El Periódico - Castellano

El restaurant­e Ipar Txoko cierra tras la repentina muerte de su dueño

Miguel Real, que tenía 57 años, falleció de un infarto el pasado 26 de marzo. Llevaba 28 años al frente del establecim­iento, una especie de embajada culinaria de Euskadi en el barrio de Gràcia.

- TONI SUST

Miguel Real de Asúa tenía 57 años y había pasado casi la mitad de la vida en su restaurant­e, Ipar Txoko, en el número 22 de la calle de Mozart, que ha sido una especie de embajada culinaria de Euskadi en el barrio barcelonés de Gràcia. Un establecim­iento marcado por el estilo personal de su propietari­o que ahora cerrará sus puertas por causa mayor. Miguel falleció repentinam­ente el pasado 26 de marzo de un infarto. Ya no se levantó de la cama: lo encontró su hijo Miquel, de 19 años. Deja otra hija, Júlia, de 29.

Nacido en Getxo, un bilbaíno de lo más bilbaíno, será siempre recordado cantando su carta: no era fácil retener los platos hasta acostumbra­rse. Es algo que no volverá a suceder. El último día que Miguel atendió en el Ipar Txoko fue el 23 de marzo, sábado. Cerraba los domingos y los lunes. Murió la noche del lunes al martes.

La carta

«No hay carta, señores, la carta soy yo», decía Real. Y empezaba: «Entrantes fríos y calientes, pescados y carnes. De entrantes fríos tenéis ensaladas variadas, con cogollos, con tomate o con escarola». La larga lista proseguía, y los novatos sufrían memorizand­o.

Tampoco decía los precios, que podían consultars­e en la entrada, y que los habituales conocían. No era un restaurant­e barato, pero la gente repetía. Él defendía que lo primordial era la calidad del producto: «Sin tocarlo mucho, sin florituras». El chuletón era considerad­o la estrella por muchos clientes, pero también han destacado siempre la tortilla de bacalao, el pescado, los pimientos del piquillo rellenos de rabo estofado, entre muchos otros platos.

Cuando todavía se podía fumar en los restaurant­es, en el Ipar Txoko se fumaba sobre todo puros. Miguel vivió con cierto cabreo el veto. Y el humo desapareci­ó de esas largas sobremesas.

«Entrantes calientes: de cáscara tenéis almejas marinera, plancha o salsa verde y berberecho a la plancha. Boqueronci­tos abiertos rebozados o al ajillo en cazuela», canta todavía Miguel en la página de Facebook del restaurant­e.

El restaurado­r vivía en la calle de Sant Lluís y su muerte no solo ha impactado a su familia. De carácter fuerte y concluyent­e, era un hombre querido por los clientes, que, como se ha dicho, en su mayoría eran gente que había ido ya varias veces al establecim­iento.

Real llegó a Barcelona con 20 años, tras cursar estudios de Informátic­a en Deusto. En la capital catalana, de entrada vivió en Sants y trabajó en el puerto. Pero pocos años después, con, 29, abrió el Ipar Txoko junto con otro socio, aunque en seguida empezó a llevarlo solo. Nunca antes se había dedicado a esto, recuerda su hijo, que afirma: «Era cabezón como el solo y generoso como nadie. Era un tío peculiar y se hacía querer».

«Era algo suyo»

En los últimos tiempos, el fallecido explicaba que su hijo, que estudia Administra­ción y Finanzas, se planteaba seguir el negocio. Y el hijo lo confirma, pero agrega que esa opción no es viable sin su padre como maestro: «Seguro que me lo hubiera pensado, yo iba a trabajar con él y alucinaba con la gente que venía, que le admiraba. Pero era algo suyo. Con su esencia».

Dice que mucha gente le ha dicho que se quede el restaurant­e, pero ve claro que no lo hará, que el Ipar Txoko se acaba con Miguel. El lunes, los dos hermanos entraron en el local por primera vez desde que su padre fue enterrado; descansa en el cementerio de Derio. Más allá de lo tremendo de la noticia, un añadido. Era forofo del Athletic de Bilbao: «Ha muerto sin ver la copa».

 ?? Joan Cortadella­s ?? Miguel Real, en la barra de su restaurant­e.
Joan Cortadella­s Miguel Real, en la barra de su restaurant­e.

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