mirada materialis­ta y yo siempre he querido fijarme en la emoción»

tia la noche anterior porque sé que hay algo en juego, porque sé que son escenas de las que el espectador se acordará. Hay básicament­e una responsabi­lidad de no caer en lo trivial. En las escenas de sexo de El último verano, por ejemplo, no quería el realismo trivial que hay en muchas películas, aunque sean buenas. Quería una estética metafísica, más cercana a la pintura, próxima a Caravaggio», explica.

Breillat se acerca al cuerpo pero no se entromete en los mecanismos de sus personajes, siempre complejos y contradict­orios. No los juzga, no se posiciona en relación a sus actos por controvert­idos o tremendos que sean. Es esa otra de las señas de identidad de su cine: «No quiero normalizar nada porque eso supondría imponer una visión, y yo me considero más como una entomóloga que muestra algo sin juzgar. En El último verano quería ir contra ese moralismo, contra esta idea actual del bien y del mal, y mostrar la realidad, que es mucho más compleja. Por suerte el cine puede enseñar las complejida­des y no tanto los discursos».

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Jordi Otix / El Periódico
 ?? ?? Arriba, la directora francesa Catherine Breillat. Abajo, Samuel Kircher y Léa Drucker, en ‘El último verano’.
Arriba, la directora francesa Catherine Breillat. Abajo, Samuel Kircher y Léa Drucker, en ‘El último verano’.

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